Justa desigualdad
Nunca ha habido ni jamás habrá una sociedad de iguales en un sentido material. Y no la habrá porque los seres humanos somos únicos, es decir, desiguales en un sentido concreto.
Axel Kaiser es investigador del Instituto Democracia y Mercado (Chile) y columnista de ElCato.org. Axel obtuvo el primer lugar en nuestro primer concurso de ensayos, Voces de Libertad 2008.
Nunca ha habido ni jamás habrá una sociedad de iguales en un sentido material. Y no la habrá porque los seres humanos somos únicos, es decir, desiguales en un sentido concreto. Cuando se permite que las personas actúen con libertad, el complejo conjunto de características que nos diferencian, sumado a factores como el azar, deriva en resultados necesariamente desiguales. De este modo, la desigualdad material es, en parte, la inevitable consecuencia de la diversidad humana. Por ello, el proyecto de lograr igualdad material solo puede intentarse destruyendo la libertad, conduciendo invariablemente a la tiranía y la miseria.
Pero tampoco es la igualdad material buena en sí misma. ¿Acaso es preferible un país en que todos tengan muy poco en cantidades muy iguales a uno donde todos tengan mucho en cantidades muy desiguales? Lo que queremos es una sociedad sin pobres, no una sin ricos. Solo la envidia puede fundar una filosófia cuyo fin sea evitar que algunos se distancien aun si el sistema que permite ese distanciamiento lleva a todos a estar mejor. Si usted y su vecino son igualmente pobres y de pronto la instalación de una empresa en el área en que viven lo enriquece a usted, pero a su vecino mucho más, y usted, en lugar de alegrarse por el éxito de ambos, desea que el Estado —o algo— intervenga para quitarle a su vecino la diferencia, entonces a usted lo que lo mueve es la envidia. Como explicó el sociólogo Helmut Schoeck en su clásico sobre este tema: "el tipo del envidioso no es un ladrón en beneficio propio. Este quiere ver al otro robado, expropiado o dañado sin ver una transferencia de esos bienes a sí mismo... El envidioso cree que si el vecino se quiebra una pierna, él mismo va a poder caminar mejor". Pero más interesante aún, el ex catedrático de Yale agrega: "mientras más se le permite en una sociedad a los privados y a quienes detentan el poder político actuar como si la envidia no existiera, mayor será el crecimiento económico y las innovaciones" (Schoeck, Der Neid und die Gesellschaft).
Esto es así puesto que la políticas que buscan la igualdad material restringen la libertad y con ello la fuente del progreso. Según Schoeck, una clara manifestación sociológica de la envidia es el impuesto progresivo. Este se defiende sobre la base aparentemente ética de que es justo que los que ganan más paguen proporcionoalmente más. En realidad de lo que se trata es de una sanción a aquellos que son más exitosos, como si su ventaja fuera injusta por el mero hecho de existir. La desigualdad, sin embargo, cuando es el resultado del mercado libre jamás puede ser injusta. Los resultados del mercado no se siguen de voluntad singular alguna y por tanto no pueden ser calificados de injustos. No cabe la aplicación de enunciados éticos a fenómenos de naturaleza espontánea.
El juicio en torno a la justicia o injusticia de lo que los individuos poseen solo puede realizarse caso a caso. Ahora bien, bajo reglas de mercado competitivo, la desigualdad material resultante tiene necesariamente su origen en: a) decisiones individuales libres motivadas por la búsqueda del propio interés y, b) el beneficio que, en ese marco, quienes poseen más han generado a quienes poseen menos. Esto último es tan crucial como ignorado. En un mercado libre y competitivo, la única forma de hacerse rico es satisfaciendo las necesidades ajenas. Esto explica el enriquecimiento general que se produce bajo condiciones de libertad. En ese esquema, aquellos cuyo esfuerzo e ingenio les permite crear los mejores productos al menor precio, serán quienes más beneficiarán a la población y en consecuencia también los más ricos —los rawlsianos pueden estar traquilos—.
De todo lo anterior se sigue que la injusta desigualdad es aquella en que la ventaja material de algunos deriva de alguna forma de confiscación arbitraria: fraude, monopolios, privilegios estatales, inflación, impuestos transferidos a grupos de interés, etc. Y de esa, sin duda, hay bastante en el mundo.