Argentina: Alberto Fernández, el fotograma y la película
Finalmente, los resultados de las elecciones generales argentinas no dieron lugar al milagro...
Finalmente, los resultados de las elecciones generales argentinas no ofrecieron mayor margen para el milagro que propiciaban el Presidente Mauricio Macri y sus alegres consorcistas de 'Juntos por el Cambio', aunque la reversión de lo sucedido en las PASO de agosto observó un carácter sorprendente. Alberto Angel Fernández (Frente de Todos; kirchnerismo) se había anotado entonces una suculenta cosecha de casi diecisiete puntos de ventaja, que en el epílogo de este domingo 27 había quedado reducida a solamente siete unidades.
La performance electoral significativamente superior del macrismo respecto de las primarias podrá explicarse a partir de un sinnúmero de argumentos, entre los que -sin lugar a dudas- se citarán el incremento de la participación de los votantes (desde lo cuantitativo) y a la retroalimentación de un agudo sentimiento de pánico que alertaba ante la proximidad de un horizonte protobolivariano para el país -ya ingresándose en la ponderación de variables de índole cualitativa.
No obstante, la épica resultó materialmente insuficiente, en principio debido a la ya comentada concatenación de tropiezos operativos vinculados al andarivel macroeconómico; es que el grueso de la ciudadanía al menos ansiaba ver resueltas, durante la Gestión Macri, problemáticas que ya bordean lo estructural, como ser inflación y tipo de cambio. En rigor, jamás la Administración saliente se situó siquiera mínimamente cerca de atender a la resolución de esos desórdenes. Cuando en algún punto parecía encaminarse a hacerlo, resolvió retomar el sendero del agigantamiento del Estado y, por ende, del desmadre en la amplificación del gasto público (mediando un pernicioso servomecanismo asistencialista que terminaría volviéndose incontrolable). En tal contexto, el 'diario del lunes' explicitará sin reparos ni miramientos que, en la recurrencia de esos desperfectos, la identidad de los responsables primigenios es elocuente: María Eugenia Vidal (Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires), Marcos Peña (Jefe de Gabinete) y Carolina Stanley (Desarrollo Social). En el fragor de las pasiones, militantes amarillos e independientes de seguro llamarán a un prolífico revisionismo de lo actuado por ese trío.
Adicionalmente, la conclusión inmediata es poco menos que perturbadora: consigna sin tapujos que el despilfarro y la permanente desatención sobre los problemas de fondo que hacen a la cotidianeidad de la República Argentina se han convertido en una enfermedad endémica. En su presentación inicial asintomática, un buen día, esa dolencia abandona de súbito su estado latente, para desplegar todo su poderío destructivo, dejando al paciente en un estado terminal. El problema central es que la metodología de replicación de ese virus suele ser subestimada; en poco tiempo, habrán transcurrido ya dieciséis años completos de dos modelos político-económicos en mucho indistinguibles. Ahora mismo, la amenaza existencial invita a considerar que, bajo Alberto Fernández, esos dieciséis años bien podrían convertirse en veinte.
Invariablemente, la convergencia resultante invita a observadores y analistas políticos a trazar especulaciones en torno de realidades individuales tan insignificantes como anecdóticas, habida cuenta de que lo relevante es qué rumbo tomará el país. Si ha de tomarse esa posta, será lícito consignar que Mauricio Macri no ha salido tan mal parado de la contienda que acaba de desarrollarse; el jefe de Estado se llevará consigo un 40% de los sufragios nacionales, un imborrable recuerdo de multitudinarias convocatorias ciudadanas, y la posibilidad de ocupar un rol protagónico y central como principal líder de oposición -si es que tal es su plan. A María Eugenia Vidal, por su parte, supo caracterizarla el costumbrismo de quejarse airadamente ante propios y extraños porque Macri perturbaba su 'popularidad' y, en esa invectiva, auspiciaba desde las sombras un remanido 'Plan V'. Pues, bien; la realidad acaba de estrellarla contra un paredón de concreto. El aspirante y ex titular de Hacienda Axel Kicillof la liquidó en dos rounds, no quedando espacio para excusas ni fantasías de cara al futuro para la ex de Ramiro Tagliaferro. Marginalmente, no será erróneo concluir que fue Vidal la que estrelló las expectativas de renovación del Presidente, y no al revés -como tanto se prodigaba desde nebulosos espacios en medios de comunicación específicos.
El sino del Presidente electo, Alberto Fernández es harina de otro costal. Albacea de una campaña financieramente frugal pero ostensiblemente exitosa, en los próximos días y semanas, el ex Jefe de Gabinete de Néstor Carlos Kirchner deberá hacer frente a una plétora de titánicos desafíos, de orden nacional y otros, más emparentados con su atribulado frente interno. Al esfuerzo sobrehumano que deberá anteponer ante el desabarajuste económico-social, se sumará el grosero ecosistema de presiones/extorsiones intestinas de parte de activos radicalizados, los cuales buscarán imponerle una reconfiguración de la Argentina al way of life bolivariano. Apostar preventivamente por un éxito de Fernández en el tratamiento de ese cúmulo de insalvables poliforfismos se vuelve una opción declaradamente insensata, en tanto no contempla la complejidad de la dinámica que hace al concierto; los pocos meses que el mandatario electo tiene por delante están llamados a ser cruciales, aunque también cruentos. No habrá paciencia para actos de prestidigitación, experimentos ni alquimias que repliquen las tropelías de los tres gobiernos anteriores. Cualquier fórmula remotamente parecida sólo servirá para empujarlo hacia el cadalso. Ni siquiera le aportará gran cosa el recurrir a la 'herencia recibida', aunque lo asista la razón.
No en vano, allí está la promocionada 'brecha' que, en forma de proverbial espada de Damocles, lleva quince años de contínua y franca expansión. Variable más que suficiente como para condicionar a cualquiera o, si se quiere, para encender el extendido reguero de pólvora de la fractura social. La inmediatez de este porvenir será tema de tratamiento, en próximos episodios.
El fotograma de una victoria electoral suele ser engañoso; pues no es toda la película.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.