Ex oficial montonero acusa a Horacio Verbitsky de traición
En una carta dirigida al doctor Federico Fasano, director de LA REPUBLICA, Martín Gras (alias Chacho), ex integrante del grupo guerrillero Montoneros, evocó la trayectoria de Horacio Verbitsky, editorialista del periódico bonaerense Página/12 y autor de varios libros, acusándolo de traidor y de responsable directo por el homicidio de numerosos compañeros de la guerrilla. El material es de 1995.
21 de Julio de 2010
El ex guerrillero señala en la misiva al doctor Fasano: Le parecerá muy extraño este encabezamiento, pero es el mejor que se me pudo ocurrir, después de observar durante días el pandemónium desatado en la Argentina después de los programas televisivos con declaraciones de los militares arrepentidos, miembros de las organizaciones de derechos humanos, publicación de listas de desaparecidos, etcétera.
Recuerda que el periodista televisivo Mariano Grondona, dijo, luego de la nota al capitán Adolfo Scilingo, que las listas de los desaparecidos que se publicarán iban a representar el duelo de los que tenían familiares en esa condición.
En el programa de Bernardo Neustadt se llegó a la conclusión que por la tendencia totalmente opuesta de los sectores en pugna, la situación era irreconciliable. Hebe de Bonafini dirigente del movimiento de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo dice que las listas de desaparecidos ya las tiene, que los que quieren las Madres son las listas de los asesinos y de los torturadores.
Como Usted verá agrega esto no se termina, y los que tienen el poder de la comunicación en este país nada hacen por apaciguar los ánimos, esclavos de la tiranía del rating.
Puedo decirle con toda propiedad que soy un sobreviviente. Pertenecí al Ejército Montonero, donde comencé como miliciano a los 17 años, recuerda.
Más adelante, explica que entre otras acciones, estuve en el copamiento del Regimiento de Infantería de Formosa, tras lo cual escapé por tierra. Pude fugarme antes que fuera literalmente "reventada" la Fábrica de armas donde se armaba el lanzagranadas de nuestro Ejército, en Villa Domínico, aprovechando que la custodia militar se había replegado.
Fugamos por el boquete que ya teníamos preparado en la mampostería del doble fondo de la supuesta fábrica de repuestos para automotores. Antes de escapar prosigue pude pintar con aerosol en el frente del galpón: Las armas del pueblo no se entregan, carajo.
Destaca que fui condecorado por mi comportamiento en la actividad militante.
Estuve en la Columna Sur, donde las cosas que ya venía viendo se manifestaron con toda crudeza: no todos eran compañeros.
Algunos parecían militares trasplantados a una horda popular, por la forma autoritaria y hasta despótica con la que se comportaban.
En 1978 quedé descolgado, por circunstancias que no puedo contar para no comprometer a compañeros, que todavía viven.
Lo cierto es que, de pronto, me encontré sólo, sin una célula que me diera sentido de pertenencia, sin la necesidad de reportarme diariamente, y lo que fue mejor, dada la situación de confusión psicológica en la que me encontraba, sin que nadie supiera que yo era un miliciano, sin que nadie pudiera rastrearme para incluirme en otra célula, lamenta.
Luego de esos acontecimientos, muchos compañeros quedaron y yo me mudé de la provincia a la capital. En la Facultad conocí a mi actual mujer, con la que tengo hijos. A ella nunca le revelé mi vida militante, ni pienso hacerlo.
Pero el propósito de esta carta no es hablar de mi. Si lo he hecho ha sido para Usted supiera quién es el que le escribe, aunque por razones obvias no pueda darle mi nombre. Ahora quiero referirme a otras personas, puntualiza.
Quedé impresionado al escuchar las declaraciones de Scilingo confiesa- y, la verdad, no me cierra bien este arrepentimiento a veinte años de los hechos. Aunque no ha dicho en ningún momento que no lo volvería a hacer, sino solamente que se siente culpable.
No sé si es un traidor a los suyos, si está loco o si lo quebraron con unos cuantos pesos. Si es como él dice, que por el cargo de conciencia no pudo dormir en todos estos años si no tomaba lexotanil y alguna bebida alcohólica, a esta altura tendría que estar del otro lado, con los que dice que tiró al mar, o por lo menos, con la úlcera o cirrosis de aquellas, comenta.
Verbitsky, "El Perro"
En otro pasaje de la carta al director, aclara que en especial, lo que deseo es referirme a otro personaje de esa época, entonces desconocido públicamente, pero de gran actividad en la clandestinidad, aunque hoy aparece como un probo periodista, afecto a los golpes de efecto a salir en televisión y a ser citado en los medios de prensa extranjeros. Me refiero a Horacio Verbitsky, a quien en los años de fuego conocí por su nombre de guerra: el perro.
Señala que desde el comienzo de su militancia se desempeñó en la inteligencia del Ejército Montonero, columna a la que ayudó a organizar junto al gloriosamente desaparecido Rodolfo Walsh, un militante que supo morir por sus ideales.
El ex guerrillero recuerda que como oficial montonero, el Perro fue uno de os principales autores de nuestros reglamentos, que eran nuestras Biblias, porque en ellos hallábamos todo lo que necesitábamos saber para nuestra actividad militante : desde la fabricación de clavos miguelitos hasta la forma de hacer exposivos caseros, sin olvidar cómo atacar un objetivo, cómo ejecutar la acción y cómo huir de la escena.
Quiero destacar que somos varios los sobrevivientes por habernos salvado a tiempo, aunque fueron muchos los que quedaron en el camino, torturados, o fusilados o con destinos que ignoro.
El perro sentencia también es un sobreviviente, pero de aquellos que no merecen consideración alguna: es un traidor, un verdadero traidor, como tantos que tuvimos en nuestras filas. Un traidor que supo hacer la suya, con su afán enfermizo por figurar y llenarse los bolsillos de dinero.
Sostiene que si bien nunca ocultó su pasado montonero, sí se cuidó muy bien de decir en qué consistía su actividad. Nunca dio, ni da detalles, sino ni siquiera indicios al respecto. Cuando lo veo en televisión me hierve la sangre.
No puedo creer que tamaño delincuente se yerga en defensor a ultranza de las víctimas, y en censor de los victimarios (aunque a éstos no vale la pena recordarlos sino para saber si es posible ejercer justicia revolucionaria con enemigos).
¿Por qué no se les pregunta alas organizaciones de derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo, que piensan realmente de un tipo así?
Afirma que su trayectoria de Verbitsky es la del peor de los quebrados, porque a lo largo de estos años ha ido sirviendo a aquellos que ayer consideraba sus enemigos, como a los radicales y de la ya desaparecida Coordinarora.
Este quebrado me hace acordar a otros, que lucraron con la muerte de los compañeros y aprovecharon para asegurarse el futuro económico.
Algunos podrían decir que yo también soy un quebrado, y es posible que así sea, aunque me considero sólo un sobreviviente de una época feroz, en la que muchos peleábamos por un ideal mientras éramos traicionados o considerados meros números en un juego del que nadie podría salir victorioso, añade.
Éramos jóvenes y animosos, queríamos cambiar el mundo y lograr uno mejor.
Pero ello no fue posible, no sólo porque el enemigo de afuera ganó la guerra, sino porque el enemigo de adentro comenzó a desenmascararse cuando las cosas empezaron a ir verdaderamente mal, asegura.
Algunos salieron del país y desde afuera, cómodamente y disponiendo de buen dinero, dieron órdenes suicidas a los que quedamos dentro. Otros desaparecieron momentáneamente y se hicieron periodistas.
Huelga decir entre quiénes estaba el perro. Este fue uno de los que más utilizó a los jóvenes, fue uno e los que menos empacho tenía en mandarlos al muere, en aras de la causa, acusa el Chacho.
También era el censor de las conductas montoneras, Como oficial de inteligencia, parte de su tarea consistía en señalar a los quebrados a la horda, compañeros, que eran sometidos a juicio revolucionario y castigados, a veces con la muerte. También marcaba los objetivos: empresarios, milicos, políticos, enemigos, a los que había que secuestrar, ejecutar o convencer.
Como milicianos del Ejército Montonero tuvimos una preparación teórica, estudiamos la guerra revolucionaria llevada a cabo en Argelia y en Vietnam. Coincidimos y admiramos por ese medio la contrarrevolucionaria, con métodos muy parecidos a los nuestros. ¿Qué quiero decir con esto? Que sabíamos a los que estábamos expuestos, y que si en un principio lo hacíamos convicción, después lo hacíamos como parte de una vorágine de locura.
Fueron tiempos violentos, locos, que se tragaron a los de uno y otro bando.
Que el arrepentimiento me suena a utopía. Nadie se arrepiente de nada. Ni Scilingo, ni Vergés, ni Verbitsky, ni yo, prosigue.
¿De qué puedo arrepentirme? ¿ De haber luchado por un ideal? Pude haber estado equivocado, pero no estoy arrepentido. Los militares tampoco. No lo olvidemos. Lo que me preocupa de los actuales arrepentidos es que se arrepienten ante el Perro. ¡Que llamativo!.
En el final de la misiva, el confeso guerrillero explica: Mi última reflexión: esto no termina fácilmente.
Tendrán que concluir su vida biológica varias generaciones para que realmente se pueda mirar hacia delante y dejar registrado en las páginas de la Historia esta etapa horrible, de la cual todos somos responsables.
Perdone la extensión y la confusión de algunos pasajes de esta carta, pero es lo primero que escribo sobre mi vida montonera desde esos años de fuego. Y eso se siente adentro.
Chacho, ex -oficial segundo del Ejército Montonero.
N. de la R. : Oficial Primero Montonero Martín Gras, NG: Chacho, caído prisionero de las Fuerzas Armadas en 1977 y liberado en 1979 luego de dos años como activo colaborador de las operaciones antiterroristas, instalándose en el exterior (En 1985 este último es aceptado como "imparcial testigo de cargo" (?) en el juicio a los Ctes. en Jefe del gobierno militar, en
1995 trabajó en el COMFER como abogado y en 1997 en la Universidad de San Miguel, donde dictaba materias de "comportamiento democrático" a personal policial de la Provincia de Bs. As).
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