SOCIEDAD: LA SOCIEDAD CORRENTINA, TOLERANTE

Caso Ariel Malvino : los Braun Billinghurst, Andrés Gallino y Horacio Pozo siguen de fiesta. Autoatentados e impunidad

Ya nadie llora a Ariel Malvino, el joven asesinado por los denominados "hijos del poder" correntino. La justicia brasileña finalmente procesó a los culpables, pero no pidió su captura internacional, a pesar de la abundancia de pruebas y testigos contra los acusados.

21 de Julio de 2010
Por un momento pareció que la justicia de Brasil subsanaría las graves fallas de su par correntina. Horacio Pozo, Andrés Gallino y Eduardo Braun Billinghurst ya han sido sindicados como partícipes necesarios en el asesinato de Ariel Malvino, pero finalmente no pidió prisión preventiva para ellos. La impunidad sigue de fiesta. Paralelamente al conocimiento de la noticia, en la ciudad de Corrientes, los "hijos del poder" han comenzado a respirar tranquilos, pues como es obvio, la justicia de la provincia no procederá a acosarlos por las vías legales correspondientes. Con todo, los padres de Ariel han expresado su satisfacción, pues creen que ya han llegado demasiado lejos al conseguir que la fiscalía de la localidad brasileña de Garopaba considere culpables a Eduardo Braun Bilinghurst, Horacio Pozo -hijo- y Andrés Gallino. Ocurre que los progenitores de Malvino conocen, mejor que nadie, el funcionamiento de las leyes argentinas y saben que el poder apaña con ese perpetuo manto de impunidad las tropelías que la delincuencia correntina asociada al poder lleva a cabo. Tampoco llama la atención el contragolpe mediático que los padres de los asesinos han orquestado en los medios nacionales recientemente. En Clarín, y casi en simultáneo -y debe decirse, con lógica planificación-, ya se han presentado Eduardo Braun Billinghurst y Horacio Pozo -hijo- para responder con artillería pesada a las inquietudes que la propia sociedad de Corrientes y del país han expresado al respecto del modo como se "están saliendo con la suya". Horacio Pozo -padre- fue titular de la Secretaría de Turismo de Corrientes, y desde siempre ha tenido vínculos aceitados con el poder político correntino. Carlos Gallino Yanzi -padre de Andrés- es funcionario municipal. Jorge Braun -padre de Eduardo y Lautaro- tiene una empresa de maquinaria vial que ha sido proveedora del estado provincial en reiteradas oportunidades, y Nidia Billinghurst es abogada, además de haber sido candidata a diputada provincial en años recientes. A partir de aquí comienza a comprenderse que el intento de las familias de los homicidas por vender una supuesta inocencia tienen mucho sabor a broma. Medios independientes de la provincia se han encargado de relatar con lujo de detalles el sistema por el cual los "hijos del poder" se comunican con las autoridades que más tienen a mano para salir de situaciones difíciles. En muchos casos son los propios padres los que interceden. Otro dato : en Corrientes nadie duda del reciente autoatentado que construyeron los Braun Billinghurst, donde un supuesto atacante atacó a balazos la camioneta Cherokee de Jorge Braun. Su mujer iba conduciendo y, apenas horas después, convocaron a los medios para acusar abiertamente a la familia Malvino por el hecho. De acuerdo a los elementos con que cuenta el caso que lleva adelante la fiscalía brasileña que interviene en el caso, está claro que los "buenos muchachos" que encabezan el título de este artículo participaron del asesinato de Ariel. Eduardo Braun Billinghurst está sindicado por al menos una docena de testigos como el responsable de arrojar la piedra al pecho de Malvino. Esa piedra fue la que acabó con su vida y sobre ello hay muy poco que añadir. Andrés Gallino también participó de la riña, al igual que Horacio Pozo. Lautaro -hermano menor de Eduardo- también estuvo presente y contribuyó a elevar el factor de desigualdad del enfrentamiento, pues fueron varios los que aportaron de lo suyo para terminar con la vida del infortunado estudiante. Apenas notaron que su "aventura" había terminado mal, se dirigieron todos a su hotel o posada y abandonaron rápidamente el país, aún teniendo noches por delante en sus reservas. Los amigos de los asesinos colaboraron en todo lo posible para acelerar la huída y, para los representantes legales brasileños, no son otra cosa que cómplices de homicidio. Antes de agredir cobardemente a Malvino, los correntinos también se habían enfrentado a un grupo de jóvenes cordobeses, utilizando idéntico proceder cobarde. Todo ello figura en forma contundente en los autos del caso que lleva adelante la fiscalía. Sin embargo, lo bizarro del asunto se ha conocido en días recientes, en la campaña mediática inverosímil que las familias Braun Billinghurst y Pozo están llevando adelante en los medios. A modo de insulto para con la sociedad en donde residen, las palabras comunes a ambos discursos parten de la misma estrategia : "no somos los hijos del poder; al contrario, llevamos la pesada carga de que se nos acuse injustamente". En Corrientes tiene lugar un escenario que no es distinto de lo que sucede en otras ciudades del Interior de la Argentina, donde la juventud asociada al poder local tiene siempre las de ganar : cometen todo tipo de excesos y, cuando las cosas se recalientan, un llamado de teléfono al Intendente lo soluciona todo. En la bella ciudad de Corrientes, las "travesuras" de los Billinghurst, por ejemplo, son bien conocidas. Uno de los casos que más han resonado en los escasos medios independientes de aquella provincia, sucedió en 2002, cuando Lautaro y Eduardo Braun apalearon sin misericordia, junto con sus amigos, a dos inspectores municipales que se dirigieron a su hogar para recriminarles por el elevado volumen de la música y ruido que provenía de la fiesta que estaban realizando. Los inspectores no solo fueron golpeados impunemente por los Braun y su horda de inadaptados : se les sugirió que no continuaran con el proceso pues podrían perder sus empleos. Las víctimas se llamaron rápidamente al silencio. No existió compensación económica para ellos. En 2004, Lautaro respondió con golpes de puño a un muchacho que le había "mirado a la novia". Los hermanos han participado de numerosas riñas en la noche correntina y testigos hay de sobra, pero pocos se atreven a comentarlo a los medios. Gallino y Pozo tienen antecedentes similares, y el proceder de todos ellos es siempre en forma de patota. Súmesele a esto el hecho de que nunca son procesados ni tienen que responder ante autoridad alguna. Los padres de todos estos malos elementos son grandes responsables. Tienen notoria cabida en la educación que les han inculcado, y por estas horas solo colaboran con la imagen de impunidad de sus propios hijos, presentándose ante los medios para defenderlos y presentarlos como "chicos comunes y silvestres, que hacen travesuras como todos los demás" -sin importar que, cada tanto, aparezca un muerto como consecuencia de sus diabluras-. Es evidente que los Braun, Gallino, Pozo y el resto de sus amigos intentaron extender esa impunidad a territorio extranjero, aunque no contaban con que algún día deberían hacerse responsables por las consecuencias de su estilo de vida. Ese momento no está tan lejano. El único final acertado para estos precoces delincuentes sería que paguen su deuda en cárceles brasileñas junto a reclusos pobres que los pondrán en contacto con otras realidades de la vida. De más está decir que ello no sucederá en Corrientes y ninguna parte de la Argentina, pues aquí los hijos de padres famosos que van presos -agotado el último recurso- se hacen acreedores a celdas VIP que poco difieren de su vida en libertad. Pero quien lee estas líneas no debe quedarse solo con el mal ejemplo correntino. Ha sucedido lo mismo con María Soledad en Catamarca con los Luque, y la misma historia se repite en muchos rincones del país. Este es uno de los mayores legados de la democracia argentina : una justicia inocua que desprecia el derecho de muchos para anteponerle el de unos pocos. En las provincias argentinas -la gran mayoría de ellas, sin importar que estén en el norte o en la Patagonia- impera la ley de los amigos del poder. Para ellos, nada. Para el resto, todo. Una suerte de estado feudal que ninguno de los presidentes argentinos de 1983 en adelante se ha tomado la molestia de modificar. Tal es la esencia de la democracia que supimos conseguir. Eduardo y Lautaro Braun Billinghurst, Horacio Pozo, Andrés Gallino y los socios en la muerte de Ariel Malvino deben elevar sus plegarias de agradecimiento a nuestro fallido, corrupto y tolerante sistema democrático. El Ojo Digital Sociedad y El Primero de Corrientes -http://www.elprimero.com.ar/-
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