POLITICA: POR JOSE M. GARCIA ROZADO

Un Plan Estratégico Agroalimentario tardío y claramente insuficiente

Con toda la pompa con que acostumbra CFK, largó el pasado 5 de setiembre el PEA, una propuesta tardía e insuficiente para el agro y cuyas metas se observan a todas luces desactualizados en volumen y en el tiempo.

09 de Septiembre de 2011

Luego de atacar y casi destrozar los sectores lácteos y cárnicos bovinos nacionales con las políticas de Guillermo Moreno, pretende ahora la Presidente -en plena campaña electoral- a intentar congraciarse con este sector productivo.

Es insuficiente porque, proponerle al agro una meta productiva de 160 millones de toneladas de granos para el 2020, es como proponerle a la NASA que vuele a la Luna cuando ésta ya está pensando en realizarlo a Marte; el campo argentino debe tener como prioridad absoluta llegar a las 200 millones de toneladas de granos diversificados para el 2020 ya que, si sigue volcándose a la soja por ser la única verdaderamente rentable, nos convertiremos en un país de monocultivo con todo lo pernicioso y perjudicial que esta política es para la nación.

Es a todas luces insuficiente, pues este sector pasó de las 45 millones de toneladas de la década del 90 a las casi 100 millones en el 2010, por lo que alcanzar las 160 millones de toneladas de granos diversificados debería ser la meta del 2015, es decir, al finalizar el próximo mandato presidencial sea quien sea ese gobernante, para eso debemos pasar de las actuales 34 millones de hectáreas a 45 millones en 2015 alcanzando las 55 millones de hectáreas para el 2020. Y comenzando a realizar de forma inmediata las inversiones de riego y provisión de agua potable en toda la superficie patagónica.

Por otra parte, el plan no alcanza porque, luego de llevar adelante políticas lácteas y cárnicas contranatura, ahora el gobierno se preocupa por exigirle al sector agrario que logre exportar carne por U$S 7 mil millones, mientras las políticas aplicadas por Moreno –el delegado en la Secretaría de Comercio- hizo hasta lo indecible por achicar los cupos exportables hasta lograr perder importantes partes de la cuota Hilton.

Es una verdadera falta de respeto para con el sector agropecuario, quizás el sector productivo que más ha crecido tecnológicamente en la argentina desde los noventa del siglo pasado y contra la mismísima política de la convertibilidad que hacía poco rentable a esa misma actividad; quizás fuera esa misma política antirrentabilidad lo que terminó impulsando el gigantesco avance tecnológico que dotó de importancia al sector. Cristina parece haberse notificado de la importancia del Campo, un quinquenio tarde.

La representatividad de los productores quedó en manos de Carlos Trevisi, de la oficialista –e inexistente, debería agregarse- Agricultores Federados Argentinos, quien entregó a la Presidente un petitorio para que el PEA fuera enviado al Congreso. Precisó de casi una hora de discurso basado en puro autoelogio sobre los logros del sector agropecuario de la última década, realzando la importancia de la tecnología impulsada desde dos organismos del Estado, el SENASA y el INTA para tardíamente reconocer, implícitamente en su discurso épico, sus propios errores.

“Lo que han hecho nuestros productores más la ciencia y la tecnología más los industriales es la clave de este Programa Estratégico Agroalimentario. Pero esta interacción es también la clave de la Argentina”, reconoció la Presidente, quien además pidió al Congreso que trate la Ley de Tierras, el “recurso estratégico más importante que tenemos”. Olvidó que fue en su provincia, Santa Cruz, donde la extranjerización de la tierra adquirió desde hace casi un siglo una situación ya endémica, algo que también ocurre desde los mismos períodos en toda la Patagonia Argentina, sin que ella ni su marido el ex presidente nunca tomaran posición siendo Gobernador él y Senadora ella.

En lugar de convocar al sector agropecuario y a sus instituciones representativas, ella, desde Tecnópolis –esa Feria de Ciencia y Tecnología armada para la campaña electoral- invitó al titular de Cargill y las asociaciones de frigoríficos, y a industriales como los titulares de Fiat, Insud, Toyota, Ledesma y la Copal, o sea a los representantes de las multinacionales, los faenadores y los sectores de servicios pero no a los productores. Todo un escenario que debe ser revisado para reconocer a quienes estaba dirigido el mensaje, pues detrás de esta puesta en escena existió un único destinatario y un único interés, el destinatario fue el sector que enfrentó y enfrenta aún sus antipolíticas agropecuarias a quienes pretendió conquistar.

Las metas propuestas por CFK están acotadas por los “techos productivos” analizados por los cuerpos técnicos del INTA, un organismo bastante dejado de lado por la administración K y la cristinista, una institución de real valía que ellos fueron minimizando desde que eligieron al agro como sus oponentes o enemigos allá por el 2007, cuando pretendieron exprimir los recursos que este sector producía en beneficio propio.

Cristina convocó, merced a su ministro del área, don Julián Domínguez, al INTA. Luego, a las universidades, cooperativas y toda clase de foros, menos a los productores, interesados directos representados por la Mesa de Enlace; este destrato a las instituciones representativas del sector agropecuario nacional tiene como correlato la necesidad de ella de generar una interna entre los integrantes de la Mesa de Enlace y entre los diversos sectores allí representados, Carbap, Federación Agraria, Sociedad Rural y Cooperativas.

El documento del INTA no hace otra cosa que señalar de manera realista, pero poco incentivadora, que la producción de cereales y oleaginosos –por el simple impulso de los precios favorables internacionales y sin que medie ningún incentivo ni privado ni estatal- en 2020 “puede estar en torno a los 146 millones de toneladas. Con el clima a favor y políticas de estímulo, podría superar las 150 millones de toneladas, siempre que se incorpore nueva tecnología de punta”. Fue sobre este documento básico que, un lustro después de que fuera estudiada la posible capacidad productiva y el mejor aprovechamiento de los suelos, su ampliación y el corrimiento de las fronteras agroganaderas, se propusiese desde el IPPE –Instituto de Planificación de Políticas de Estado- una cifra de 200 millones de toneladas granarias y oleaginosas, y 100 millones de cabezas del rodeo bovino nacional para el 2015.

La ambición de la iniciativa presidencial es tardía, pues se propone metas pobres y de muy largo plazo. En un período similar (diez años) Brasil duplicó su producción de granos y carnes bovinas, y cuadruplicó las de carnes aviares y porcinas, pasando a ser el primer productor mundial cárnico y el segundo productor mundial de soja. Desde que el IPPE propusiera aquellas metas superadoras de lo aquí propuesto por CFK. Uruguay y hasta Paraguay nos superaron como exportadores de carne bovina, y nuestra capacidad de producción láctea cayó a casi la mitad, al desaparecer un 50% mínimo de establecimientos o usinas lácteas, y el rodeo nacional bovino perdió casi un tercio de sus cabezas.

La superficie sembrada hoy de 34 millones de hectáreas puede en un lustro pasar las 50 millones y, en una década, lograr incorporar otras 34 millones más para superar la barrera de las 90 millones de has agroproductivas, no solo de granos y oleaginosas, sino también de caña de azúcar, arroz, hortalizas, frutas y ganadería bovina, ovina, porcina y duplicar la anterior producción láctea hasta alcanzar la meta mínima de triplicarla: la Argentina podría volver a ser el "granero del mundo".

Como en tantas otras cosas, en el PEA se puede ver la parte llena del vaso o la parte vacía: la parte llena es que por fin este gobierno interpretó la importancia sustancial del campo, para solicitarle y proponerle aumentar las cosechas de granos y de carne bovina; la parte vacía es que el cristinismo lo hace recién después de ocho años de gobierno, detentando el poder con la aplicación de políticas agropecuarias y exportadoras negativas y de confrontación con el sector. Que aparezca este programa de crecimiento tímido y poco ambicioso para nuestra real capacidad tecnológica y productiva revela, sin embargo, un cambio en la visión del gobierno sobre el rol del sector agroindustrial argentino, y asimismo, revela la decisión de aprovechar más aún un mundo que pasó de los excedentes agrícolas a la escasez.

Lo lamentable y triste, es que este gesto positivo tenga como único destinatario lograr el voto del campo –algo que el oficialismo y los medios de comunicación dijeron que ya había logrado, y no lo hizo- manteniendo efectos residuales graves, como ningunear a las entidades de la Mesa de Enlace; aquel “yuyito” de la pelea y del voto “no positivo” hoy le deja al Gobierno U$S 23 mil millones de exportaciones y retenciones por U$S 31 mil millones, un aporte imprescindible para seguir despilfarrando recursos económicos por parte detesta administración. Gracias al complejo sojero –o por desgracia- y a los precios internacionales todavía vigentes, tenemos divisas e ingresos fiscal abundantes como nunca. La presente alineación planetaria del desarrollo tecnológico y la producción, sumada a la demanda del exterior y las cotizaciones récord representan una situación casi nunca vista en la historia de la Humanidad.

Debemos aclarar, para ser honestos, que este salto competitivo se dio en los demonizados noventa, más precisamente entre 1996 y el 2001, donde la producción agrícola creció un 65% pese –y no gracias- a la convertibilidad y al atraso cambiario. Desde ese entonces, hasta la crisis del campo del 2008, se creció el 38% y luego se estancó prácticamente. Se llegaría luego a 2011 –primer semestre- a un crecimiento exiguo del 42% total acumulado, que se observa muy pobre incluso comparándoselo con el menemato.

El PEA por dentro es insuficiente y por fuera nos sigue planteando los mismos interrogantes: ¿sigue una política errática que autoriza o suspende exportaciones, por razones personales del Sr. Guillermo Moreno? ¿Se terminarán las confrontaciones aberrantes con un sector de la producción que -como reconoce CFK- han aportado al país los mejores resultados?

Por José M. García Rozado -Arquitecto-, para El Ojo Digital Política