INTERNACIONALES: JOHAN NORBERG

Jaque mate europeo

Según el dicho popular, si usted le debe al banco cien dólares, usted tiene un problema; pero si usted le debe un millón, el banco es el del problema. Hoy podemos agregar que si los gobiernos de Italia, España, Portugal, Grecia e Irlanda le deben a sus bancos un billón de dólares, todos estamos muertos. Y hacia allá puede encaminarse la Eurozona.

27 de Septiembre de 2011

En lugar de resolver la crisis financiera, la Unión Europea la pospuso con un esquema piramidal que transfirió la deuda de los hogares a los bancos, los cuales a su vez la traspasaron a los gobiernos y estos la endosaron a la Eurozona. Ahora los gobiernos de la Eurozona se encuentran al final de la cadena con una carga aplastante. Los mercados están empezando a colocarle un precio al pequeño riesgo de que colapse todo el sistema financiero europeo —y están reaccionando como corresponde.

Las deudas, que eran insostenibles en el 2008, no son más sostenibles ahora solo porque pasaron de los bancos a los estados. Más aún cuando esos gobiernos gastaron en exceso durante los tiempos de vacas gordas y ahora tienen pocas reservas para lidiar con la época de vacas flacas, que es cuando el presupuesto de los grandes estados benefactores sufre más de la cuenta porque los ingresos tributarios disminuyen y los beneficios sociales aumentan de manera automática.

De alguna forma esta crisis se asemeja a la del 2008, con la misma mezcla tóxica de regulaciones mal concebidas y de riesgo moral. En ese entonces eran los bancos y los títulos respaldados con hipotecas; esta vez son los estados de la Eurozona y sus bonos de deuda. Las regulaciones de Basilea califican a la deuda soberana como libre de riesgo, y cuando se calculan los requisitos de capital, la exposición de un banco a deuda soberana en su propia moneda no aumenta el peso de su riesgo. Y ahora los bancos se están preparando para Basilea III, que los obliga a acumular mayores reservas líquidas y gran parte de estas tiene que estar en forma de deuda soberana.

El Banco Central Europeo (BCE) también subsidió la deuda estatal ya que los bancos podían comprar bonos gubernamentales de corto plazo de países con finanzas débiles y depositarlos con el BCE como colateral para préstamos. Esta era una manera de obtener una ganancia decente de la diferencia entre los rendimientos de los bonos y las tasas de interés de los préstamos —ganancia que fue invertida en más bonos.

Las economías pobres de la Eurozona utilizaron la garantía implícita de que Alemania los rescataría para obtener créditos baratos y aumentar el gasto y los salarios al tiempo que colapsaba su competitividad. Esto facilitó prebendas como pensionarse a los 55 años y darles un bono de $5.000 al año a los maquinistas de trenes griegos si se lavaban las manos.

La Eurozona ahora ha tenido que rescatar a Grecia, Portugal e Irlanda, pero eso solamente crea un problema mayor en el futuro. Si alguien no puede pagar sus deudas, difícilmente se le puede ayudar dándole un préstamo más grande. Esto aumenta la carga total de la deuda y crea la necesidad de más rescates.

Además, debilita a las economías fuertes que tienen que pagar la cuenta. Italia y España ya han pasado de ser salvavidas confiables a convertirse en víctimas potenciales. El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) de €440.000 millones fue lo suficientemente grande para lidiar con países pequeños y de la periferia. Pero será difícil rescatar a España e imposible salvar a Italia. Por eso se ha propuesto duplicar su tamaño.  

Sin embargo, el FEEF puede prestar a bajas tasas en los mercados de capitales siempre y cuando esté respaldado por países ricos con calificación triple A. El segundo país más importante de la región es Francia, pero luego de más de 35 años de gasto deficitario, una mayor garantía francesa podría causar una reducción de su calificación. Si Francia cae, toda la carga recae sobre Alemania, la cual tendría que contribuir con garantías equivalentes a un cuarto de su PIB. Muchos consideran a Alemania indestructible, pero ya cuenta con una deuda pública del 82% y un crecimiento del 0,1% en el segundo trimestre del 2011. Intentar salvar a más víctimas podría terminar hundiendo al barco salvavidas.  

La presunción de que el BCE siempre podrá intervenir es peligrosamente errónea. Ya ha prestado alrededor de $700.000 millones a los países débiles de la Eurozona y a sus bancos. La cartera del BCE ya está muy comprometida y no se requeriría de grandes pérdidas por concepto de dichos préstamos para que la base capital del banco desaparezca —y termine siendo el mismo BCE el que necesite un rescate.

La fe está librando una batalla perdida contra la aritmética. Tarde o temprano Europa tendrá que dejar de subsidiar al fracaso. Con un poco de suerte se puede hacer de manera ordenada, con una reestructuración de la deuda, un plan agresivo de reducción de deuda a largo plazo y reformas para recuperar el crecimiento.

La alternativa es un jaque mate caótico en el que se pospongan las reformas y se transfiera más dinero a economías mal manejadas hasta que las economías fuertes también estén al borde del colapso. Tarde o temprano los rescates se acabarán —ya sea cuando los estados se queden sin dinero o cuando se les acabe la paciencia a los electores. En ese momento los mercados también huirán de las economías grandes de la Eurozona y veremos una serie de moras de pago y crisis bancarias alrededor del Viejo Continente.

Este escenario probablemente acabe con el BCE abandonando toda pretensión de ser un banco central fuerte e independiente e imprimiendo dinero a escala masiva para eliminar sus deudas, al mismo tiempo que licua los ahorros y los fondos de jubilación. Algún día los europeos podrían levantarse y darse cuenta que el euro no se convirtió en el nuevo marco alemán, sino en la nueva lira italiana.

Este artículo fue publicado originalmente en The Huffington Post (EE.UU.) el 24 de agosto de 2011.

* El autor
es académico asociado del Cato Institute y autor del libro In Defense of Global Capitalism (Cato Institute, 2003).

Por Johan Norberg - The Cato Institute