Steve Jobs, héroe capitalista
“Al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios” (Adam Smith, La Riqueza de las Naciones, 1776)
Con la muerte de Steve Jobs, el mundo ha perdido a un genio. Basta dar un breve recorrido hoy por las redes sociales o por los titulares de los principales medios de comunicación para darnos cuenta que ayer la humanidad también perdió a uno de sus más grandes benefactores.
Steve Jobs epitomiza la mano invisible de Adam Smith. Fue un empresario cuyo único motivo fue la búsqueda del bienestar propio. De hecho ese fue uno de sus principales consejos en el ya famoso discurso de graduación de la Universidad de Stanford en el 2005:
“Tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de otra persona. No quedes atrapado en el dogma, que es vivir como otros piensan que deberías vivir. No dejes que los ruidos de las opiniones de los demás acallen tu propia voz interior. Y lo que es más importante, ten el coraje para hacer lo que te dice tu corazón y tu intuición. De alguna manera ellos ya saben la clase de persona que quieres llegar a ser. Todo lo demás es secundario”.
A diferencia de lo que muchos acostumbran a decir en este tipo de discursos, Jobs no instó a los graduandos de Stanford a sacrificarse por ideales nobles o a supeditar sus vidas a un nebuloso bien común. Por el contrario, Jobs apeló a que los jóvenes buscaran sus propios objetivos y siguieran sus propios ideales sin importar lo que otros dijeran.
Y es ahí donde entra la magnífica lección de Adam Smith. Al buscar su propio beneficio, Steve Jobs construyó una fortuna ofreciendo productos que beneficiaron a millones de consumidores. Jobs, al perseguir su interés propio, promovió el bienestar de toda la humanidad. Hoy, el mundo entero se lo reconoce.