El fracaso de Barack Obama frente al problema iraní
Ayer, Estados Unidos se enteró de que Irán estaba conspirando para lanzar un ataque terrorista en Washington DC, donde planeaba el magnicidio del embajador saudí y atentados bomba contra las embajadas saudí e israelí.
Las autoridades americanas desbarataron el complot y presentaron cargos contra los hombres que planeaban llevar a cabo el ataque, pero la audacia de las acciones de Irán subrayan una verdad perturbadora: La administración Obama ha hecho demasiado poco para ponerle un alto al terrorismo de Estado y ha fracasado completamente a la hora de abordar la amenaza iraní.
No hace ni un mes que el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad se presentó ante la Asamblea General de Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York y pronunció un discurso plagado de odio hacia Estados Unidos, de teorías conspirativas sobre el 11 de septiembre, de antisemitismo y denegación del Holocausto. Su diatriba en Naciones Unidas se ha convertido en un ritual anual, pero como hemos visto ayer, la representación de este año tuvo lugar mientras el gobierno de Ahmadineyad intentaba atacar a Estados Unidos — un hecho del que el presidente Barack Obama se enteró en junio de este año.
Se informa de que después de presentar las acusaciones contra Irán, la administración Obama busca utilizar los hechos como palanca para “unir al mundo” contra Irán, diciendo el vicepresidente Biden: “Esta es la forma más segura de poder conseguir resultados”. Mientras tanto, la secretaria de Estado Hillary Clinton señaló que el complot “se pasa de la raya e Irán tendrá que responder por ello”. Irán, sin embargo, ya se pasó de la raya hace tiempo, fuese con la consecución ilegal de armas nucleares, o por su llamamiento a la erradicación de Israel, o su apoyo al terrorismo, su entrometimiento en Irak, o bien su interferencia con los movimientos pro-democracia en Oriente Próximo. Incluso sin las acusaciones de ayer, la administración Obama tenía multitud de razones para tomar el liderazgo en la confrontación contra la amenaza iraní, pero ha fracasado estrepitosamente en ello.
El 28 de junio de 2011, la Casa Blanca publicó su “nueva” Estrategia Nacional de Contraterrorismo. El documento de 19 páginas hace referencia a Irán solamente una vez. El asunto del terrorismo de Estado es virtualmente ignorado. En agosto, el Grupo de Trabajo Contraterrorista de la Fundación Heritage criticó a la administración por no hacerle frente a la amenaza:
La estrategia del presidente presta insuficiente atención al terrorismo patrocinado por estados, que va a ser una fuerza a la que tener en cuenta de forma creciente. Irán es uno de los más destacados y agresivos patrocinadores estatales del terror y sus protegidos —tanto Hamás como Hizbolá— representan amenazas potencialmente graves. Además, los cárteles criminales transnacionales de México están tomando el carácter de redes terroristas de forma creciente.
Ahora vemos que aquellas críticas estaban bien fundadas y la amenaza de Irán lanzando un ataque en tierra americana estuvo muy cerca de convertirse en una realidad mortífera. El Grupo de Trabajo Contraterrorista de Heritage afirma que era una amenaza que no se podía ignorar:
El triángulo de hierro del terrorismo patrocinado por estados —Irán, Hamás, Hezbollah— es potencialmente una amenaza tan significativa a los intereses de Estados Unidos como una reconstituida al-Qaeda. Irán sigue siendo el mayor patrocinador estatal del terrorismo en el mundo. Romper el triángulo solo puede conseguirse llevando la libertad al pueblo bajo la tiranía de los líderes que hay en Teherán — cambio que ha de acontecer desde dentro del país.
La administración Obama, hasta la fecha, ha seguido la doctrina Obama — una política exterior que llama a Estados Unidos a relacionarse con sus enemigos en vez de confrontar directamente la amenaza del terrorismo patrocinado por los estados. Es una actitud y una postura estratégica omnipresente en la retórica del presidente Obama — abjurar del excepcionalismo americano, dejar pasar la oportunidad de hablar bien en alto para promover la expansión de la democracia en Oriente Medio, evitar condenar el despiadado régimen del presidente sirio Bashar al-Assad, ofrecer débil apoyo a Israel y no condenar a aquellos que amenazan la misma existencia del país, y presentar una imagen de acomodación y ambivalencia en lo internacional. La estrategia de Obama invita a la agresión y deja al pueblo americano menos seguro como resultado de todo ello.
La administración debe finalmente cambiar de rumbo. El experto de Heritage James Carafano escribe que Estados Unidos está en todo su derecho de responder militarmente y de forma proporcional contra objetivos adecuados, viables y aceptables (en muchos aspectos, la situación es similar a operaciones militares llevadas a cabo contra al-Qaeda en Pakistán). (desde varios puntos de vista, la situación es similar a las operaciones militares conducidas contra al-Qaeda en Pakistán). Debería imponer y llevar a término las más fuertes sanciones, ajustar las campañas de comunicación diplomática para desvelar los abusos de derechos humanos del régimen, reducir el entrometimiento de Irán en Irak y rescindir y reescribir su actual estrategia contraterrorista.
Se ha terminado el tiempo de los discursos floridos y la relación benévola con los enemigos jurados de Estados Unidos. El presidente Obama debe despertar al hecho de que Irán y países como este suponen una muy real amenaza para Estados Unidos, sus amigos y sus aliados y deben tomar acciones proactivas para protegerse de aquellos buscan hacerle daño.