POLITICA: POR EL DR. ENRIQUE GUILLERMO AVOGADRO

Silencio y salud

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida” (Miguel de Cervantes Saavedra)

16 de Octubre de 2011

No por sabida resulta menos llamativa la velocidad con que algunos de los jueces federales en lo Criminal han renovado sus contratos de alquiler con el oficialismo, ante la certeza de que éste se hará, dentro de siete días, con el poder absoluto por cuatro años más.

La condición esencial de esa renovación es el silencio y la tranquilidad que reina en las mayores causas por corrupción de la Argentina, en una panoplia que contiene a los Shocklender, a las Madres de Plaza de Mayo, a Ricardo Jaime, a Julio de Vido, a Felisa Miceli, a los propios Kirchner, a sus secretarios privados, a empresas tales como Lafsa, Southern Winds, Skanska, Electroingeniería, hasta operaciones delictivas como la mafia de los medicamentos adulterados, las cuantiosas defraudaciones con troqueles, el transporte de drogas a Europa en aviones públicos y privados, y una profusa lista que parece haber desaparecido de la memoria de los argentinos que, el 23 de este mes, dicen que votarán masivamente para renovar el mandato a doña Cristina.

Tampoco la cantidad enorme de libros que, en estos días, pueblan los estantes porteños describiendo lo profundo que ha entrado la corrupción en el tejido social de la Argentina –desde “La Ejecución”, “El Mal”, “El Rekaudador” y tantos otros- parece incidir en esa decisión electoral. Leopoldo Lugones diría que “hemos adquirido un confortable tejido adiposo, pero nos hemos empequeñecido de corazón”.

Sin embargo, el ex Presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, con su “sincericidio” de esta semana, ha puesto, en blanco y negro, qué puede significar y qué consecuencias puede producir la corrupción. Nadie ignora que la radicación de la ex Botnia en tierras orientales se debió, sobre todo, al excesivo “precio” que le exigían las autoridades argentinas para instalarse aquí. El insólito respaldo oficial, en todos los niveles, a los asambleístas de Gualeguaychú -¿recordamos que don Néstor (q.e.p.d.), rodeado de gobernadores, calificó a sus protestas como “causa nacional”?- tuvo su razón de ser en la tentativa de modificar la decisión empresaria y no, por cierto, en la prohibición de operar a una planta que no contamina en absoluto.

Si el pedido de una coima excesiva pudo llevarnos a enfrentar la posibilidad de una guerra inimaginable con una país que es más que hermano, y si todas las ONG’s que miden a los países nos ubican en el fondo de sus tablas, resulta insólito que su percepción no figure entre las mayores preocupaciones de los argentinos. Sobre todo cuando, transferida al interior de nuestro país, se transforma en un verdadero genocidio, tal como lo describí en (http://tinyurl.com/3fooubc); nótese que, cuando escribí esa nota, aún ignoraba que, desde lo más alto del poder, se estaba matando a los enfermos de cáncer, de hemofilia y de HIV.

La miseria, el hacinamiento, la falta de oportunidades, hacen que cada vez más chicos sean exterminados mediante el consumo del “paco” que producen las “cocinas” de la droga toleradas por el poder político, su verdadero socio, que nos está empujando, como país, al camino de Colombia y México. Aún así, pese a que habría que ser ciego para no enterarse del tamaño que ha alcanzado esta calamidad, los argentinos no reaccionamos, y seguimos votando a quienes tanto han hecho para instalar el flagelo.

Santiago Kovadloff y Mariano Grondona, cada uno en magistrales opiniones vertidas esta semana, han puesto en el candelero el tema, también ignorado por la mayoría concuspicente, de la persecución a militares, policías y civiles que, sin condena, se pudren en cárceles comunes de todo el país. Para justificar una prisión, basta que la Secretaría de Derechos Humanos, a cargo del ex guerrillero Eduardo Luis Duhalde, convenza a alguien de mentir descaradamente, de desdecirse de antiguas declaraciones, de inventar hechos y circunstancias.

A partir de eso, se destruye todo el andamiaje jurídico que nos había convertido en una nación civilizada: los principios de legalidad, de ley anterior al hecho, de inocencia, de juez natural, etc.. Se montan parodias de juicios en los cuales, a falta de pruebas, se recurre a generalidades, cuando no a fantasías, que terminan en sentencias simplemente calcadas. La imprescindible contribución y la complicidad de los Tribunales federales en esta farsa es otra de las razones para la renovación de los contratos de alquiler a los que me referí más arriba, ya que los jueces siguen las directivas que a través de don Lorenzetti, reciben del Ejecutivo; no fue irrazonable ni gratuito el regalo de una Constitución Nacional que Alfredo Astiz le enviara esta semana al Presidente de la corta Corte.

El otro tema de la semana, obviamente, ha sido el nuevo episodio que afectó la salud de la Presidente, en camino a su reelección por cuatro años. El Gobierno debiera tomar conciencia de que se trata de un asunto de interés institucional y público, sobre todo en un régimen construido, exclusivamente, como “cristino-céntrico”.

Si éste fuera sólo una simple lipotimia, algo que alguna vez le toca a todo el mundo, seguramente no tendría trascendencia alguna. Pero la reiteración y, sobre todo, el prolongado lapso que implica, en el caso de doña Cristina, superar el incidente, resulta hartamente preocupante por el momento crucial que vivimos.

La señora de Kirchner se enfrenta, con certeza, a un nuevo período presidencial y, entonces, la Historia recupera su importancia. En 1973, los argentinos debimos, por la muerte del Gral. Perón, contemplar cómo heredaba el mando su mujer, Estela “Isabelita” Martínez; quienes contamos con los años suficientes, recordamos en qué se transformó el país, cuando terroristas de ambos lados –ERP y Montoneros vs La Triple A- lo convirtieron en un campo de guerra abierta, plagado de asesinatos y de bombazos.

No quiero establecer un parangón con la actualidad, pese a la vocación retroactiva del Gobierno, cuyo reloj atrasa sesenta años. Sin embargo, algunos de los peores rasgos de prepotencia y abuso del “modelo” han tenido al candidato a Vicepresidente, don Amado Boudou, como su principal apologista; es entonces cuando el tema de la salud presidencial cobra particular importancia.

¿Alguien se imagina qué sucedería en la Argentina, y en el grupo gobernante, si Ella se viera impedida de continuar ejerciendo su cargo? Porque la realidad es que todo el proyecto de poder se apoya, con exclusividad, en doña Cristina y, a su alrededor, no hay quien pueda aspirar, con éxito, a heredarla. Basta con mirar qué sucede entre la señora de Kirchner y su más humilde y rastrero servidor, don Daniel Scioli, el único con caudal electoral propio y, en cierto modo, comparable. ¿Cómo se dirimiría, entonces, el conflicto?

En fin; ya falta muy, muy poco para que los argentinos se expresen y, al día siguiente, se enteren cuál será la opción que elija la Presidente ante las ciertas y seguras encrucijadas que tendrá enfrente y que ya he descripto (http://tinyurl.com/3esed87) con precisión.

Simplemente espero que, si las libertades individuales –entre otras, a informarse libremente- comienzan a ser conculcadas, todos recordemos la recomendación del Quijote a su escudero.

Por el Dr. Enrique Guillermo Avogadro, para El Ojo Digital Política