En el país de los maltratados, el maltratador es rey
No hay peor maltrato, que decretar la muerte de alguien que está vivo y peor aún escribirle el epitafio. Como escuché alguna vez, "no se puede hacer inexistir a una persona", porque se la deja "encerrada afuera"...
No hay peor maltrato, que decretar la muerte de alguien que está vivo y peor aún escribirle el epitafio. Como escuché alguna vez, "no se puede hacer inexistir a una persona", porque se la deja "encerrada afuera". ¿Se puede estar encerrado afuera? Si, se puede, se puede cuando uno por la acción o inacción de un otro, queda excluido de manera sorpresiva e inexplicable de un lugar o situación en la cual estaba "como en su casa", cuando por esa acción se produce el exilio del "encerrado afuera". Es una especie de muerte y no debe haber cosa más espantosa que ser decretado muerto-vivo, Sócrates prefirió la cicuta, la muerte real, al exilio decretado por otro, muerte simbólica. La muerte simbólica es un dolor atroz, la otra es un segundo y ya está.
Como psicoanalista, mi terreno habitual son las preguntas que abren preguntas, pero hay cuestiones que hasta que no le encuentro la vuelta, no dejo de pensarlas, son aquellas que tienen que ver con la injusticia, y estoy segura que decretar la muerte simbólica de alguien es un abuso de poder, un maltrato y por lo tanto una injusticia. Y eso no me lo banco.
¿Porque, el ensañamiento con la Dra. Carrió?, me pregunté cientos de veces y esta es la vuelta que le encontré.
En un país, donde el maltrato de los hijos por parte de los padres y de muchos adultos es habitual, se están produciendo generaciones de maltratados, y maltratadores (Eva Giberti, Los malos tratos y las violencias contra niñas y niños, Actualidad Psicológica, Julio del 2002) El problema es que el maltrato sufrido da lugar a unos y otros. El maltratado, para protegerse de semejante ignominia sufrida, anula la capacidad de pensar, el maltrato corta las cadenas de pensamiento, anulando así el criterio, así se naturaliza el maltrato, porque "el viejo, la vieja, la vida, quien sea, es así y no hay vuelta que darle" y produce gente sometida. Hay otros que frente al maltrato sufrido, toman otro camino, como defensa se identifican con el agresor, convirtiéndose a su vez en maltratadores, no sufren, hacen sufrir al otro. Esta vuelta de tuerca, los hace aparecer ante los ojos del maltratado como más fuertes, más vivos, más piolas, y secretamente el maltratado lo ¡admira! por ese motivo, porque le encontró una vuelta distinta al sufrimiento que padeció.
¿Ahora, que pasa cuando alguien valiente, se anima a denunciar al maltratador? En lugar de agradecerlo, ambos, atacan a esa persona, ya que ninguno de los dos, ni el sometido, ni el sometedor, quieren que la situación cambie, el sometido por cobarde y el sometedor por conveniencia. Pero, hay algo más, ambos, maltratado y maltratador, son envidiosos. La envidia es considerada el peor de los pecados capitales, por el siguiente motivo: todos los demás pecados, dañan lo odiado, el otro o uno mismo (parece mentira ¿no?, pero uno puede odiarse a si mismo y dañarse), pero la envidia ataca y trata de destruir no lo odiado, sino lo amado, lo deseado, que el otro envidiado tiene o es. Y esto por la sencilla razón, que el envidioso, siente, cree, que jamás va a poder ser como aquel o aquella que secretamente admira, o tener lo que ese otro tiene. Es tan intenso el dolor anímico que ver eso que cree que jamás va a ser o poseer le produce, que el único expediente que le queda a mano es destruirlo. Y entonces se ensaña, en su tarea destructiva. Hay destrucciones brutas, visibles, que por lo menos le dan al envidiado, la posibilidad de defenderse, pero hay otras, que son sutiles, arteras, rastreras, despreciables, son aquellas que se presentan adornadas de buenas maneras, destrucciones de guante blanco, las que se esconden, por ejemplo, bajo la máscara de un aparente panegírico y rimbombante "reconocimiento". Estas son insidiosas, bajo la careta de las buenas maneras, y presentándose como un "homenaje", se esconde la destructividad más despiadada, porque "convence" con su apariencia al descuidado, no le permite pensar, discriminar, coloniza, pervierte, presenta como blanco lo que es de negras intenciones.
¿Y si esa persona, además de valiente es digna y a pesar de las intenciones mortíferas que ciernen en torno a ella, sigue denunciando el maltrato pasado, presente y posible en el futuro? Entonces pasa lo que actualmente, está sucediendo, se decreta la muerte simbólica de esa persona.
Somos muchos los que sabemos que esto es lo que se está haciendo actualmente con la Dra. Carrió, no los suficientes todavía. Somos muchos, no los suficientes todavía, los que nos oponemos a aceptar su muerte simbólica. Es la creadora de un espacio político nuevo, diferente. Y somos muchos, no los suficientes todavía, los que vamos a seguir adelante, no importa el tiempo y el esfuerzo que nos depare, porque como dijo Elisa Carrió, "Cuando matan al mensajero es porque el mensaje es verdadero. Muere el mensajero, pero el mensaje vive, no se lo puede matar. Porque no se puede matar lo verdadero".
* La autora es Licenciada en Psicología (Mat. 45293). Pertenece a la Agrupación Juan B. Justo MDP, Coalición Cívica.