Carta del comandante Francesco Schettino, del Costa Concordia, a "Ella"
Inédita misiva que hallara recientemente El Ojo Digital, escrita por el comandante de la nave que naufragara hace pocos días en el Mar Mediterráneo. Traducción del italiano confeccionada por el Licenciado G. Bunse.
Prigione de Grosseto (Toscana), Italia; 20 gennaio 2012
Cara y estimadísima Signora mía;
Prima di tutto, mi scusi per il disagio che sto causando.
Io sono il Comandante del Costa Concordia, Francesco Schettino e da sfortuna... sto scrivendo dalla carcere de Grosseto... Sono stato in prigione per aver abbandonato la nave. ¡Porca miseria!
Ecco qui... in una cella di prigione perché mi sembra che nessuno capisce me nonostante il fatto che la maggior parte della nave (più di 54 per cento) mi amava moltísime soltanto 3 giorni fa.
Giuro che ho ricevuto applausi enormi da quasi tutti coloro che era sulla nave...
Quien esto escribe va a traducir esta parte (aún inédita) y luego ha de continuar con toda la carta completa en español, para su mejor lectura:
Querida y estimadísima señora mía;
Ante todo, mis excusas por la molestia que le estoy causando.
Soy el Comandante del Costa Concordia, Francesco Schettino y, por desgracia, le estoy escribiendo desde la cárcel de Grosseto. Estoy en prisión por haber abandonado la nave.
Aquí, en una celda de la prisión porque me parece que nadie ha comprendido el hecho de que la mayor parte del barco (más del 54%) me amaba muchísimo... hace solamente 3 días.
Le juro que he recibido enormes aplausos de casi toda la gente que estaba en la nave.
Pero, fíjese Ud., estimada Señora, cómo las cosas cambian súbitamente... por una circunstancia que sin dudas la atribuyo a la incomprensión.
La gente es desagradecida. Básicamente, turra y desagradecida.
Nota de G. Bunse: pido perdón por las palabras, pero ellas resultan de la traducción textual del Comandante quien, al parecer, se encontraba más furioso que Guillermo Moreno con Papel Prensa.
La gente es un panqueque, querida Señora.
Sólo porque me alejé un poco del barco, ahora dicen que soy lo peor del mundo. Si pudieran pisarme la cabeza, lo harían.
Yo los quería a todos... esos mal nacidos (Schettino emplea otra palabra).
Había derramado lágrimas al verlos a todos ellos. Felices, agitando pañuelitos en mi homenaje.
Participé con ellos de los festejos después de la partida, y una multitud de gente reunida en los salones de ese mundo singular me ovacionó.
Por eso, me permito aconsejarla, Señora mía... con todo respeto. Porque sé que Usted, seguramente, se va a sentir tentada una y mil veces de abandonar su barco. Me dijeron que, ya dos veces, se quiso tomar la chalupa. Y con lo que se le viene, creo que eso va a ser un caos.
Siempre hay razones y siempre hay excusas. Ya lo verá Usted, Señora.
Llega un momento que la situación se vuelve totalmente insostenible...
Empieza a entrar el agua, es de noche y créame que, como me decía mi padre (que era soldado de Mussolini): “Generale in fuga serve per un'altra guerra”.
Es una sensación muy fea: si uno se queda, lo linchan...
Usted sabe que aquellos que nos rodean, así como mi tripulación, son un verdadero cenáculo de alegres arrodillados.
Yo tenía mi propia "Cámpora" en miniatura, en este barco del infierno (en verdad, el Comandante no dice infierno; emplea otra palabra irreproducible).
Todos siempre, me daban (igual que a usted), vivas muestras de un respeto solemne y confiable para seguir luego con el ritual del beso de las alfombras…
En mis reuniones con la tripulación, eran todos tan obsecuentes que me daban asco: los moscardones verdes salían del puente de mando, haciendo arcadas...
Una perfecta letrina de rastreros, ocupados, día y noche, en alguna o en todas las conductas que mejor resulten agradables a la vista y a los oídos del que comanda. Y el propio Jefe de Puerto, ¿vio cómo me trató?
Fíjese Usted, Señora, que lo sabe bien por haber visto otros naufragios.
Me refiero, Señora, a toda su oposición, que tiene una importantísima cuota de responsabilidad en lo que fue su gran ascenso al trono de Comandanta, por cuanto esa oposición -con total independencia de su naufragio histórico y masivo- jamás se ocupó de lanzar alguna advertencia sobre que Usted solita en el puente de mando podía llegar a significar una catástrofe... en cualesquiera de las noches de su derrotero. Y, en verdad que anda Usted con una suerte de oro (el Comandante no emplea la palabra suerte, precisamente).
Sabrá Usted, Señora mía, que me acerqué demasiado a la isla de Giglio.
Siempre uno se acerca a cualquier cosa peligrosa, a cualquier silueta que es una asesina silenciosa... sin darse demasiada cuenta.
¿Se acuerda, cuando Usted, muy alegre y sonriente fue a verlo a Muammar Khadafy en noviembre de 2008 con toda su tripulación, tan infame como la mía?
Ahí -confiéseme-, casi le pegó Usted a una roca del fondo... como yo. Mire lo que le dijo Usted misma, a ese pichón de verdugo:
- Yo también, al igual que usted que es líder de la Nación Libia, hemos sido muy similares. Hemos sido militantes políticos; desde muy jóvenes, hemos abrazado ideas y convicciones muy fuertes y con un sesgo fuertemente cuestionador al status quo que siempre se quiere imponer para que nada cambie y para que nada pueda transformarse".
(¿Era verdad todo eso...?)
¿Se da cuenta Usted de que uno se acerca a las piedras y no lo sabe?
Y no le digo nada de cuando Ud lo recibió al líder de Guinea Ecuatorial y lo tuvo que invitar a que se retire del país... cuando Alejandro Guido Antonini Wilson se le metió en la Casa Rosada y le sacaron una foto... cuando su amigo Sergio Shoklender se la llevó "toda"... de la caja de su difunto marido...
... O cuando le pagaron a Procusto para que la ponga en un bote de goma a usted y a su esposo, porque los números de su fortuna no cerraban ni para el nene mío que me trae el cambio cuando compra caramelos.
Y tengo cien ejemplos para darle... qué se yo.
¿Se acuerda cuando la recibió a la madre de la niña Candela? ¡¿Qué piedrita esa, eh?!
Un poquito de oleaje de la derecha... y se ponía la nave de sombrero.
Islas de Giglio hay por todos lados, Señora mía. Y la piña, uno se la puede pegar en cualquier momento. Créame.
¿Y sabe por qué, Señora? Un poco, uno se la pega... por soberbio. Por hacerse el cancherito, ¿vio?
... Por la figuración, por las caritas de soberbia que uno pone para disfrutar del terrible vapor de la vanidad que a uno lo envuelve cuando irrumpe en un lugar y todos lo aplauden como siervos.
No les pague más a los que la aplauden, Señora... Hágame caso.
Un acto de amor que quise tener con los familiares de uno de los míos, en ese villorio de pobres de esa isla de m.... (igual que usted suele hacer) y... ¡zas! Bajo el agua, estaba esperándome el final de mi vida.
Hoy nadie dice que, una hora antes, estaban todos aplaudiendo...
Y le aseguro que, como le sucede a Usted, la causa de tales gestos de mi parte y de semejante generosidad que me adorna, resultan de un criterio ideológico progresista igual al suyo, protectivo de los derechos del trabajador. Pero desde una izquierda que -Usted y yo lo sabemos- es falsa y recontra burguesa, pues gusta de los Rolex de oro y de los zapatitos.
Pero eso... no tienen por qué saberlo los imbéciles.
Me dicen ahora que yo les mentí. Que, cuando nos estábamos hundiendo, no les avisé nada...
Usted sabe bien, Señora:
A Usted y a mí, nos pueden guillotinar por lo mismo... Un poco hay que mentir, Usted lo sabe.
Pero fíjese qué injusticia... Usted les miente hasta cuando les dice "buenos días", y yo, que quise no alarmar, ahora me van a colgar de los pies
(el Comandante menciona que lo van a colgar de otra parte, irreproducible).
Acéptemelo, Señora: una y mil veces, en sus apariciones públicas -tal como ocurre con una expectoración- se puso Usted a enunciar un enorme catálogo de números macroeconómicos, todos los cuales eran nada más y nada menos que un boleto... La más falsa producción del último "pan caliente" que le había dibujado el INDEC. Casi como un delivery de la mentira. ¿Lo ve? ¡Usted miente como para hacer dulce, Doña!
Usted hace cualquier cosa que encaje dentro de su baldío ético.
Y eso es sinónimo, incluso, de la peor demasía.
De cualquier estremecedora barbaridad, que sabe Usted bien, le ha de estar permitida por esa Constitución agujereada que tienen en ese país, cuyo texto usan para poner debajo de la pata de alguna mesa... de esas que se mueven un poco.
Ni la multitud de actos de corrupción que Usted deja perpetrar a la luz del día, ni los desastres que le permite el abuso salvaje del poder, ni las mentiras que tira a mansalva, le importan a nadie un bledo.
Para despedirme, quiero pedirle por favor si acaso aceptan juzgarme en su país. Necesitaría, Señora, un trámite acelerado de ciudadanía. Como el que le hizo una vez su marido a un amigo que Usted conoce...
Y, si es posible, que empiecen juzgándome en Río Negro. Y, más o menos a los 25 o 30 días, le pasen la causa al fuero federal, al terrible muñeca quebrada del Juez Procusto (quelo qui lavora sempre a poppa).
PD: Si se baja de la nave, aléjese bien. No sea boba: no atienda el teléfono, como hice yo.
Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política
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