POLITICA: POR EL LIC. GUSTAVO ADOLFO BUNSE

La Náusea

La Argentina… ya no es nada… Y a nadie le importa un cuerno. El honor... es un enfermo… Y la ley… está postrada. Aquí… respirar, se paga. Y el que cobra… es el gobierno. Todo parece un infierno… Porque opinar es delito. El Congreso… es un garito… Y la Náusea... está en la entrada (G. A. Bunse - Poemas de la Argentina trágica)

05 de Febrero de 2012

Ella ha creado un organismo de monitoreo de los diarios digitales (Dirección de Seguimiento y Monitoreo, Jefatura de Gabinete de Ministros).

Por decir lo menos, es un verdadero aborto de la naturaleza...

Lic. Gustavo A. Bunse, Twitter oficialUn engendro... que repugna a cualquier óptica esencial de la libertad.  

Un proyecto de mordaza, propio de su obsesión por violentar la libertad de expresión en cualesquiera de sus formas... Un disparate del más profundo cuño calvinista, que sólo puede ocurrir en una Venezuela o en esta comarca, por ahora muy mal disfrazada de no ser una Venezuela.
     
Fue ella y sólo ella quien, paso a paso, fue diseñando este esquema de control dirigista de baldío.  

Por cuanto es ella -¿quién otra?- la obsesionada por comandar lo que digan los medios de comunicación. Para eso, ya tiene varios “boletines oficiales”, empezando por Tiempo Argentino y Página 12, que son verdaderos bandos de la realeza, coloreados a su antojo en un molde laudatorio que destila un servilismo deleznable.

Podría decirse que, mucho más allá de Clarín -un medio inexcusable por haber estado absolutamente arrodillado a su servicio-, lo de ella es una enfermedad... Un enorme trauma de tipo paranoide, algo mucho peor que una caracteropatía.

Una excrecencia, diseñada casi como si fuera la hija putativa de la Ley de Medios aunque, armada por fuera -jurídicamente- de esta.

Su idea fija, cada mañana, es hablar de este tema.

Da náuseas.

Puso a dirigir esta oficina estalinista a esa conocida ralea infamante de jóvenes tan “distintos”, egregios, ilustres... la supuesta reserva moral de nuestra Nación, embrión de la lucidez y el patriotismo... esperanza de la nobleza más pura para el devenir de la República Argentina.

Son el apriete y la violación de la libertad de expresión... Dan náuseas.

Deseo decirles claramente -enérgicamente- a estos jóvenes solemnes, forrados en sueldos astronómicos que, aún sin representar a nadie, me animo -en mi nombre personal y en nombre de más de trecientos medios privados de difusión de opinión- a decir que jamás dejaremos de decir lo que pensamos. Y que nos importa un bledo vuestro innoble castigo.
 
No tienen excusa posible. Y no pueden ya, ni siquiera, inventarla.

Deseo que, al fondo del túnel, haya un calabozo para todos. Lo que les corresponde: la ergástula para los rastreros del mal.

Que sean juzgados por la estricta letra de la Constitución, por jueces de verdad y que, alguna vez en la vida, tenga andamiento la vindicta pública en esta comarca de ovejas. Sólo por haber imaginado que pueden callar a quien quiera expresar libremente sus ideas, son la peor lacra de las instituciones republicanas.

Ojalá que sea esta, y no otra, la primera opinión que caiga dentro del monitoreo de estos aprendices de Torquemada.

Dirección de Seguimiento y Control de MediosTodas las actividades, los gestos, las acciones y hasta las intenciones que han de producir, serán espasmos de su mercenarismo, reflejos de vulgar improvisación, falsificaciones y conductas absolutamente truchas.

Deben saber que producen náuseas, aún cuando la obediencia debida, en algún momento, pueda ser invocada por todos... para evitar el castigo por esta enorme aberración contra la libertad que están perpetrando.

Dan náuseas, a simple vista.
 
Y aquí, la repugnancia parece insuficiente como reacción fisiológica.

Todo es un formidable montaje realmente infamante y de una artificialidad tan elemental, que insulta a la inteligencia de cualquiera.   

Son todos cómplices frenéticos en la más explícita delincuencia.

Y hasta la Corte Suprema de Justicia -que debería zamarrear a los jueces delirantes que avergüenzan toda la República permitiendo estas demasías junto al Consejo de la Magistratura- permanece absolutamente muda. Esa Corte Suprema que tenemos en la comarca, tomada por algunos como el supuesto paradigma de la independencia de poderes, no es más que otra enorme cueva de complicidad y del mayor desdén antirrepublicano.

Y de los legisladores, olvidémonos ya: a partir de ahora, sólo deberemos esperar los actos más simples de una brutal cohonestación rastrera de ellos hacia cualquier voluntad extravagante de la Corona.

Todos son parásitos de la misma escoria social, sin ninguna excepción.

En este país de fantasía, ningún funcionario va preso por estafa colectiva y ningún gobernante es destituído por manipulación social en concurso real con la falsificación flagrante de su gestión. Por eso, todo da náuseas.

No se tenga la menor duda: ella marca -y seguirá marcando- los pasos de este minué de Poitou.

Así que el famoso organismo de Seguimiento y Monitoreo, esa gran boca séptica, vomitadora del derecho más inalienable… y fusiladora de la libertad más augusta... es, pues, el claro invento estalinista de la mayor hipócrita latinoamericana que haya conocido la Historia.

Ella es la autora, no sólo de eso, sino de toda esta bacanal.

Pues lo único que nos consta aquí son el fraude moral y la estafa política.
      
Ella necesita ser atacada, y para eso ha diseñado un juego de cámaras en primer plano que la hacen aparecer, con sus mil gestos... desde los ojos llorosos hasta la sonrisa oblicua y burlona, para finalizar luego su propia representación. Debiendo aclarar que se encuentra en estado de emoción… por el extraordinario amor que siente hacia todo el Pueblo.

Algo verdaderamente conmovedor, a lo que habría que prestar atención, por cuanto se trata de un espectáculo de detalles singularísimos y de unos efectos especiales, arrancados… a pedazos… de una comedia de Moliere. ¿Cómo contener las náuseas?

La conciencia crítica... es casi un acto íntimo.

Una persona hipócrita no ignora que está diciendo algo que no piensa ni siente. Sabe perfectamente, cuándo y cómo engaña a la gente con sus actos y con cada una de sus palabras.

Con un vestigio mínimo de moral, suele sentir el regusto amargo de saber que se la reconoce y se la aplaude. por lo que, en verdad, no es.

Sueña con poder ser, en realidad, alguna vez, aquello por lo que recibe efectivamente la adulación o el reconocimiento social.

Pero es en vano.
  
Se desespera en la intimidad por la certeza de que eso jamás ha de ocurrir.

Si quiere recibir ese reflujo de halagos en potencia simétrica con lo que dice que irradia, deberá seguir, necesariamente, engañando a todos.

Deberá seguir, en suma, siendo lo que es: una gran hipócrita.

Varios emperadores romanos necesitaban la sonora ovación del ágora. Algunos pudieron percibirla en toda su amplitud de espontaneidad.

Otros no. Como Vitelio, Nerón y Cómodo, que mandaban a sacar de las casas a toda la población de Roma, con grupos de soldados, a lanzazos, y las arrastraban hasta el ágora... sin decirles la causa.

Los vigilaban desde atrás: al que no vitoreaba en modo estrepitoso, lo separaban de la multitud y lo ataban de un pie, para arrastrarlo luego con un caballo, hasta morir.

Llegaban a tener actos de verdadera contrición. Y lloraban después, amargamente, entre sus consejeros... diciéndoles que sabían que toda esa multitud era algo totalmente falso, irreal y que en verdad, sufrían porque nadie los vitoreaba en forma espontánea.

Un rapto fugaz de conciencia crítica.

Pero todas las semanas hacían lo mismo: llamaban a un cónsul y le ordenaban colmar el ágora con ciudadanos romanos, llevados a empellones, ancianos, niños y todos los que ocuparan una vivienda en Roma, sin excepción.

El gran miedo y la mutilación moral convertían a todo ese espectáculo impresionante del ágora en un paisaje de clamor ortopédico.

Un enorme sofisma popular de expresión pública condicionada, vigilada y mañosamente construida sólo para el placer del Emperador y para el efecto óptico generalizado. Para lograr un aplauso esencialmente falso, transido de vapores de terror, de escarmiento y de extorsión.

En estas artes, un espectáculo aparte lo constituye la alucinante fauna de empresarios con su cuerpo entrenado para convertirse, en medio minuto, en una gran alfombra persa para ser pisoteada por la Monarca.

Reptantes profesionales, que no descansan hasta no sentir el pie encima.

Dan náuseas. Todo, en la comarca... da náuseas.

Y ahora lo peor: esa Oficina de Monitoreo de páginas web y diarios digitales no se compensa ni siquiera con el contrafacto de la náusea.

No alcanza con ella. El vértigo se nos expande hacia la petrificación.

¿Esto es lo que ha votado el 54% de la gente?

Pues mi esperanza candorosa es que, a la mayoría de ellos que vea y entienda un poco de este engendro, sienta náuseas...

... como yo.


Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política
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Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política