ESTADOS UNIDOS: POR MIKE BROWNFIELD

El fracaso de la Doctrina Obama

Hace tres años, el presidente Barack Obama se propuso remodelar la política exterior americana según una fórmula de su propio diseño. Era por este estilo: La que la Casa Blanca trataba con los enemigos y menoscababa a los aliados, pedía disculpas por el excepcionalismo americano...

28 de Febrero de 2012

Hace tres años, el presidente Barack Obama se propuso remodelar la política exterior americana según una fórmula de su propio diseño. Era por este estilo: La que la Casa Blanca trataba con los enemigos y menoscababa a los aliados, pedía disculpas por el excepcionalismo americano y favorecía el “poder blando” de los tratados y las organizaciones internacionales. Esta “Doctrina Obama” se hizo a medida para mejorar la reputación supuestamente a la baja de Estados Unidos en el escenario global. Hoy vemos el resultado desastroso de una doctrina equivocada.

Barack ObamaMedio Oriente es un punto lógico para empezar una retrospectiva de la Doctrina Obama, una región donde las crecientes aspiraciones del presidente han sido pisoteadas por la realidad sobre el terreno. Comenzando en Irán, Obama buscó la forma de tratar con un régimen dirigido por un hombre que ha llamado abiertamente a la destrucción de Israel. Mahmud Ahmadineyad no se dejó calmar por la ofensiva de encanto del presidente y ahora, incluso con la amenaza de sanciones que se agravan con el tiempo, Irán está endureciendo su retórica, amenazando con cortar un cuarto del suministro energético mundial y camino de poseer un arma nuclear. ¿La respuesta de la administración Obama? Amonestar a Israel por considerar un ataque contra el homicida régimen iraní.

También Siria es un ejemplo más del fracaso de la Doctrina Obama. El presidente llegó al cargo esperando poder tratar con el régimen hostil de Bashar al-Asad y reblandeció sus críticas de la violenta represión de Asad contra los manifestantes antigubernamentales. ¿El resultado? Siria ordenó atacar la embajada de Estados Unidos en Damasco, amenazó al embajador y hasta la fecha ha matado a más de 7,500 sirios que se enfrentaron al gobierno autocrático.

La incapacidad del presidente de discernir entre amigo y enemigo en asuntos exteriores le dejó desprevenido también frente a la Primavera Árabe del pasado año y eso ha dejado en vilo a Estados Unidos. En Egipto, el presidente dudó cuando el pueblo llamaba a la defenestración de Hosni Mubarak, aunque finalmente terminó apoyando su caída. Ahora, sin embargo, la Hermandad Musulmana está a punto de conseguir el poder, el tratado de paz con Israel se ve cuestionado y los trabajadores americanos dedicados a la defensa de la democracia se enfrentan a juicio penal. En Libia, los aliados europeos forzaron al presidente a actuar, se retiró tan pronto como fue posible y el país sufre creciente inestabilidad mientras sus milicias son acusadas de crímenes de guerra. Nada de lo anterior es en favor de los intereses de Estados Unidos.

En cada uno de estos casos, hemos sorprendido a la administración Obama liderando desde atrás, con incertidumbre sobre el papel que Estados Unidos debía jugar o sobre cómo reaccionar, en vez de tomar acciones claras y con asertividad para defender los intereses nacionales. Desafortunadamente, el área en que el presidente exhibe claridad es aquella en que los intereses políticos están en juego. Eso, también, ha dejado a los intereses americanos peor aún.

En Afganistán, el presidente ha insistido en una retirada acelerada de las fuerzas armadas de Estados Unidos mientras se buscan negociaciones con los talibán — un verdadero enemigo que ha lanzado ataques letales contra tropas americanas. Ninguna de esas tácticas es una estrategia para la victoria o para impedir que una vez más Afganistán se convierta en un santuario para terroristas. En medio de esta situación combustible, se encienden las protestas antiamericanas tras lo que parece ser la quema de alcoranes en una base militar. El presidente manifestó sus disculpas pero los talibán hacen un llamamiento a las represalias contra Estados Unidos — y esos son los mismos talibán que el vicepresidente Joe Biden dice que ”no [son] nuestro enemigo”.

Irak, también, se ha sumido en la violencia tras la decisión del presidente de retirar las tropas americanas. Son justo poco más de dos meses desde que las fuerzas de Estados Unidos dejaron Irak y en ese tiempo el país ha sido testigo de ataques de insurgentes, de una crisis política que se extiende y de la amenaza de una guerra civil a la que ayudará el vecino Irán.

Mientras estas amenazas internacionales van volviéndose candentes, el presidente está minando la capacidad de Estados Unidos de defender sus intereses en casa y en el extranjero. Con el nuevo presupuesto de Obama, el ejército se enfrenta a casi medio billón de dólares en reducciones además de los $400,000 millones que el presidente ya ha recortado. Eso no incluye el medio billón de financiación que se recortará bajo el acuerdo que el Congreso alcanzó el pasado verano para limitar de la deuda. Se ha terminado con programas vitales de defensa, se retrasan o se eliminan armas de nueva generación y se reducen las tropas. Y todo esto se hace para liberar dinero de otras funciones para pagar por la agenda doméstica del presidente.

En el curso de tres años, el presidente Obama ha seguido una política exterior que ha dejado a Estados Unidos menos seguro hoy y en mayor riesgo mañana. Un Irán nuclear, unos fallidos Afganistán e Irak, un no amistoso Egipto, un Israel en riesgo y unas fuerzas armadas infradotadas son todas ellas serias preocupaciones para el pueblo americano. En vez de seguir la mal fundamentada Doctrina Obama, es hora de que el presidente ponga primero la defensa de la nación y deje para el final el apaciguamiento de nuestros enemigos. Esa es una doctrina de la que puede depender el pueblo americano.

 

La versión en inglés de este artículo se publicó en Heritage.org.

 

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Por Mike Brownfield, Libertad.org / The Heritage Foundation