Billetera mata galán. Ciccone mata Aimé. La Cámpora mata Boudou
Compendio de las maniobras ejecutadas por la juventud cristinista y Máximo Kirchner para destruir al Vicepresidente, exponiendo los tropiezos de éste ante los medios de comunicación. Un frente interno en llamas, sacudido por una pelea fratricida que amenaza con implosionar la promocionada popularidad de Cristina Fernández Wilhelm.
Para recapitular los capítulos más sobresalientes de esta historia, es necesario retrotraerse a la época de la campaña para la Presidencia de la Nación, en momentos previos a octubre de 2011. Instancia que fue fechada en el calendario hace apenas unos meses pero que, en el inconsciente colectivo de un cristinismo ahora en jaque, se recuerda como si hubiera tenido lugar hace miles de años. Es que los tiempos de la política suelen percibirse de modos diferentes por sus protagonistas. Para algunos, la popularidad resulta aún más efímera que para otros.
Por aquel entonces, el oficialismo ya se sabía ganador de antemano, y lo propio había apuntado la totalidad del espectro opositor: era imposible someter electoralmente a una ingeniería que había repartido más de diez mil millones de dólares en subsidios, planes, jubilaciones gratuitas y premios no merecidos entre la población, durante un lapso de tres años. Muchos bajaron los brazos antes de tiempo.
El marplatense Amado Boudou aún regenteaba los destinos del Ministerio de Economía, y su salto a la Vicepresidencia observaba ya el visto bueno de Cristina. Fue allí cuando referentes de La Cámpora (por órdenes de Máximo Kirchner) obsequiáronle una visita en su propio despacho, con la meta de inquirirlo respecto de algunas "definiciones" sobre el futuro del Ministerio, que ya preveían en danza.
En concreto, los jóvenes camporistas urdían una suerte de abordaje en Economía, planificado con las viejas películas de piratas como modelo. El otrora Dee-Jay no sospechó rápidamente de la maniobra: en un momento de debilidad, decidió compartirles información privilegiada. Los nombres que él había consensuado con la futura Presidente de la Nación para conducir Hacienda eran, básicamente, dos: Hernán Lorenzino o Juan Carlos Fábrega. Aimé blanquearía que jugaría por el primero de ambos.
El pedido de La Cámpora se orientó al reclamo de tres puestos considerados clave por la organización juvenil. La respuesta de Boudou llegaría, si se quiere, lacónica: -"La verdad es que todo depende de Cristina, pero los voy a ayudar". Consultados los referentes del Príncipe de Río Gallegos en relación a potenciales postulantes, estos pusieron un nombre sobre la mesa: Iván Heyn, a la postre, fallecido en bizarras -aunque para nada extrañas- circunstancias en la República Oriental del Uruguay. La pérdida de Heyn representó en su momento un doloroso golpe para todo el espectro. Muy a pesar de los vicios que lo llevarían al féretro, Heyn observaba una preparación única y era apto para cualquier puesto relacionado con el área.
No mucho después, el hoy Vicepresidente se dirigió hacia Cristina Fernández Wilhelm en un encuentro privado; ahí se dedicó a compilar el listado de presiones a que lo había sometido el camporismo. Aimé comenzaba a tomar nota del riesgo que corporizaban los muchachos del joven Máximo. -"No se puede jugar con la continuidad del modelo; La Cámpora pide esto y aquello", expuso -palabras más, palabras menos (perdón, Ernesto Tenembaum)- el marplatense ante la Jefa. El ponente reclamó la debida confidencialidad para el contenido de lo comentado, en virtud de que cualquier pérdida en el circuito podría elevar obscena e innecesariamente la temperatura de la olla.
-"Vos proponés a Lorenzino... Está bien: va Lorenzino", remataría la viuda. Pero Cristina no respetó el silencio pedido respetuosamente por Boudou, y conversó a posteriori con su hijo Máximo sobre el tema. Estalla, finalmente, la guerra. Los embajadores camporistas repiten la visita al despacho del marplatense pero, valga la aclaración, sin acompañarse por el Príncipe de Río Gallegos: rara vez, el muchacho pone la cara. Volaron acusaciones de traición sobre Aimé. Por poco, no le ponen precio a su cabeza. Le reclamaron por haber ido a chusmearle a la Jefa sobre el asunto, cuando ellos le habían exigido que nada saliese del despacho aprovechado para el primer encuentro. Los chiquitines vuelven, pues, a reclamarle por los puestos clave, a lo cual el bueno de Amado responde que no conversará más sobre el tema: -"Vayan a tratarlo con CFK".
En efecto; Máximo Kirchner le llevaría el "problemilla" a su madre, pero esta decide frenarlo. Al menos, temporalmente. Al no obtener respuesta inmediata, La Cámpora echa manos a la obra. La estrategia: adueñarse del Ministerio de Economía, a cualquier precio. La táctica: desmenuzar cualquier actividad ilícita (negocios, propiedades, desorden en su declaración jurada de bienes) que pudiere perjudicar a Boudou y exponerla apropiadamente. En este juego, valía todo. Incluso estudiar los movimientos de Agustina Kämpfer -periodista tiempo completo y novia "oficial" de Aimé-. No faltan aquellos que hablan de fotografías comprometedoras, aunque no revelan los detalles de lo que en ellas se muestra.
Corre el reloj: Cristina Elisabet Fernández Wilhelm se alza con la victoria en las Presidenciales de 2011, con el promocionadísimo 54% de los votos. A los efectos prácticos, no interesa cómo los consiguió; lo hizo. Y punto. Amado Boudou solidifica su lobby, y la flamante Presidente nombra a Hernán Lorenzino en la conducción del Ministerio de Economía. Aimé mantiene su task force de amigos y fieles soldados en Hacienda.
Pero La Cámpora ya desde hace tiempo que ha incursionado en el sórdido mundillo de la Inteligencia: después de acopiar voluminosa información, Máximo K -el Heredero- se topa con un dato que vale su peso en oro: las nutridas relaciones del Vice con la operatoria de Ciccone Calcográfica, que le fuera birlada a los referentes duhaldistas amontonados en Boldt Sociedad Anónima. Las revelaciones de muchos de los detalles de este intrincado affaire deben reconocerse, en la forma de primicia periodística, a un antiguo texto publicado por el estudioso Jorge Asís en su sitio web. Pero refiere un puñado de afiladas y ponzoñosas malas lenguas que fue el camporismo el verdadero encargado de desparramar la novedad por todas partes, incluyendo sus más oscuros apartados.
Por su parte, El Príncipe de Río Gallegos complementaría la labor de Search & Destroy ("búsqueda y destrucción") en perjuicio de Amado, hurgando en las profundidades del Banco Central de la República Argentina. Sus jóvenes asociados descubrirían un reducto poblado por tres identidades que seguían reportando al "enemigo" desde el seno de la institución. En esta instancia, es Mercedes Marcó del Pont quien recibirá la visita de los muchachines, que le reclamarán asistir en la identificación y eliminación de los objetivos. Siendo que los nietos del "tío" Cámpora se mueven como una tropa de Terminators de mirada torva, Marcó del Pont opta por apagar su insufrible sonrisa y ayudar a los jovenzuelos de Mad-Max en la faena de eliminación de los elusivos "topos". Consecuencia visible: Benigno Vélez va a parar al basurero del olvido. En lo que respecta a Merceditas, no sería acertado malinterpretar su toma de posición: solo le interesaba salvaguardar las espaldas. O -quién sabe- alguna otra porción de su frágil anatomía.
Pero la demolición de Aimé aún escribiría nuevas páginas. Tiempo después, el equipo de investigadores de Máximo pondría las manos sobre información relativa a contrataciones de consultoras que el flamante Vice arreglara oportunamente a precios escandalosamente perjudiciales para el Estado Nacional, y haría filtrar esos datos a un listado específico de medios tradicionales. Lo propio haría el camporismo con la ahora archiconocida -e igualmente desprolija- compra de vehículos Audi.
Llamativo, mas no sospechoso: Cristina Fernández decide mantenerse a la expectativa, jugando a dos puntas (difícil elegir entre su segundo y su propio hijo). Recibe el insight de Aimé sobre el asunto Ciccone: Néstor conocía los detalles. De hecho, el Vice insiste en que esa maniobra fue consensuada con el difunto. En una primera instancia, la Presidente de la Nación le otorga el correspondiente voto de confianza: se comunica con el desacreditado juez del anillo Nac&Pop y le reclama que administre los alcances de la causa para que esta no levante vuelo. El magistrado todoterreno pone manos a la obra y de su despacho surge una denuncia antedatada, con fecha previa a aquellas en las que se inscribiera el escándalo. Ello, mientras pone de suyo para que el tema recaiga -cuándo no- en su juzgado. En el epílogo, los camporistas de Mad-Max retoman la acción, arrojando ruidosamente en el escritorio de CFK un puñado de bien cebadas carpetas con detalles desagradables que hacen a la figura de Amado. Carpetazo, al decir suburbano.
Se llega, finalmente, al presente día: la Presidente de la Nación continúa sin tomar partido ni decisión alguna. El Senado, en tanto, observa con atención, por si acaso la Jefa opta por bajarle el pulgar a su Vice y, de esta manera, poder actuar de la mano de la siempre espinosa herramienta del juicio político. Lorenzino, por su parte, podría durar lo que un suspiro al frente de Economía. Lo propio puede apuntarse sobre el destino de Juan Carlos Fábrega en el Banco Nación: el Ejecutivo -se rumorea- ya tendría decidido su reemplazo.
Desde luego que esta historia continuará. Pero no solo en El Ojo Digital, sino en las pantallas de tevé presentes en todos los hogares del país y los titulares visibles de la prensa escrita... y en Internet.
Por Matías E. Ruiz, Editor
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