Jesús de Nazaret, el Gran Revolucionario

La historia de Jesús de Nazaret, no tiene validez moral, si es contada por la Iglesia Católica; mucho menos tiene visto bueno, en el adoctrinamiento de las Iglesias Protestantes; y si nos vamos a la sin razón, no debe de ser una excusa, para que mentes neófitas maten en el nombre del profeta mayor.

El también llamado ‘galileo’, es punto y aparte en la historia de la humanidad. Jamás, un hombre ha trastocado las fibras más sensibles del pensamiento y del corazón, como lo ha hecho Jesús. En este día, cuando la intolerantes Iglesias, celebran a lo grande, y reviven cual  proeza, la crucifixión del nazareno, es cuando debemos de reeditar la historia.

¿Por qué existió Jesús? La respuesta ante esta interrogante, podríamos descifrarla ante la simpleza natural de la unión entre José y María. Pero leyendo al Profeta Isaías, asumimos que su rol tenía un propósito divino: sanar enfermos, restituir la vida a ciegos y cojos, resucitar muertos, así como anunciar el Reino de Dios.

Pero entonces, ¿quién creó al Jesús Revolucionario? El mismo Profeta Isaías, ofrece una semblanza acorde a un luchador social. Es decir, llegando a este mundano universo, los ojos del nacido en Belén de Judea, ya no visualizaron el Paraíso Celestial, al que estaba acostumbrado; tampoco observó a las Potestades, ni a los Tronos, ni a los Principados, mucho menos a los Querubines, caminando en ardientes brasas.

El escenario que Jesús el Revolucionario, divisó, debió haber sido dantesco: pobreza, hambre, humillaciones, dictadura, genocidios, corrupción, poder religioso, avaricia. Toda una totalidad de abusos contra las buenas costumbres y la moral, fue lo que le permitió al Hijo de Dios, dejar a un lado ese nombramiento y ponerse del lado ciudadano.

‘No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con la justicia a los pobres y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios, matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos y la fidelidad ceñidor de su cintura’ (Antiguo Testamento, Libro de Isaías, Capítulo 11 Versículos 3-5)

‘Mi casa, es casa de oración; más ustedes la han convertido en cueva de ladrones’, gritaba Jesús a los Escribas y Fariseos (Papas, Cardenales, Obispos, Sacerdotes, en la época actual). ¿Por qué la Iglesia no le da sentido a las acciones que el llamado ‘Príncipe de Paz’, hizo a favor de todos los ciudadanos judíos?

Hoy día, es muy fácil decir que Jesús es el mejor; pero es sumamente difícil entender su legado. ¿Quién le puede creer a Benedicto XVI que es el Vicario de Cristo, cuando la cruz de oro que trae colgada, puede subsanar el hambre de miles de niños? ¿Quién puede creer en las Iglesias No Católicas, cuando algunos de sus representantes, dejan a un lado su misión espiritual, para darle paso a la vida social y política?

Jesús es amor, y eso no es cualquier cosa; es el panorama más amplio de una esperanza que tiene que llegar; es el ejemplo vivo de que todo lo bueno en esta vida, tiene una gran recompensa; es el sentimiento más puro, de que la gente con espíritu valiente, ya tiene su propio paraíso; es la alegría del camino desierto, sabedor de que pronto las flores más bellas, engalanarán su travesía.

Este articulista, no es ni la mínima parte de lo que podría ser un fiel seguidor de Jesús. Sin embargo, mi vida no ha terminado, y mis anhelos por encontrar esa Luz, tampoco se han extinguido. Hoy, mientras las Iglesias me exigen celebrar la muerte de Jesús, prefiero estar contento y feliz, porque sé, que el Gran Revolucionario, está más vivo que nunca.

Por Luis Enrique Rocha, Editor del sitio web Política y Estilo, México
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