EE. UU.: el impuesto sobre sociedades más caro del mundo
Desde el 1 de abril, Estados Unidos tiene el impuesto sobre sociedades más alto del mundo desarrollado.
Durante mucho tiempo, nuestro elevado impuesto sobre sociedades ha hecho de Estados Unidos un lugar nada competitivo para las nuevas inversiones. Esto se ha llevado nuevos empleos hacia otras naciones más competitivas y ha significado menos empleos y sueldos más bajos para todos los americanos.
Otras naciones desarrolladas han estado reduciendo sus tasas durante más de 20 años. Y mientras tanto, Estados Unidos no hizo nada.
Al menos hasta ahora, Estados Unidos pudo permanecer fuera del primer lugar ya que Japón tampoco había logrado meter en cintura su impuesto sobre sociedades
Al menos hasta ahora, Estados Unidos pudo permanecer fuera de los puestos de cabeza, ya que Japón también había fracasado a la hora de igualar su impuesto sobre sociedades al nivel de otras naciones más competitivas. Pero definitivamente, Japón ha visto la luz y el 1 de abril ha reducido su impuesto.
La tasa de Japón era del 39.5%, lo que la situaba un poco por delante de la tasa de Estados Unidos del 39.2% (esto incluye el 35% de la tasa federal más la tasa promedio adicional de los estados). La tasa de Japón se sitúa ahora en el 36.8% tras su reciente reducción.
La tasa de Estados Unidos está bastante por encima del promedio de 25% que tienen otras naciones desarrolladas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De hecho, el impuesto sobre sociedades de Estados Unidos es casi 15 puntos porcentuales mayor que el promedio de la OCDE.
Esta enorme disparidad significa que cada país con el que competimos por nuevas inversiones está mejor situado para acoger esas nuevas inversiones y los empleos asociados a ellas, ya que las devoluciones fiscales provenientes de esas inversiones prometen ser mayores en esas naciones con menores cargas impositivas.
Nuestro impuesto más alto también hace que nuestras empresas sean objetivos primarios para los que toman el control de las empresas con sede en países extranjeros, puesto que sus beneficios a nivel mundial ya no están sujetos al impuesto sobre sociedades de Estados Unidos que es el más alto del mundo. Hasta que el Congreso lo reduzca, más y más empresas icónicas de Estados Unidos, como Anheuser-Busch (que fue comprada por su competidora belga InBev en 2008) serán compradas por sus competidores extranjeros.
Para volver a estar en línea con las pautas internacionales, hace falta que el Congreso reduzca el impuesto sobre sociedades de modo que el nivel fiscal combinado (federal + estatal) igualen o caigan por debajo del promedio de la OCDE. Habrá quien sostenga que con unos déficits por encima del $1 billón anual, simplemente no podemos afrontar una reducción de tasas tan enorme. Pero las medidas de las naciones que compiten por las nuevas inversiones muestran que estas naciones comprenden que bajar el impuesto sobre sociedades es necesario porque impulsa el crecimiento económico.
El Reino Unido, por ejemplo, se halla en una peligrosa situación fiscal, al igual que Estados Unidos. Sin embargo, el Reino Unido redujo su tasa en 2011 del 28% al 26%. El ministro de Economía y Hacienda británico George Osborne anunció recientemente que el Reino Unido reduciría aún más su tasa hasta el 22% en 2014 para aumentar la competitividad.
El Congreso necesita reducir el impuesto sobre sociedades para hacer de Estados Unidos un lugar más atractivo para la inversión. Hasta que el Congreso no lo haga, cada día será como una broma cruel pues el tiempo para las excusas se ha acabado.