Angola: los diamantes son para siempre
Consideraciones en relación al, cuando menos, cuestionable derrotero internacional elegido por la Presidente de la Nación y su círculo íntimo, que los llevaría a la pauperizada nación africana. En tanto que el periodismo militante insiste con la prerrogativa de las "economías complementarias", lo que no se aclara es quiénes se encontrarán en condiciones óptimas para cosechar los beneficios.
Después del lamentable show ofrecido por la primera mandataria argentina Cristina Elisabet Fernández Wilhelm en Luanda -oportunidad en que danzara alegremente junto a un puñado de mujeres locales a ritmo de candombe-, el espectro intimista de la Señora debería poner neuronas a la obra y analizar el impacto mediático (obviamente, negativo) de lo sucedido. Por estas horas, existen pocos que eludan referirse sin desdén a la payasada presidencial registrada en la obscura capital angoleña.
No existe forma en que la opinión pública nacional no interprete el arrebato callejero de la Presidente de la Nación en tierra africana como si se tratase de una siniestra burla. Idéntica reacción sabrá causar el periplo del funcionario Guillermo Moreno junto a los más impresentables entrepreneurs trasladados en comitiva. Y, por si todo ello hubiese sido poco, aún resta contabilizar el ridículo que se autoobsequiara el Canciller Héctor Timerman al ser indagado por el irreverente periodista Jorge Lanata, en relación a la espinosa cuestión de los derechos humanos en la nación huésped.
La aventura angoleña ha compartido los capítulos más surrealistas de la historia reciente de nuestro país; no existe sombra de duda al respecto. Sin embargo, lo que interesa particularmente es la manera cómo el público reacciona, conectando noticias recientes con lo más destacado y bizarro del viaje de marras. La Argentina se encuentra actualmente jaqueada por la parálisis de su comercio exterior, un proceso recesivo que comienza a exhibir un peligroso crescendo y -más recientemente- la explosión del tipo de cambio en su variante Blue. Por cierto, sin mencionar el agudo repunte inflacionario que ya nadie puede desmentir, y la pasmosa indiferencia con que la Casa Rosada encara los desbarajustes morales desplegados a diario por el sonriente Vice Amado Boudou y su inenarrable cinchada con la Justicia.
Sobreviene, finalmente, Angola. Y los más encumbrados representantes del Gobierno Nacional le dan rienda suelta a la indolencia en tierra extranjera, como si aquí no existieran temáticas que merecieran la debida atención. La alternativa del aprovechamiento propagandístico del periplo con el fin de ocultar las malas noticias del panorama vernáculo no suena demasiado plausible. Salvo -Dios no lo permita- que el interés se reduzca a lo estrictamente personal.
La urgencia de la Presidente de la Nación por trasladarse hacia Luanda permite demasiado -y peligroso- espacio para dobles lecturas. Mucho más cuando se atiende a la reciente confiscación de YPF, en connivencia con la corruptela exhibida por gerentes españoles de Repsol. A estas alturas, no representa misterio alguno que la familia Kirchner hace rato ha puesto pie en el negocio petrolero, a través de la adquisición del 50% de Petrobras Argentina y el lanzamiento de la marca OIL (Cristóbal López) que ya opera numerosas estaciones de servicio (en las que el combustible no es, precisamente, más barato que el ofertado por la competencia). La propia arquitectura de medios oficialistas ha declarado que el interés del Operativo Angola no es otro que el oro negro. Pero sobresale la imposibilidad de la incorporación de beneficios concretos, en términos globales, para la República Argentina: el gobierno en Buenos Aires se ha quedado sin caja, y el Producto Bruto angoleño reposa -a razón de un 85%- en la producción de petróleo e industrias relacionadas. No resulta factible, pues, que el presidente José Eduardo Dos Santos se encuentre dispuesto a intercambiar barriles de petróleo por mercadería falsificada de La Salada, ni que remate esos mismos barriles a precio vil. ¿Podría ser que, de la noche a la mañana, Cristina Fernández se hubiera decidido a perseguir una asignación de áreas de exploración para la Nueva YPF en aquella nación? Pero, si este fuera el caso, ¿por qué desoyó la oferta que, en persona, trajera oportunamente el líder de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang a nuestro país? Peor aún: la viuda de Kirchner destrató a Obiang, recordándole en su propio rostro la manera en que aquél violaba sistemáticamente los derechos humanos de sus conciudadanos. Sin embargo, el angoleño Dos Santos -en la visión de la Presidente, al menos- parece ser un personaje impoluto del Africa subsahariana.
Dado que la variable petrolera -definitivamente- no cierra, corresponde remitirse a la consabida debilidad de Cristina Fernández Wilhelm por la joyería. Bienes de altísimo costo que en persona se ha preocupado por adquirir en ocasión de su paso por tiendas de renombre en Nueva York, el Viejo Continente y el Reino de Qatar. La sugerencia no debería cosechar reparos, en virtud de ciertos ex funcionarios de pasados gobiernos que se han visto involucrados en el negocio de los diamantes en el continente negro. Aprovechando -por qué no- su condición de "servidores públicos".
En Angola (cuarto productor mundial de diamantes en bruto), la persona indicada para hablar de piedras preciosas es Isabel Dos Santos, la hija menor del primer mandatario local. Nacida en 1973, Isabel se arrimó al mundo de los negocios recién a los 24 años, momento en que fundó la firma Urbana 2000, que conserva el monopolio de la recolección de residuos en Luanda con un contrato anual de US$10 millones. A su vez, la hija presidencial participa de la gerencia del grupo Geni Holdings junto a funcionarios del gobierno de su padre; Geni es propietaria del 50% de Unitel (en joint-venture con Portugal Telecom), proveedora de comunicaciones vía telefonía celular móvil para todo el país. El holding en cuestión también exhibe una destacada participación en el mercado financiero de Portugal: Isabel asiste periódicamente a reuniones de directorio en varios bancos en la nación ibérica. Y lo más interesante: ella y su esposo regentean los derechos de explotación de minas de diamantes para una subsidiaria de Endiama, firma estatal que monopoliza la explotación y posterior comercialización de piedras. Isabel es la clave no solo por su participación en el negocio sino porque oficia, en las sombras, como la persona a cargo de las finanzas personales de la familia. José Eduardo Dos Santos, a fin de cuentas, solo ha permanecido en el poder desde 1979 porque las naciones de mayor peso en el planeta necesitan acceso a su petróleo y su abundante riqueza minera. Angola pertenece a la OPEP y en 2006 le fue asignada una cuota de 1.9 millones de barriles diarios para la venta; algo menos que los 2.2 millones exigidos por el presidente, pero suficientes como para engrosar sus finanzas personales y sus cuentas en paraísos fiscales como Malta. En lo que a diamantes respecta, el mandatario ha ayudado a los mercados europeos -especialmente Amsterdam- a garantizarse la cuota necesaria de aquéllos. Sin la participación angoleña en la cadena, el precio del kilate se dispararía, irremediablemente. Otro dato de color, que quizás sea de utilidad para ilustrar por qué la familia Dos Santos ostentará el poder por mucho tiempo más: a comienzos de 2010, una investigación de Inteligencia llevada a cabo por agentes estadounidenses corroboró que el ciudadano israelí Lev Leviev (conocido como el "magnate de los diamantes") trabajaba codo a codo con los servicios de espionaje externos de la República Popular China en negocios de la más intrincada índole. Como parte de ese trabajo investigativo, surgió que Leviev es un amigo muy cercano de Isabel Dos Santos, a partir de sociedades comerciales compartidas en el rubro de las valiosísimas piedras. Ambos colaboran para otorgarle acceso a Pekín a las riquezas del país y, en otro orden, es dable destacar que una gran mayoría de fusiles de asalto AK-47 utilizados por las fuerzas armadas angoleñas son de origen chino.
Como se ha visto, los derechos humanos han sido, son y serán materia jamás tratada en Angola, en tanto el dinero no vea interrumpido su flujo. Aquí no se habla de embargos ni de condenas. La Presidente Cristina Elisabet Fernández Wilhelm -viuda de Kirchner- parece haberlo comprendido perfectamente. A tal punto que ella tampoco se ha privado de poner un pie en Luanda.
El tiempo se ocupará de develar los verdaderos motivos de la Aventura Angoleña.
Por Matías E. Ruiz
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Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.