Reforma Constitucional: al acecho de la Carta Magna
A lo largo de seis meses del año en curso, el oficialismo -envalentonado por el contundente triunfo obtenido en las pasadas elecciones presidenciales- fogoneó la cuestión de la re-reelección presidencial, lo cual nos remite a un Déjà vu de los actualmente denostados años noventa...
* El autor es Licenciado en Periodismo y Comunicaciones (Universidad Kennedy) y estudiante de la carrera de Ciencias Políticas
A lo largo de seis meses del año en curso, el oficialismo -envalentonado por el contundente triunfo obtenido en las pasadas elecciones presidenciales- fogoneó la cuestión de la re-reelección presidencial, lo cual nos remite a un Déjà vu de los actualmente denostados años noventa. Recordando cómo, en su oportunidad, el menemismo acarició las banderas de la posibilidad de un tercer mandato del riojano y que, a fin de cuentas, no prosperaría. En 1999, el peronismo fue a las elecciones bajo la fórmula Duhalde-Ortega, y perdió a manos del tándem De la Rúa-Alvarez.
En términos teóricos, el diseño institucional fija la forma del liderazgo presidencial, que incluye la organización política (federal o unitaria) y administrativa -descentralizada o centralizada-, el tipo de presidencialismo (puro o atenuado) y el sistema electoral para la elección del Presidente, Diputados y Senadores. A su vez, ello se observa influído por variables tales como el sistema de partidos politicos, el Presidente en su rol de jefe del partido gobernante, la oposición, la existencia de un Congreso independiente o dependiente del Poder Ejecutivo, los grupos de presión, factores de poder, un Poder Judicial independiente o dependiente del Ejecutivo, la situación económica del país, y el estilo de cultura politica imperante en el momento.
Dentro del marco de analísis de nuestra realidad actual, asistimos a un presidencialismo fuerte, una Presidente y jefe del partido gobernante, una oposición desilvanada, un congreso y justicia sumisos al poder central, una situación económica endeble (pese a los esfuerzos del gobierno en ocultarla) y un estilo de constante confrontación política entre las diferentes facciones políticas que se da dentro del oficialismo (ej: La Cámpora versus sciolismo) y la oposición (ej: desaveniencias dentro del peronismo opositor y en el seno de la UCR), etc.
En “El Federalista” -escrito de Hamilton, Madison y Jay- se refiere que un poder ejecutivo vigoroso resulta abiertamente incompatible con el espíritu republicano, lo cual argumenta que aquél debe hallarse inserto dentro de un espectro de fuertes controles institucionales. El control institucional, en este caso (escenario en el que distintos sectores pugnan por un tercer mandato de Cristina Fernández Wilhelm) viene a estar representado por la Constitución Nacional.
La prohibición de una nueva reelección (que, al momento de escribir esta nota se encuentra tipificada en la Reforma Constitucional de 1994) es un hecho saludable para el país, en virtud de que corporiza un equilibrio para el resguardo de la institucionalidad política nacional.
Hay quienes sostienen que la reelección presidencial refuerza el principio democrático, la madurez del pueblo y la justificación de que una persona con dotes extraordinarios para el país no debiera verse obligada a abandonar el poder porque, de esta manera, perdería la ciudadanía. Se echa mano del criterio de imprescindibilidad de Presidente. En términos más coloquiales, sería la mención a la posibilidad de una “Cristina Eterna”, a la que alguna vez suscribió la legisladora oficialista Diana Beatriz Conti.
Los argumentos en contra refieren que nos encontramos ante un hecho que representa un serio riesgo en perjuicio de los derechos y las libertades ciudadanas, dado que la Carta Magna se esboza en la última valla contra la arbitrariedad y el despotismo politico. Moisés Lebensohn -constituyente radical que se opuso a la reforma constitucional de 1949 que promovia la reelección de Juan Domingo Perón- sostuvo en su oportunidad: “Reelección presidencial significa la constitucionalización de la legislación represiva del régimen, la culminación del proceso de centralización. He ahí la reforma”.
En este caso, se asiste a un hecho más grave que el que se diera 1949, puesto que, de lo que se trataba en aquella oportunidad era, ni más ni menos, de una re-elección. Variable que, cual fantasma, vuelve a acechar a la Carta Magna.
La alternativa de una tercera elección quedará, pues, en manos del electorado, en ocasión de las elecciones legislativas de 2013. Se definirá entonces si acaso cabe obsequiarle el control absoluto del parlamento al Frente para la Victoria, facilitándole la faena reeleccionista. Sin importar que la actual composición del Congreso Nacional claramente no permita una reforma constitucional, ni aún contabilizándose una amplia mayoría del partido oficialista.
Por Eric Nesich, para El Ojo Digital Política
Twitter: http://twitter.com/EricNesich