Brasil: el vuelo de la gallina
No debería sorprender a nadie el pánico de los burócratas brasileños cuando fue anunciada la baja tasa de crecimiento para 2011 de 2,7%. No pasó mucho tiempo antes de que el gobierno tomase las decisiones erradas.
Anthony P. Mueller es PhD en economía por la Universidad Erlangen Nuremberg (Alemania) y actualmente es profesor en la Universidad Federal de Sergipe (UFS). Es el fundador del Continental Economics Institute.
No debería sorprender a nadie el pánico de los burócratas brasileños cuando fue anunciada la baja tasa de crecimiento para 2011 de 2,7%. No pasó mucho tiempo antes de que el gobierno tomase las decisiones erradas. El camino correcto sería bajar la carga impositiva, reducir el excesivo e ineficiente gasto público, desburocratizar la administración pública y facilitar la actuación del sector privado para dinamizar la economía. En cambio, el gobierno brasileño tomó el camino más fácil y lo anunció como una política de crecimiento: redujo la tasa de interés para estimular la expansión del crédito. Teniendo en cuenta que el nivel de ahorro en Brasil es muy bajo, políticas como esta deforman la estructura del capital, provocan inversiones malas y resultan en inflación, estancamiento y recesión. Una vez más Brasil está en proceso de despegar en un vuelo de gallina.
La gallina en acción
En un libre mercado financiero (que es una ficción, ya que hoy no existe) la tasa natural de interés refleja las preferencias temporales. Asimismo, la tasa natural de interés informa sobre el grado de preparación de los agentes económicos para reducir el consumo a un nivel por debajo del potencial para tener una mayor producción o productividad en el futuro. En el caso de un proceso de crecimiento natural, el consumo real se queda por debajo del potencial y así libera recursos para la acumulación del capital. El tiempo de espera hasta la maduración de los proyectos de inversión refleja el grado de preferencia temporal.
En el sistema financiero actual hay bancos centrales que buscan controlar la oferta monetaria y determinar la tasa de interés. Por eso, la tasa monetaria de interés que el banco central determina puede ser diferente de la tasa natural de interés. Cuando el banco central reduce la tasa monetaria de interés a niveles más bajos que la tasa natural, se les está señalando a los agentes económicos la existencia de más recursos de los que existirían naturalmente. Sin embargo, como no cambió la preferencia temporal de los agentes, las tasas bajas de interés inducen a una reducción en los niveles de ahorro y a un crecimiento del consumo y de las inversiones en proyectos con maduración más larga.
Cuando la política monetaria deforma la tasa de interés a través del banco central, los inversores son sistemáticamente engañados acerca de la disponibilidad de recursos. Las empresas son alentadas a aumentar sus inversiones mientras la disponibilidad de recursos no creció en términos reales. Como consecuencia, la estructura del capital se queda deformada: partes específicas de las etapas de producción son expandidas en detrimento de otras.
La estructura del capital como un proceso de producción existe en cadenas de etapas. Algunas de esas etapas están más alejadas del consumo final mientras que otras están más cercanas. En la producción de panes, por ejemplo, preparar el pan y ponerlo sobre la percha está más cerca del consumo que plantar el grano o transformarlo en harina. La voluntad de invertir en cada parte del proceso de la producción está determinada por la tasa real de ahorro. Asimismo, la disposición de la población a retrasar su consumo y hacer inversiones determina el tamaño de las inversiones sostenibles.
Si el impulso de invertir es el resultado de manipulaciones monetarias, inversiones erradas ocurren. Por ejemplo, en el caso de la producción de pan, los empresarios invierten en más máquinas para hornear el pan, pero por una carencia de ahorros no habrán recursos complementarios para producir más harina. La estructura de la producción está fuera de sintonía. La economía no se dirige a mayores niveles de productividad y de acumulación de capital sino que se realizan malas inversiones y no se acumula capital. Finalmente, la deformación de las inversiones resulta en inflación, estancamiento y recesión.
La trayectoria de un vuelo de gallina
Brasil sufre de bajos niveles de ahorro teniendo, por eso, recursos insuficientes para acelerar las inversiones. Regulaciones, impuestos, ineficiencia judicial y de la administración pública, corrupción en todas las esferas de la política, junto a una profunda negligencia en la educación, provocan una productividad baja, poca competitividad y falta de innovación en la economía brasileña.
Mientras el gobierno crece, el sector industrial disminuye. Mientras se gasta más de lo que la producción real permite, hay una inflación persistente y, consecuentemente, conflictos laborales sin fin. Mientras que si existe el sector privado y el espíritu innovador, la política intervencionista y controladora del gobierno suprime y sofoca el potencial dinamismo de la economía privada en Brasil. En lugar de revocar las leyes llenas de contradicciones y redundancias, el gobierno brasileño produce una inflación legislativa junto a la inflación monetaria. De esto modo, se prepara el vuelo de gallina.
Con la ausencia de aumentos de productividad, los impulsos monetarios alimentan precios más altos. Con niveles de precios más altos, el multiplicador monetario y la velocidad del dinero suben y la inflación se acelera aun más. La relación entre el nivel de endeudamiento y la base productiva se queda más desequilibrada. En esta fase del vuelo de la gallina un pequeño choque adverso es suficiente para acabar con la fase de expansión. El crecimiento económico se vuelve una quimera y en la fase de contracción de la economía los desequilibrios se tornan mas visibles y la desocupación laboral crece. Mientras la población sufre con más desocupación y menos renta, los demagogos del populismo económico acusan al "mercado" y al "capitalismo" y preparan el lanzamiento de un nuevo vuelo de la gallina. Para los intervencionistas del gobierno, el fracaso de su propia política sirve como una nueva justificación para dosis más grandes de las mismas recetas que han causado el desastre.
Conclusión
Si más dinero fuera el camino para la prosperidad, todos los países del mundo podrían volverse ricos, pues nada es más fácil para el gobierno que incrementar la oferta monetaria y bajar las tasas de interés. Una expansión artificial del crédito iniciada por la política monetaria crea ilusiones sobre la sustentabilidad de nuevos proyectos y el ciclo económico termina en un colapso. La gallina, que nunca ha podido volar, vuelve al suelo.