POLITICA: LIC. GUSTAVO ADOLFO BUNSE

"Haced esto en memoria mía..."

Está llevando al país a estrellarse, irremediablemente... Las dos únicas dudas que pueden quedar, son: cuándo va a ocurrir, y si ella hace esto a propósito. Por alguna extraña perversidad mental que guía sus actos, en una especie de búsqueda ciega de un destino sin razón. En el que ha de ser "ella o nadie".

04 de Julio de 2012

Está llevando al país a estrellarse, irremediablemente...

Las dos únicas dudas que pueden quedar, son: cuándo va a ocurrir, y si ella hace esto a propósito. Por alguna extraña perversidad mental que guía sus actos, en una especie de búsqueda ciega de un destino sin razón. En el que ha de ser "ella o nadie".

En efecto, se trata de una ecuación en la que se iguala sólo por la muerte. Ella... reinando sobre los escombros y las cenizas de la República.

Ahora mismo -mientras juega con fuego, luego de haber conseguido una grave división histórica en el país- hace bromas frente a sus aplaudidores. Estos son ya un muestrario de la vergüenza rastrera de un colectivo humano que repugna al menos aprensivo.

Juega con unos muñequitos que son los pretendidos íconos de un pueblo fiel, con el agravante psicológico de que uno de ellos es una reproducción  grotesca de sí misma.

Es como si llenara las calles con afiches de su rostro sin ninguna frase, sólo para ser observada y admirada. Sólo por una macabra y placentera enfermedad autocontemplativa.

Es como si, cada tarde, comiera, en público, un trozo de pan al falso precio del  INDEC y dijera, llorando:

- "Haced esto en memoria mía"

La ignorancia, como madre de la incompetencia, se oculta detrás de todos los silencios y de todas las inacciones.

El desentendimiento de esta fabuladora es espeluznante. Miente sin estilo y sin creatividad, diciéndonos que el mundo se derrumba. Es la última falsedad enciclopédica: un derrumbe de la galaxia.

Cristina Fernández de KirchnerParalizada por su inoperancia, puede -sin embargo- darse ese lujo. Por cuanto conoce bien los niveles de la mansedumbre social y los límites que pueden orillarse, sin el peligro de sacar al pueblo de su letargo. Pisotea a todo el país, con su obsesión por destripar vivo al gobernador que acompañó a su difunto marido en la primera parte de la dinastía.

Somete a todo el mundo a las consecuencias de su trágica vesania.

Ha desatado una guerra interna contra el andrajoso palacio de La Plata, con un ejército de espías, detractores, psicofantes y torturadores psicológicos que aparecen a cada instante para derramar todo tipo de vómito verde sobre el gobernador.   

Le impuso al perro de tres cabezas que guarda -para ella– las puertas de un infierno. Ese perro de tres cabezas se llama cancerbero: Gabriel. 

El colmo del cinismo, el paroxismo de la caradurez humana es que lo haga acusar de ser responsable de la inseguridad. Será un cobarde. Será un absoluto carente del menor arrojo. Pero no es el responsable de la inseguridad.

¡La inseguridad pública! Un factor que jamás mereció en sus discursos ni siquiera una palabra de mención. Es su nuevo invento exculpatorio.

Es su nueva óptica, tan extravagante como mentirosa: "Cada gobernador es responsable de la inseguridad pública en su distrito y, obviamente, en la Capital Federal, el responsable es el Jefe de Gobierno".

Ella, no. Ella no tiene nada más que ver con la inseguridad en la República. ¿Acaso tiene un Ministerio de Seguridad para atender la protección de la Casa Rosada cuando sea tomada por asalto? ¿O para facturar presupuesto?

Tiene tan enorme confusión, tan terrible y brutal desconcepto sobre su propia responsabilidad, que cree que es ella misma quien dispone lo que puede obedecer o desobedecer de la Carta Magna.

Llega, ahora, al armado científico de conspiraciones. Sólo con el objeto de producir -con idéntica artificialidad- su desbaratamiento estrepitoso. Lo cual le permitirá exhibirse airosa y mostrar una fortaleza sofística de dominio frente a sus seguidores.

Es ella misma la constructora de una especie morbosa de liderazgo visual, abrazando causas de defensa hipotética de los intereses del pueblo, con una ferocidad terrible.
      
La Patria, la bandera nacional y los símbolos de soberanía, son el objeto ciego de una incentivación tan espectacular como mañosa, que permite verla abriendo fuego sobre todos los íconos del desencanto popular. Sobre aquellos que jamás nadie defendería y sobre cualquier leña... de cualquiera de los árboles caídos.

La defensa de los intereses nacionales y de unos derechos humanos tan falsos como su propio rostro (puestos como un cartel en la proa de su avance) fue siempre el abrigo de transacciones y de erogaciones mayúsculas sin ningún otro sentido que no fuese el de su propio bolsillo. Encaminadas, todas ellas -cada vez más-, a hipotecar  futuro y a “ganar” presente.    

Declama combatir la calamidad y el vicio del pasado, haciéndolo desde un pedestal de moralidad pública. Moralidad cuyas reglas básicas imparte desde un discurso conmovedor, sacralizado y también muy enojoso, que fue dicho siempre en muy alta voz, o bien a los gritos. Logró, allí, la rara mezcla de ser, a la vez víctima de fantasmas potenciales y verdugo amenazante. Todo junto... en un mismo día.

Enarbola, en modo permanente, un catálogo de graves peligros y acechanzas que son justamente los reclamos y las pretensiones de unas "minorías deshonestas y antinacionales" en cuya grave demonización trabaja de sol a sol.

Hacia todos ellos dirige sus advertencias y diseña parejamente “grupos populares de acción directa” (incluyendo para ello a un Secretario de Estado en ropas de salvajismo), para producir el amedrentamiento sobre cualquier grupo empresario que quiera salir un milímetro de las reglas de ese juego decretado.

Debemos esperar que el derrumbe sobrevenga, por propia inercia. Y acaso nunca por la oposición amortajada desde su muy débil estructura. O por los escapes que se animan a ensayar quienes esquivan la mordaza de la prensa.

Le llegará el descalabro por esta nueva trágica contaminación interna. Y también por la descomposición natural de cualquiera de las vías de desarrollo económico social, devenida de la parálisis estructural doméstica y del aislamiento mundial, que son justamente los escenarios artesanales que ella ha repujad, pacientemente, por sus propios designios.
        
Le brotará algo así como un tumor de oposición a sí misma, bien sea por el resquebrajamiento de la cohesión interna o bien sea por la extinción forzada de los recursos dinerarios artificiales de uso discrecional que fatalmente fueron llevados, por ella misma, al límite de su colapso.

Es un fenómeno raro. Parecido a una especie de “neoplasia política” en cuyo crecimiento, la diseminación de células malignas es una función directa de la trilogía de su práctica política cotidiana: la postergación, la improvisación y la simulación.

Transita, quizás, sus últimos momentos de oropeles y boato.

Ha de ser la página final de todas las ambiciones y sueños de esta terrible aventurera, que un día decidió embarcarse en ese mar sin costas ni rumbos de bitácora. Inspirada en un espejo que refleja su rostro bordeado en laurel de fantasía, y en una ovación temerosa de aplaudidores que todavía no quisieron -o no pudieron- ausentarse de sus reuniones forzadas.

Brindará, al final. Y, comiendo un trozo de pan a precio falso, dirá:

"Haced esto en memoria mía".

Lic. Gustavo Adolfo Bunse | El Ojo Digital Política