La OEA, un óleo en la pared: ¿para quién trabaja José Miguel Insulza?
El departamento de comunicaciones y relaciones públicas de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA por sus siglas), ha hecho un excelente trabajo maquillando la realidad.
Cristina López es columnista de El Diario de Hoy (El Salvador) y estudiante de políticas públicas en Georgetown University.
El departamento de comunicaciones y relaciones públicas de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA por sus siglas), ha hecho un excelente trabajo maquillando la realidad. Ediciones recientes de la Carta Democrática Interamericana incluyen a manera de prefacio, (dentro de su brillante y moderno diseño de bolsillo) una nota firmada por el Secretario Insulza que sirve para transmitir al lector la idea de que el señor Secretario se siente comprometidísimo con el contenido de la Carta Democrática.
El contenido de los párrafos que firma Insulza reitera la importancia de la Carta Democrática, firmada en 2001 con el objetivo de fortalecer y preservar el sistema democrático. La OEA, en teoría funciona como un club al que solo tienen derecho a pertenecer los países que evitan tener rupturas en sus órdenes democráticos, pues lo anterior constituye un “obstáculo insuperable” para obtener la admisión.
La estrategia de incluir este simpático prefacio en los recientes tirajes impresos de la Carta Democrática es solo un maquillaje de la realidad, pues las actuaciones del Secretario Insulza con respecto a los gobiernos de la región distan mucho de lo que, con florido lenguaje, firma en el prefacio: “Democracia no solo significa ser elegido democráticamente, sino también gobernar democráticamente”.
Aparentemente, el Secretario Insulza tiende a perder el diccionario cuando se trata de definir que significa “gobernar democráticamente”. En diversas ocasiones, ha presentado una miopía selectiva a la hora de actuar a favor del fortalecimiento democrático de las Américas, pues ignorando la censura, violaciones a los derechos humanos, gobierno con poderes ilimitados y negación de libertades básicas a la ciudadanía que existe en Cuba, readmitió a Cuba al llamado “club democrático”. Teniendo presente que el artículo 3 de la Carta Democrática dice que son elementos esenciales de la democracia representativa el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, el acceso al poder, un régimen plural de partidos (entre otras cosas), luchar a favor de la readmisión de Cuba a la OEA parece un sarcasmo por parte de Insulza.
También puede cuestionarse el compromiso de Insulza con la democracia frente a su aparente sordera frente a gritos de la sociedad civil venezolana reclamando por la censura impuesta a los medios independientes. Tampoco hubo mayores comentarios del Secretario General frente al ataque a la independencia judicial ecuatoriana por parte del Presidente Correa, o al respecto de las repetidas acusaciones de corrupción electoral con las que ha sido señalado el Presidente Ortega en Nicaragua. Como si esto no bastara, el Secretario ha decidido agregar ahora a su brillante trayectoria, una pasividad sorprendente ante la crisis con la que, por caprichos partidistas, se amenaza con golpear la democracia y el sistema republicano en El Salvador.
Lo grave es que con esta trayectoria, la Secretaría General de la OEA parece ya no trabajar para fortalecer la democracia en la región, sino para ciertos gobiernos de la misma, restando credibilidad y eficacia al organismo panamericanista. Esperemos que en el futuro, un relevo en el liderazgo corrija el rumbo, pues continuar en esta línea convertirá a la OEA, a pesar de sus altas aspiraciones democráticas, en un óleo fino en la pared: un objeto caro, pero decorativo y de utilidad eminentemente estética.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 14 de julio de 2012.