En el vértice de la torre
Desarticularon todo y quedaron solos. Ahora que la incertidumbre espanta y se instala la temida recesión, ¿con quién pelearse para que todos se distraigan?: Cristina Fernández de Kirchner.
Desarticularon todo y quedaron solos. Ahora que la incertidumbre espanta y se instala la temida recesión, ¿con quién pelearse para que todos se distraigan?: Cristina Fernández de Kirchner.
El supuesto poderío se desvanece. Lo que antes hacían florecer como sólido, ahora asoma endeble. La inflación se dispara; no saben qué hacer ni cómo hacerlo. Y lo que hacen, resulta increíble. Ejemplo: pararse en la Aduana para frenar las importaciones es la mejor manera de fomentar el desempleo.
En el pedestal del orgullo -otrora implantado desde que se coronaran-, quedan indefensas las formas de transportar los destinos de esta maltratada nación. Esta queda vulnerable a imposiciones degradantes, que se ejecutan desde toda clase de simulaciones. El publicitado liderazgo arropaba los recursos que se dilapidaron.
¿Qué es el kirchnerismo, sino el patriarcado de una descomunal organización sediciosa especializada en delinquir? ¿Acaso se lo puede negar? Si alguien lo esconde, es porque su ciega conveniencia no le permite ver.
El tan aludido modelo se cae porque no tiene peso "ni pesos". Menos aún, dólares. Y por la inconsistencia desdibujada de un mal cálculo hecho a sabiendas. Solamente se trató de medidas coyunturales vacías, huecas en su interior y viciadas de corrupción. En el supuesto crecimiento, lo que más creció fue el desfalco de los recursos existentes.
Se trató del traspaso sin clemencia de numerosos bienes transables al consumo exagerado, sabiendo que ese pescuezo terminaría en un tapón. Se otorgaron aumentos en los gastos, como vender caramelos en un jolgorio; pero se daba la espalda a un dinosaurio que se acercaba sin contención.
Y, para que ese monstruo quedase inmóvil, no hubo mejor idea que enfrentarlo con un altanero patrón. Este -a los gritos, y amenazante, a punta de pistola-, creyó ingenuamente que todo se contendría con prepotencia. Pero la inflación no se detiene, porque no hay previsibilidad ni credibilidad.
Como ese boomerang despiadado pegará justo donde tiene que pegar (pues fue hecho para ese fin), a este infeliz protagonista no le quedará otra alternativa que implementar viejos y vetustos comisariatos. Vigentes solo en una empobrecida isla caribeña (que compite en miserias con la devastada Bangladesh), para que todo termine en un desastre.
¿Qué es la historia, sino un raconto de lo pasado? Lo que nos sucedió a través de esas experiencias es exactamente lo que está sucediendo hoy. Sería bueno que esta “compasiva” mujer, antes de salir tantas veces en cadena, escuche lo que declaraba cuando era Senadora de la Nación. En aquel tiempo, criticaba a mansalva a quienes implementaban estas mismísimas medidas.
La extenuación de una caja que se vacía sin piedad pone en evidencia la falta de estrategias para enderezar el rumbo. Y, como esas arcas están menguadas, comienza lo esperado: la pelea por llevarse lo poco que queda.
Así es como el cacique de la poderosa central obrera sale, amenazante, para disputarle poder. Y porque no le llegan los recursos para ese barril sin fondo de corruptela como lo son sus obras sociales. Todo termina en estas trifulcas.
Era el gran festejo (aunque los últimos convidados se resisten a retirarse) que desviaba la atención sobre lo que podía ocurrir y ocurrió: ahora, la imagen se cae, la aprobación en la gestión se desploma. Y tratan de esconderlo.
Todos los socios aplaudían. Muchos se subieron al carro triunfal de los ganadores por oportunismo y veremos ahora cuántos quedan realmente. Posiblemente, no quede ninguno, porque la nave comienza a naufragar y no les conviene estar ahí. Otros no se animaban a hablar por temor, aunque por estos días la UIA tronó con una seria advertencia.
Hay que ver si la acumulación de poder podría arreglar este descalabro; el vergonzoso servilismo quedará allí donde nadie lo pueda ver, porque los mismos rastreros advierten un triste final.
Y, por si acaso dudas quedan, ahora -contrariando groseramente los enunciados en sus reivindicaciones a la clase trabajadora-, en forma sorprendente sale a decir que el salario es ganancia. Por lo tanto, esos actores deben tributar también ese gravamen. Seguramente, para poder tapar esos agujeros cada vez más grandes.
Aquél que gobierna cargando sobre sus hombros con lo más ridículo para siempre quedar bien a pesar de las continuas reprimendas, era y sigue siendo un desorientado obsecuente. Y ahora le tocará ser el blanco (pantalla de por medio) de la incontenible furia de la Señora.
Arrecian las disputas y se inicia el desbande. Y los amigos de sus amigos ahora son los amigos de sus enemigos. Los enemigos de sus enemigos son ahora amigos de sus amigos. Pero llegará el momento en que todos serán enemigos, porque correrán a buscar lo que se acabó.
Es el comienzo de un final anunciado. Queda de esperar lo que tanto tratan de encubrir antes de que llegue. Y lo que está golpeando en las puertas, porque estaba en camino y ahora a pasos rápidos, llegó: es la devaluación del peso. La moneda se ha irritado por una economía que terminará colapsando como clonación de una historia repetida, si aquella medida no se tomara.
Será, entonces, que el instalado Síndrome de Estocolmo despertará a los argentinos de un largo reposo que no los dejaba advertir lo que se hallaba en la antesala.