El narcotráfico, ya instalado por Ella
La dinastía, como todos saben, ya ha cumplido casi una década. En estos últimos nueve años, quien esto escribe ha recorrido el país por aire y tierra no menos de treinta veces. Pocos lugares han quedado sin visitar con detalle de tarea prospectiva.
La dinastía, como todos saben, ya ha cumplido casi una década. En estos últimos nueve años, quien esto escribe ha recorrido el país por aire y tierra no menos de treinta veces. Pocos lugares han quedado sin visitar con detalle de tarea prospectiva.
Por las observaciones realizadas entre 2007 y 2010, hube de publicar un extenso informe, alertando sobre la existencia de varias “trazas” en tierra equivalentes a pistas clandestinas. Algunas de ellas, disimuladas con árboles talados que habían sido arrastrados hacia la traza. Mi estimación actual es que -si ya existían 154 pistas clandestinas o “trazas” equivalentes constatadas e informadas por Fuerza Aérea entre el año 1999 y 2003- pues, luego de eso, y durante la gestión de la presente dinastía-, esa cifra subió en modo escalofriante: un 800%. En efecto, hoy es de 1232. Cifra realmente alarmante.
Este verdadero desastre nos convierte abiertamente en un país de narcotraficantes y no sólo de tránsito, tal como nos viene informando la pretensión del enfoque incompetente que tiene el gobierno a través de sus organismos absolutamente ciegos de seguridad.
Entre el NOA y el NEA, esos espacios -pistas clandestinas- suman 961. Los otros 271 se hallan en territorios del centro oeste y centro este.
De toda esta bacanal que se ha permitido en modo irresponsable surge, claramente, que somos hoy el albergue territorial y jurídico definitivo del repliegue y de la retirada de los narcos de México y de Colombia. Pero también de Venezuela, y hasta de Bolivia y Perú.
Somos, pues -gracias a estos últimos nueve años de intensa gestión de vista gorda e inoperancia- el nuevo país “muy amigable” para esta verdadera horda de mercaderes de la muerte. ¡Narcotráfico ya instalado, Jefa!
La comedia preelectoral desenfrenada que va a dar comienzo en cuatro o cinco meses más exhibe una característica especialmente tóxica: se trata de una especie de prolapso del intestino oficialista y, más precisamente, de la vulgar escatología que despliega la nueva compadrita a la violeta de nuestra comarca… cada vez que convoca a su exitoso atril.
En tal sentido, hay algo seguro que nos va a deparar el destino: dejarnos a todos, aún en esta sociedad indolente y abnegada, con la boca abierta. Contemplando que el “vale todo” incluye también la violación consentida y ya casi escriturada de todas y cada una de las dignidades personales.
Eso es lo que somos. Eso es lo que hemos parido. Lo que hemos permitido a esta cáfila de propiciadores del mal.
Ella, su banda y el erial opositor que vemos hoy, constituye la síntesis de nuestras capacidades sociales más excelsas, de nuestra ilustración cultural. De nuestra “enorme” potencialidad para engendrar una dirigencia vergonzosamente idónea desde las entrañas de nuestras generaciones nuevas (idónea para el latrocinio).
Pero no solamente son el muestrario patético del gran abismo político porque, si sólo fueran eso, poca novedad descubriríamos. Sino que son, además, portadores de un gen que los ha llevado hasta ese palio.
Con tal de conseguir sus fines, cada uno de ellos ha de ser capaz de promover, de exhibir, de ocultar, de declarar, de negar y de convalidar cualquier cosa, en los cinco meses que hay de camino hasta diciembre.
Harán lo que sea: desde mandarle la AFIP a un tipo que debe salir de urgencia a operarse en Estados Unidos -que busca dólares por todos lados- hasta cebarle mate, como Fausto, al propio Lucifer.
Ella y su banda son capaces de perpetrar las peores cosas. Todas ellas, de una extravagancia tan cruel que el Marqués Donatien de Sade quedaría convertido en Manuel García Ferré.
Se traicionarán mutuamente, una y mil veces. Se apuñalarán por la espalda... con cualquier excusa. Sin piedad.
Pocos lo saben, pero la traición es una conducta humana que resulta de la prevalencia de un gen absolutamente anómalo que tiene como matriz a otro gen rector, el de la malignidad humana. Los personajes de nuestra dinastía gobierno, que han nacido -casi sin excepción- con estos vicios ignoran en cual momento de su vida puede dispararse el terrible proceso que los compele a desarrollar el mal activamente y no sólo a pensarlo. Pero, un par de veces por día, ocurre.
Su visión ideológica rayana en lo dogmático los ha llevado a fulminar los controles de las puertas más elementales del ingreso de la muerte. La Argentina, casi como si lo hubiese hecho a propósito, parece puesta a carecer de los controles de ingreso mediante radarización de fronteras. En ese sentido, cualquiera de los países de América triplica o cuadruplica en materia tecnológica este tipo de controles.
Ese examen general en Sudamérica nos indica aspectos sorprendentes: cualesquiera de los presupuestos nacionales para el combate contra el narcotráfico resulta porcentualmente superior a nuestro país. Quien menos está superándonos, lo hace con la alucinante ventaja del 60%. ¿Qué esperaba lograr la Comandante en Jefe de nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad, después de nueve años de haber fulminado el país para ser hoy el último en materia de controles… y el más precario en la tecnología aplicada para tal combate?
Y la consecuencia directa de los muy graves efectos directos de esta calamidad sobre la ciudadanía están en cien constancias, todas las cuales han convertido a los delincuentes comunes (ahora drogados) en verdaderos monstruos, cuya liturgia de salvajadas ciegas los compele por ello a matar primero… a degollar primero… para ver, recién después, qué se puede robar, aún cuando -finalmente- termine siendo nada.
De modo que ese cambio etiológico y metodológico del robo del hurto o del delito genérico ha logrado, en su contaminación salvaje, una nueva y retorcida criminalidad en la que entregarse mansamente es lo mismo que resistirse a tiros: ambas opciones son una condena a muerte decretada.
La Gendarmería y la Prefectura, únicas fuerzas de seguridad destinadas a detectar y bloquear aquel ingreso han estado nueve largos años en manos de tres descerebrados, incluyendo Su Majestad. Todos ellos, como se ha visto en estos días, enriquecidos a velocidad exponencial, acaso (por qué no pensarlo) por recibir un premio por tales permisividades. Y por su desdén verdaderamente criminal.
Seres multifacéticos, presos de un fuego indescriptible de ambición por la vanidad y de dominio sobre mundos imaginarios, que los sofoca y los arroja al noveno circulo del infierno del Dante… pero en vida.
La República, pues, exige una palingenesia. Un renacimiento de seres, sin este nivel de criminalidad y sin este frenesí por la infamia.
... Una resurrección moral, para la cual habrá que empezar por nuestra dirigencia porque -sin lugar a dudas- los políticos argentinos, con esta mujer a la cabeza, son el foco central de la expansión de esta epidemia del mal.
El narcotráfico, luego de sus nueve años de gestión, junto con el neocrimen...
… Ya está instalado, Comandanta!