Barack Obama y Winston Churchill
Si hubo alguna vez un ataque político contra los medios de comunicación que fallara su objetivo, este es el caso del atroz ataque del pasado viernes por parte del director de comunicaciones de la Casa Blanca, Dan Pfeiffer, a través del blog de la Casa Blanca, contra Charles Krauthammer, uno de los columnistas más respetados de Washington.
Si hubo alguna vez un ataque político contra los medios de comunicación que fallara su objetivo, este es el caso del atroz ataque del pasado viernes por parte del director de comunicaciones de la Casa Blanca, Dan Pfeiffer, a través del blog de la Casa Blanca, contra Charles Krauthammer, uno de los columnistas más respetados de Washington.
Pfeiffer reprendió ferozmente a Krauthammer por exponer de forma errónea el hecho de que la Casa Blanca de Obama devolviera en 2009 el busto del primer ministro británico Winston Churchill del Despacho Oval a la embajada británica, lo que constituyó una humillante bofetada en la cara de los británicos. Pfeiffer no sólo malinterpretó los hechos, sino que también reavivó la indignación por el modo en el que la administración Obama ha tratado a un viejo, fiable y muy importante aliado de Estados Unidos. Buen trabajo, Dan Pfeiffer…
En su columna del viernes en el Washington Post, Krauthammer se refirió al incidente relativo a Churchill en el contexto de un artículo sobre el viaje de Mitt Romney a Gran Bretaña, contrastando el respeto de Romney hacia la “relación especial” entre Gran Bretaña y Estados Unidos con la indiferencia de Obama. En cuestión de horas, Pfeiffer estalló y escribió en su blog que la afirmación de Krauthammer era “ridícula” y “100% falsa”. “El busto [está] todavía en la Casa Blanca. En la Residencia. A la entrada del Salón del Tratado”.
El único problema es que ese es en realidad otro busto del primer ministro británico. Al que hizo referencia Krauthammer está de vuelta en la embajada británica, tal y como los británicos se apresuraron a confirmar. Desde entonces Pfeiffer publicó lo que el New York Times llamó una “maliciosa continuación”, que de ningún modo sirvió de retractación o disculpa para Krauthammer.
Aparte de demostrar la deplorable relación superficial de la Casa Blanca de Obama con la verdad y su hipersensibilidad a las críticas, este incidente también nos recuerda su desdén por la “relación especial” entre Gran Bretaña y Estados Unidos. Obama se denomina a sí mismo como el primer “presidente Pacífico”. Habiendo crecido en Asia y de padre africano, no tiene una afinidad natural con los europeos.
Eso no debería excusar su mezquino tratamiento a los británicos, que incluye la devolución del busto de Churchill, el tratamiento humillante al primer ministro británico Gordon Brown durante su primera visita a la Casa Blanca en 2009, el iPod con discursos de Obama entregado a la reina de Inglaterra como regalo “ceremonial”, el respaldo a Argentina en el asunto de las islas Malvinas y una variedad de otros impresionantes lapsus en el protocolo diplomático.
No hace falta decir que los tabloides británicos, conocidos en conjunto como “Fleet Street”, sacan provecho de estos lapsus americanos, declarando alegremente en sus titulares que la “relación especial” está muerta, desmoronándose, en declive, etc. Sin embargo, la alianza británico-americana es muy profunda.
La relación entre Estados Unidos y Gran Bretaña no es sólo política sino también de civilización. Tiene siglos de antigüedad, está basada en una historia, una lengua, una cultura, unos valores y unos sistemas políticos comunes, pues ambos países provienen de una raíz común. De hecho, la expresión “relación especial” fue acuñada por el propio Winston Churchill cuando describió el frente común de Estados Unidos y el Reino Unido contra el comunismo.
El propio Churchill era medio americano (por parte de madre). De manera simbólica, su estatua en el exterior de la embajada británica en la avenida de Massachusetts de Washington está colocada deliberadamente de forma que tiene un pie en suelo británico y el otro en suelo americano.
Tal vez el significado de todo esto se haya perdido en la actual Casa Blanca. Pero una cosa es cierta: La “relación especial” entre nuestras dos naciones persistirá mucho tiempo después de que la administración Obama haya pasado a la historia.
La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.