INTERNACIONALES: MICHAEL TANNER

ObamaCare: no hay almuerzos gratis

En 1850, el economista francés Frédéric Bastiat escribió: "Lo que se ve y lo que no se ve", en donde señaló que, mientras que los políticos gustan de hacer alarde de los beneficios visibles de su generosidad, habían a menudo costos y consecuencias resultantes de esas políticas que pasaban desapercibidos.

10 de Agosto de 2012

* El autor es Director del Proyecto del Cato Institute para la Privatización de la Seguridad Social.

En 1850, el economista francés Frédéric Bastiat escribió: "Lo que se ve y lo que no se ve", en donde señaló que, mientras que los políticos gustan de hacer alarde de los beneficios visibles de su generosidad, habían a menudo costos y consecuencias resultantes de esas políticas que pasaban desapercibidos.

Esta es una lección a la que los políticos de hoy en día deberían prestarle atención.

Consideremos, por ejemplo, a Obamacare. Al presidente le gusta citar el hecho de que los estudiantes universitarios ahora son capaces de permanecer cubiertos en la póliza de sus padres hasta los 26 años. Esto, sin duda, ha hecho más fácil para algunos estudiantes obtener o mantener un seguro de salud. Sin embargo, esta cobertura adicional no es gratuita. De hecho, de acuerdo con el Departamento de Salud y Servicios Barack ObamaHumanos, el costo de mantener la cobertura de los 18 a los 26 años podría ser tan alto como $3.400 anuales por cada niño. Gran parte de ese costo adicional es traspasado a las compañías que proveen cobertura de seguro a los dependientes de sus empleados.

El resultado predecible: Las empresas están eliminando la cobertura a dependientes por completo. Entre ellas se encuentra uno de los mayores fondos de seguros administrado por un sindicato en Nueva York, SEIU United Healthcare Workers East, que ahora está eliminando la cobertura de dependientes para 30.000 trabajadores. Irónicamente, el fondo había cubierto previamente a 6.000 hijos de los trabajadores, algunos de ellos hasta los 23 años. A esos estudiantes, así como a los cónyuges e hijos, se les acabó esa suerte.

¿Y qué pasa con los estudiantes cuyos padres no reciben la cobertura para dependientes en el trabajo y no pueden permitirse el lujo de pagar el costo adicional ellos mismos? Muchos de ellos solían obtener cobertura por medio de su universidad. Pero las nuevas reglas y regulaciones de Obamacare están obligando a muchas universidades a suspender su cobertura o aumentar drásticamente las primas.

Por ejemplo, la Universidad Lenoir-Rhyne de Hickory, Carolina del Norte; la Universidad de Puget Sound en Tacoma, Washington; y la Universidad de Cornell en Mount Vernon, Iowa; abandonarán los planes patrocinados por la universidad en el otoño. Las universidades alegaron que las regulaciones de Obamacare habrían aumentado las primas de los estudiantes por un factor diez. La Universidad de Bethany en Lindsborg, Kansas, se vio obligada a aumentar la prima del plan que ofrecía a los estudiantes de $445 a más de $2.000 para pagar el nuevo nivel de cobertura exigido por la ley de salud.

La exigencia de la administración Obama de que el seguro incluya cobertura de anticonceptivos está haciendo que las universidades católicas abandonen la cobertura estudiantil. La Universidad Franciscana de Steubenville en Ohio y la Universidad Ave María en Florida han abandonado recientemente sus planes estudiantiles.

El presidente no va a estar hablando de aquellos estudiantes que perdieron su seguro de salud a causa de sus políticas.

Del mismo modo, otra disposición de Obamacare de la que el presidente habla constantemente es la prohibición de la discriminación de las aseguradoras ante las condiciones preexistentes en los niños (Las disposiciones para los niños ya entraron en vigencia y las disposiciones sobre condiciones preexistentes en adultos no lo harán sino hasta 2014). No es sorprendente que esto animara a los padres con niños enfermos a correr a asegurarlos. Bien por ellos. Pero los padres con niños sanos vieron la probabilidad de obtener la cobertura disminuida, especialmente desde que la llegada de niños enfermos aumentó las primas. De cara a esta “espiral mortal de selección adversa”, las aseguradoras en veinte estados han respondido con la suspensión de los planes de cobertura que son únicamente para el niño de la familia. Por lo tanto, miles de padres tendrán que comprar una cobertura familiar mucho más costosa o renunciar por completo al seguro de sus hijos.

Millones de trabajadores también se podrían encontrar sin seguro, o al menos removidos de su plan patronal actual. Una nueva encuesta por Deloitte publicada recientemente sugiere que al menos 10 por ciento de las empresas planea eliminar su cobertura en los próximos dos años como resultado de Obamacare. Y, podría ser peor: Una encuesta realizada por McKinsey & Company reveló que el número de compañías considerando eliminar su cobertura es tan alto como un 30 por ciento. Por supuesto, muchos de los trabajadores podrán obtener cobertura y posiblemente subsidios a través de intercambios, pero sin duda contarán con menos opciones y precios más elevados.

Tampoco hay que olvidar que a lo largo del país hay personas que no están siendo contratadas o, peor aún, están siendo despedidas porque los empleadores no pueden pagar el costo del seguro, especialmente considerando que Obamacare no solo ha fracasado en frenar los crecientes costos de los seguros, sino que ha aumentado en un 2 o 3 por ciento los precios de las primas. Estos trabajadores desempleados son más víctimas invisibles de Obamacare.

Esta es una lección que va más allá de Obamacare. Los políticos a menudo actúan como si los programas gubernamentales fuesen gratuitos. El presidente Obama, en particular, parece creer que la intervención del gobierno se da sin ningún tipo de desventajas. Las regulaciones solamente pueden hacer el bien. Los impuestos no perjudican a nadie —excepto tal vez a unos pocos ricos, pero ellos no cuentan de todos modos. Pero siempre hay costos y consecuencias inesperadas. Estos costos y consecuencias podrían no ser tan fáciles de ver como los beneficios que el gobierno distribuye, pero no por ello son menos reales.

O como dijo otro gran economista, Milton Friedman, doscientos años después de Bastiat: "No hay tal cosa como un almuerzo gratis".

Este artículo fue publicado originalmente en National Review Online (EE.UU.) el 25 de julio de 2012.

Michael Tanner | The Cato Institute, sitio web