La política comercial de Barack Obama no es tan moderna
Las autoridades de la administración de Obama se presentan como los encargados de la política comercial moderna del “siglo XXI”. Desafortunadamente, los elementos específicos de la política comercial de Obama no sugieren ningún progreso real.
Simon Lester es analista de políticas públicas en el Centro Herbert A. Stiefel para Estudios de Política Comercial del Cato Institute.
Las autoridades de la administración de Obama se presentan como los encargados de la política comercial moderna del “siglo XXI”. Desafortunadamente, los elementos específicos de la política comercial de Obama no sugieren ningún progreso real. La política de hoy se trata más sobre responder a las demandas de las grandes industrias, insertando en los acuerdos comerciales nuevos asuntos con una conexión poco convincente con el núcleo de los asuntos comerciales, que de luchar contra el proteccionismo.
Las recientes negociaciones dentro del marco de la Alianza Trans-Pacífico revelaron algunos detalles claros sobre el contraste que el equipo comercial de Obama está intentando marcar, cuando el embajador de EE.UU. en Nueva Zelanda, David Huebner, argumentó que Nueva Zelanda debería considerar asuntos del “siglo XXI”, como la inversión, la inmigración y la relación con los derechos de propiedad intelectual, en lugar de enfocarse de manera obtusa en preocupaciones del “siglo XIX” como los aranceles, los subsidios y las cuotas. Los detalles que ofreció para distinguir entre el “siglo XXI” y el “siglo XIX” resaltan cómo la política comercial se ha vuelto menos acerca de un buen entendimiento de la economía y más acerca de darle a las industrias lo que piden.
Los aranceles y las cuotas son métodos clásicos de proteccionismo. Mientras que estas medidas pueden servir para promover otras políticas, usualmente son utilizadas para darle ventajas a los productores domésticos a cuestas de los competidores extranjeros. Los subsidios son un poco más complejos, pero las reglas de la OMC para los subsidios se puede decir que apuntan a los subsidios que son proteccionistas, mientras que permiten que los subsidios sean utilizados con otros propósitos. Así que cuando el embajador Huebner habla de aranceles, cuotas y subsidios, él se refiere a tres formas clásicas en que se ha manifestado el proteccionismo.
En contraste, sus preocupaciones del “siglo XXI” son de una naturaleza muy distinta, con una conexión limitada al comercio. A lo largo de las últimas décadas, las reglas sobre la propiedad intelectual se han incorporado en los acuerdos comerciales. Pero estas reglas no pretenden limitar el proteccionismo. Estas reglas son una expansión sustancial de la envergadura de la gobernabilidad global hacia un área con una remota conexión con las preocupaciones tradicionales de la política comercial. Además, la inclusión de estas reglas en los acuerdos comerciales puede ser vista como un intento de darle una ventaja a los productores domésticos. Cuando un país tiene muchas empresas que tienen muchos derechos de propiedad intelectual y ese país argumenta a favor de reglas más fuertes para la protección de la propiedad intelectual que beneficia a esas empresas, su posición parece ser la de promover sus intereses domésticos.
La inversión es un poco más complicada. De muchas maneras, la inversión es simplemente la contraparte del comercio. Las reglas acerca de limitar el proteccionismo en el contexto de cuestiones comerciales también podría aplicarse de manera similar a la inversión extranjera. En la práctica, en cambio, las reglas de inversión internacional van mucho más allá de establecer límites al proteccionismo y se enfocan en ayudar a las empresas domésticas a invertir en el extranjero. Las reglas de inversión en los acuerdos comerciales proveen amplias garantías en contra del “maltrato” de inversores extranjeros por parte de los gobiernos anfitriones, aún cuando el trato no es proteccionista y le permiten a los inversores demandar directamente a los gobiernos.
Finalmente, el embajador Huebner habla acerca de la inmigración. Esto no es, por supuesto, un llamado generalizado a que tengamos una política migratoria más abierta, algo que sería de mucho valor. En cambio, en lo que concierne a los acuerdos comerciales, se enfoca en proveer una oportunidad limitada para que algunos trabajadores preparados trabajen en el extranjero.
Se podría decir que el común denominador en el contraste entre los dos siglos es que los acuerdos del “siglo XXI” están enfocados en lo que las grandes industrias quieren, en lugar de hacer lo que constituye una buena política económica.
Cuando los economistas hablan acerca del libre comercio y de los acuerdos comerciales, su enfoque está en el proteccionismo. Reducir el proteccionismo —es decir, asuntos del “siglo XIX”— es bueno para el bienestar económico general. Crea más competencia entre los productores y, como resultado, provee a los consumidores acceso a productos y servicios de mejor calidad y a un precio más bajo.
En contraste, la versión del “siglo XXI” de los acuerdos comerciales cambia el enfoque de reducir el proteccionismo hacia las demandas de las grandes industrias. De esta manera, se puede generar el respaldo político para los acuerdos comerciales. Las empresas quieren una protección más firme de la propiedad intelectual, la habilidad de contratar trabajadores calificados del extranjero y la posibilidad de proteger sus inversiones en el extranjero pudiendo demandar a gobiernos extranjeros en tribunales internacionales. Consecuentemente, esto se ha convertido en el núcleo de la política comercial estadounidense, sin importar sus beneficios globales.
Mientras tanto, los múltiples aranceles, cuotas y subsidios proteccionistas que permanecen cada vez son más ignorados en virtud de nuestra política comercial del “siglo XXI”, creando una gran carga sobre la economía. ¿Es esto realmente progreso?
La envergadura adecuada para las reglas del comercio internacional ciertamente están abiertas al debate. La cuestión de sobre qué deberían tratarse los acuerdos comerciales es desafiante, requiere de una discusión amplia acerca de qué políticas deberíamos estar buscando. Pero la clasificación simplista de políticas comerciales por siglo que hace la administración de Obama no aborda este asunto y, además, socava la importante tarea de luchar contra el proteccionismo en casa y en el extranjero.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de América (EE.UU.) el 1 de agosto de 2012.