No abandonar a Afganistán
El pasado fin de semana se cumplieron 11 años de la invasión liderada por Estados Unidos en Afganistán, que se lanzó justo tres semanas y media después de los atentados del 11 de septiembre. Recientemente, se alcanzó la marca de la baja número 2,000 entre las tropas de Estados Unidos en Afganistán.
El pasado fin de semana se cumplieron 11 años de la invasión liderada por Estados Unidos en Afganistán, que se lanzó justo tres semanas y media después de los atentados del 11 de septiembre. Recientemente, se alcanzó la marca de la baja número 2,000 entre las tropas de Estados Unidos en Afganistán. Esta cifra (junto con el horror de los “ataques desde dentro” cometidos por soldados afganos contra los aliados) requiere de una explicación acerca de la situación en la que se encuentra Estados Unidos en Afganistán.
A los tres meses de la invasión de 2001, Estados Unidos había derrotado a los talibanes y establecido un gobierno afgano respaldado internacionalmente. Pero el éxito de Estados Unidos y la OTAN en los primeros años de la guerra en Afganistán se han visto reducidos durante los últimos cinco años. Los talibanes se han podido reagrupar y recuperar en sus refugios seguros de Pakistán para así amenazar de nuevo el futuro del país.
Aunque pocos creen que sea posible lograr una derrota sin paliativos de los talibanes con este escenario, hay varias cosas que Estados Unidos puede hacer para maximizar las posibilidades de que Afganistán alcance un mínimo nivel de paz y estabilidad, incluso si las tropas de Estados Unidos y la OTAN se retiran durante los próximos dos años.
Los ataques desde dentro. El desafío más inmediato es contener el creciente número de “ataques desde dentro” que le han costado a la coalición 52 vidas en lo que va de año. La tendencia cada vez más extendida dentro de las fuerzas de seguridad afganas de atacar a sus compañeros de la coalición supone la mayor amenaza para la misión en Afganistán. La estrategia de Estados Unidos se centra en ser capaz de instruir a las fuerzas afganas de modo que finalmente se puedan enfrentar por sí mismas a la amenaza insurgente.
Si el número de ataques desde dentro no disminuye pronto, será cada vez más difícil no sólo justificar el seguir teniendo tropas combatiendo en Afganistán durante dos años más, sino incluso mantener a los instructores. Los dirigentes de Estados Unidos y de la OTAN están tomando medidas para abordar esta situación, tales como mejorar el control y la investigación de los antecedentes de los reclutas, la monitorización y la contrainteligencia así como utilizar a la organización de seguridad “Guardian Angels” para proteger a las tropas de la coalición.
Parte del problema ha surgido porque los reclutadores han estado reduciendo el tiempo dedicado a la investigación de los antecedentes de los reclutas para poder así cumplir con los objetivos marcados de aumento del número de tropas afganas. Existen informes contradictorios sobre si la mayoría de los ataques desde dentro provienen de infiltraciones de los talibanes, de las diferencias culturales entre las fuerzas de la OTAN y las afganas o de que la fatiga por los años de guerra está alimentando la indisciplina entre las tropas. Hasta que los responsables afganos y los de la OTAN no puedan determinar con exactitud las razones que hay detrás de los ataques, tendrán poco éxito en la contención de esta amenaza.
Los refugios seguros en Pakistán. Washington debe estar dispuesto a usar el palo, no sólo la zanahoria, para convencer a Pakistán de que tome medidas contra los santuarios de los insurgentes dentro de su territorio. A pesar de la disposición de Estados Unidos de más de $22,000 millones en ayuda económica y militar para Pakistán durante la década pasada, Islamabad continúa haciendo la vista gorda (e incluso respaldando en algunos casos) a los talibanes y a la red Haqqani que están luchando contra las fuerzas de la coalición en Afganistán.
En la sesión del Congreso del pasado 13 de septiembre, el congresista Jerry Connolly (D-VA) declaró que la red Haqqani “opera con impunidad en ciertas partes de Pakistán con absoluto conocimiento por parte de la Dirección de Inteligencia Inter-Services (ISI)” (el servicio de inteligencia pakistaní) y argumentó que Estados Unidos necesitaba “tomar el control sobre este asunto si quiere que la relación con el gobierno de Pakistán se desenvuelva una manera próspera y normal”. Ninguno de los expertos que fueron testigos de la sesión, incluido yo mismo, estuvo en desacuerdo con las afirmaciones del congresista.
Ser realistas acerca de los talibanes. Las autoridades de Estados Unidos no deben depositar falsas esperanzas en un proceso de reconciliación imaginario para simplemente poder justificar la retirada de las tropas. La administración ha intentado entablar conversaciones con los talibanes durante el último par de años y estuvo muy cerca de liberar a cinco importantes prisioneros talibanes de la prisión de la Bahía de Guantánamo a principios de este año, como paso previo a la constitución de una conferencia, sin compromiso alguno por parte de los talibanes a renunciar a al-Qaeda o a participar en un proceso político normal. Esto habría sido una desastrosa e inmerecida concesión a los talibanes. Mientras tanto, los talibanes han calculado que pueden simplemente esperar a que se retiren las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN y, al mismo tiempo, obtener concesiones de los responsables de Estados Unidos, desesperados por poder alcanzar algún acuerdo.
La transición a una seguridad en manos afganas. Como argumentó recientemente el analista de la Fundación Heritage Luke Coffey, la OTAN debe continuar centrándose en una transición gradual y no empezar a salir huyendo. Actualmente, los afganos tienen el mando de la seguridad de más del 75% de la población del país y el objetivo de una transición total está previsto que se alcance hacia finales de 2014. Los miembros de la OTAN y los socios de la coalición no deberían utilizar este progreso como una excusa para abandonar Afganistán prematuramente. Cualquier retirada de las fuerzas de la OTAN debería estar basada en una mejora de las condiciones sobre el terreno y en el consejo de los responsables militares. La Declaración de Lisboa de 2010 establecía que la “transición estará basada en la situación del país, no estará dirigida por el calendario y no equivaldrá a la retirada de las tropas de la ISAF” (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad).
Aunque la eliminación de Osama bin Laden y sus principales ayudantes durante el último año y medio han supuesto unos grandes avances contra la amenaza del terrorismo proveniente del sur de Asia, sería un error asumir que la lucha contra el terrorismo global se ha terminado y que Estados Unidos puede simplemente retirar su atención de Afganistán y Pakistán. Los documentos encontrados el año pasado en el complejo de bin Laden en Abbottabad demostraron lo importante que es la guerra en Afganistán para la agenda de al-Qaeda.
Incluso si Estados Unidos suprime las operaciones de combate, este debería permanecer íntimamente involucrado en Afganistán en términos financieros, diplomáticos e incluso militares, mediante misiones antiterroristas y de instrucción hasta después de 2014. El reto de estabilizar Afganistán y asegurarse de que nunca se vuelve a convertir en una base para los terroristas internacionales es inmenso pero no insuperable.
Por tanto, debemos continuar respaldando a aquellos afganos que están trabajando por un futuro mejor para su país, incluso si reducimos las operaciones de combate. Pues a pesar de lo desalentadoras que pueden resultar a veces las noticias, las autoridades de Estados Unidos no pueden eludir la realidad de que la seguridad del territorio nacional está unida de forma inseparable al futuro de Afganistán.
La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.