Cincuenta años después de la Crisis de los Misiles: Fidel y Raúl Castro, los hombres del Apocalipsis
En el cincuentenario de la Crisis de los Misiles Cubanos -acontecida en octubre de 1962-, solo uno de los líderes involucrados en el evento continúa en el poder.
En el cincuentenario de la Crisis de los Misiles Cubanos -acontecida en octubre de 1962-, solo uno de los líderes involucrados en el evento continúa en el poder.
A la edad de 86 años, Fidel Castro prácticamente ha desaparecido, sin dejarse ver en público durante meses. Su lugar en el control de Cuba fue ocupado por su hermano Raúl Castro -de 81 años-, quien también participara activamente en el episodio de octubre del 62.
Como ministro de defensa, fue Raúl Castro quien visitó Moscú en julio de aquel año, para discutir los envíos militares -incluyendo armamento nuclear-, y sus fuerzas armadas supervisaron el despliegue de misiles en Cuba.
En tanto los Estados Unidos y la Unión Soviética flotaban sobre un probable escenario de guerra nuclear, Fidel Castro -bien predispuesto a la recepción de armas nucleares rusas, recalcitrante anti-imperialista, y protector de los movimientos revolucionarios de la década del sesenta- buscó depositar a los EE.UU. y los soviéticos hacia un punto de no retorno.
Michael Dobbs escribió en Un Minuto Para la Medianoche: Kennedy, Khrushchev y Castro ante el Precipicio de la Guerra Nuclear que, “por la manera en que Castro lo veía, la guerra convencional escalaría rápidamente en un intercambio nuclear (...) [Castro] y otros líderes cubanos entendieron bien que 'seríamos aniquilados' si la guerra nuclear se hubiese producido. Caerían ‘con suprema dignidad.’”
En octubre de 1962, Fidel remitió una carta al entonces premier Nikita Khrushchev. Previendo una invasión inminente por parte de Estados Unidos contra Cuba. Fidel persiguió empujar a su aliado soviético a prepararse para la guerra nuclear y la aniquilación de su odiado enemigo:
Le cuento esto pues creo que la agresividad de los imperialistas [EE.UU.] los convierte en extremadamente peligrosos y, si acaso se las arreglan para invadir Cuba -un acto brutal en franca violación de la Ley Moral y Universal-, entonces será el momento de eliminar este peligro para siempre, en un legítimo acto de autodefensa. Sin importar lo crudo y terrible de la solución, no existiría otra.
En pocas palabras, los Castro estaban listos para arriesgarlo todo, en lo que se presentaba como un terrible juego nuclear de ver quién retrocedía primero.
El tóxico cóctel entre armas nucleares, rabia contra Estados Unidos y la preparación con miras a abrazar la martirización por una causa -ya fuere sagrada o secular- representa un peligro para el mundo en octubre de 2012, como lo representó en octubre de 1962.
Más aún, es probable que las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba jamás alcancen un estado de normalidad hasta tanto los hombres que permanecen en el poder desde hace 53 años -y que estaban listos para provocar una guerra nuclear para defender su revolución antinorteamericana- no abandonen la escena.