El siguiente paso para el Ejército de Estados Unidos
Este mes, la Asociación del Ejército de Estados Unidos se reunirá para su encuentro y exposición anuales. Cuando se considere el final del conflicto iraquí y la retirada de Afganistán, habrá una pregunta en la mente de todos: ¿Adónde vamos a partir de aquí?
Este mes, la Asociación del Ejército de Estados Unidos se reunirá para su encuentro y exposición anuales. Cuando se considere el final del conflicto iraquí y la retirada de Afganistán, habrá una pregunta en la mente de todos: ¿Adónde vamos a partir de aquí?
Durante los últimos once años, el Ejército ha llevado la mayor parte de la carga de las guerras en Irak y Afganistán. Los Marines han estado allí con ellos, pero el tamaño y la composición del Ejército hizo de él el mayor contribuidor de tropas para el conjunto de acontecimientos conocido como “Guerra contra el Terrorismo”. Y ha sido un camino largo y difícil.
Cada rama de las fuerzas armadas se está posicionando de cara al futuro. Eso es lo que sucede siempre que amaina un conflicto. Pero, para la Fuerza Aérea, la Armada y el Cuerpo de Marines (USMC), la decisión es más fácil. El nuevo “pivote” estratégico hacia Asia de la Administración Obama les ha dado un rumbo que seguir. Las inmensas extensiones de aire y agua que conforman el teatro de operaciones Asia-Pacífico son sus elementos naturales. Sin embargo, el ejército contempla dicho “pivote” así como la ausencia de declaraciones de grandes o largas guerras en tierra o de conflictos debidos a la creación de nuevas naciones y no tiene más remedio que preguntar: “¿Para qué quieren que nos preparemos?”.
El Ejército se está dejando el alma buscando una estrategia y devanándose los sesos para decidir cómo dimensionarse, cómo equiparse y cómo preparar a sus tropas. En sus escuelas, los instructores ya están declarando ciertos escenarios como fuera de los límites de una discusión productiva. Y los comandantes les están diciendo a los capitanes y tenientes frases como: “Nunca volveremos a hacer eso” o “Esa ya no será la misión del Ejército”.
Pero el Ejército de EE.UU. nunca ha sido muy bueno pronosticando. Después de Vietnam, se deshizo deliberadamente de sus conocimientos acumulados en contrainsurgencia. En mitad de la intervención en Kosovo, los coroneles que estudiaban en la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos declararon que al Ejército no le correspondía ni siquiera pensar en la creación de naciones y en otras complejas contingencias, y que su única función legítima era ser un gigantesco puño que la nación enviaba para combatir en sus principales guerras. Sin duda, unos bonitos pensamientos.
El Ejército tiene razón al sentirse incómodo acerca de su futuro, pero la solución puede ser más sencilla de lo que piensa. El Ejército necesita estar preparado para combatir simultáneamente grandes guerras y operaciones de contingencia complejas pero más pequeñas. Debe ser capaz de realizar maniobras ágiles, de tener una potencia de fuego concentrada y de controlar los matices de la interacción con líderes civiles extranjeros. Debe estar preparado tanto para una Operación Tormenta del Desierto como para un conflicto del tipo de la Operación Libertad Iraquí. El Ejército necesita unas capacidades que se puedan aplicar en todo tipo de conflictos y unos líderes militares que los comprendan.
La solución es simple, aunque no precisamente fácil.
Especialmente en un momento de austeridad fiscal, cuando parece que la ley de Control Presupuestario y la retención de fondos están dirigiendo el Departamento de Defensa, esta clase de flexibilidad institucional es extraordinariamente difícil, aunque no imposible.
El Ejército siempre se ha enorgullecido de poder desempeñar cualquier misión que se le asigne. No hay duda de que esa será la situación en el futuro. La pregunta es ¿con qué costo? Si se deshace de sus capacidades para una gran guerra, se acaba en una batalla como la del paso de Kasserine (Segunda Guerra Mundial) o en la Fuerza Operacional Smith (Guerra de Corea). Y, si se prescinde del conocimiento sobre las insurgencias, se repiten los dos primeros años del conflicto en Irak, especialmente con sucesos como los de Faluya, Kerbala y Nayaf.
Sea cual fuere la manera de la que el Ejército decida reestructurarse y en qué tipo de conflictos armados elija centrarse, este debe tener en cuenta unos cuantos hechos (desafortunadamente). Estados Unidos rara vez consigue definir los parámetros de la siguiente guerra. Su tamaño, localización e intensidad seguirán siendo un misterio hasta que esta comience (y a veces incluso hasta más tarde).
Así pues, el Ejército debería estar motivado para ampliar sus miras con el fin de incluir tanto conocimiento estratégico, operativo y táctico potencial como le sea posible y conservar todas las lecciones que se aprendan, sean del tipo que sean. Esto podría parecer una dispersión de la iniciativa, pero es mucho mejor que empezar desde cero la próxima vez que sea movilizado.
La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.