Mambrú va a la Guerra Final
"Un gobierno no debe nunca dar por supuesto que el destino de su país y su existencia entera dependen del resultado de una sola batalla, por decisiva que ésta sea" (Karl von Clausewitz)
Bueno, doña Cristina ya decidió. A pesar de la gigantesca manifestación popular que hasta le impidió dormir, el 7D irá a la guerra final no contra el Grupo Clarín -cuya suerte le importa un bledo a la gran mayoría de los argentinos- sino contra el derecho de éstos a elegir. Lo más curioso es que, metiéndose en este brete de hierro que ella misma construyó, nada puede ganar, salvo un inicuo reverdecer de su prestigio entre la masa de sus fanáticos, que tampoco lo necesitan.
Porque, aún si consiguiera vencer en esa batalla que sólo ella considera decisiva, ¿se reducirá la inflación?, ¿cederá la inseguridad?, ¿crecerá el empleo privado y registrado?, ¿se dejará de emitir moneda sin valor?, ¿saldrá el país de la recesión?, ¿terminaremos con los juicios de los jubilados y les pagaremos el 82%?, ¿se cerrarán, para el Gobierno, las cajas de la ANSES y del BCRA?, ¿será la Justicia independiente?, ¿pagaremos las deudas al Club de Paris y al CIADI?, ¿irán presos los corruptos?, ¿no morirá más gente en los ferrocarriles y en las rutas?, ¿dejará de cortarse la luz y no se inundará más la Provincia de Buenos Aires?, ¿aparecerán los fondos de Santa Cruz?, ¿se dejará de perseguir a los jueces serios?, ¿Boudou explicará la verdad de Ciccone?, ¿se aclarará el tema Shocklender y las Madres de Plaza de Mayo?, ¿se le pedirá disculpas a la señora de Noble y a sus hijos por las atrocidades dichas y la Juez Arroyo cerrará de una vez la causa?, ¿irán presos Jaime y los Cirigliano?, ¿nos serán devueltas la fragata Libertad y la corbeta Espora?
No sólo nada de eso sucederá sino que, por el contrario, la señora Presidente perderá mucho. Desde hace tres años, cuando el adefesio que constituye la Ley de Medios fue votada, sin cambiar una coma, por los legisladores oficialistas –casi todos ellos, en especial sus jefes de bloque y principales lenguaraces, cumplían idéntico papel en la época de Menem- y por los idiotas útiles opositores que, luego, dijeron haber sido sorprendidos en su buena fe por la inmunda forma en que el Ejecutivo usa la norma, no se ha incorporado a ésta un recurso tecnológico inédito de la sociedad: nada menos que Internet. Además, y como sucedió con en Egipto, que no fue organizada a través de las redes sociales, ya que pocos de sus ciudadanos acceden al ciberespacio, sino mediante los más modestos SMS, que miles de celulares se enviaron entre sí, y lo mismo ocurrió en Libia y está sucediendo en Siria. Me permito recordar al Gobierno que, en la Argentina, ya hay más de una línea de telefonía móvil por habitante.
Es decir que, aún tomando por la fuerza Cablevisión, Fibertel, Canal 13, TN y hasta el diario, la Señora Presidente no conseguirá acallar a quienes salimos a la calle el 8N para decir “basta” a este Gobierno tiránico, prepotente, corrupto e incapaz. Deberemos, si eso sucede, informarnos de la realidad a través de nuestras computadoras y teléfonos, pero no dejaremos de conocerla y evaluarla. Y nuevamente saldremos a protestar frente a las iniquidades que esta ridícula guerra pretende transformar en invisibles. Ya se están moviendo, en ese sentido, las redes sociales que, hace dos semanas, demostraron la potencia de su convocatoria.
Habrá que ver también qué opinan, por ejemplo, los clientes de Fibertel –nada menos que un millón, multiplicado al infinito- cuando el servicio lo deba prestar la misma gente que, con tanto suceso personal y patrimonial como la “abogada exitosa”, conducen hoy los trenes, Aerolíneas Argentinas, Fútbol para Todos, YPF y la energía del país. ¿De dónde saldrá el dinero para invertir permanentemente en una empresa que compite en el mercado más sofisticado del mundo? ¿Serán, otra vez, los jubilados quienes deban financiar la terminal fiesta cristinista?
Terminaré con una preocupante frase de Jorge Fontevecchia -“Ojalá que el género que practique el kirchnerismo siga siendo la comedia”- aunque tengo pocas esperanzas de que ello ocurra.