YPF: de la euforia nacionalista a la cruda realidad
YPF fue fundada como empresa estatal en 1922, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, convirtiéndose en la primera gran petrolera verticalmente integrada del mundo...
YPF fue fundada como empresa estatal en 1922, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, convirtiéndose en la primera gran petrolera verticalmente integrada del mundo. Por historia, ciertamente no es incorrecto haber recurrido a la reestatización pero, a seis meses de aquel acontecimiento, los costos aparecen superiores a los beneficios.
Las acciones de la firma -que hace menos de un año llegaron a valer $188,50-, tocaron durante la semana pasada su punto más bajo en lo que va del año, deslizándose hacia un precio unitario de $66,50. El desplome de YPF en el Merval se acrecentó desde que Cristina Elisabet Fernández de Kirchner anunciara la expropiación del 51% de las acciones de la empresa controlante -Repsol- en abril del corriente.
Como consecuencia de esta importante caída, la compañía sufrió una pérdida de capitalización de 36.800 millones de pesos desde comienzos del año, pasando de 66.000 millones de pesos en enero a los 29.200 millones actuales. Si esa cifra se divide por las jornadas bursátiles llevadas a cabo durante 2012, el resultado reflejará una pérdida diaria de 180 millones de pesos o, lo que aparece como más estremecedor, de 105.500 dólares por minuto.
El presidente ejecutivo de YPF, Miguel Galuccio, declaró ante conferencia de prensa en agosto pasado que la empresa requiere inversiones por 37.200 millones de dólares para el período 2013-2017. De ese número, prevé financiar unos 32.600 millones con recursos propios. YPF busca, de esta manera, incrementar la producción de crudo y gas en un 32 por ciento, y la de combustibles (naftas y diésel) en un 37 por ciento. Su meta de endeudamiento en relación al EBITDA (ganancias antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones) no puede superar un ratio de 1,5 veces, conforme el plan presentado por su presidente.
El itinerario financiero de la ahora empresa estatal se exhibe curioso y zigzagueante. El directorio de la petrolera resolvió, a principios del mes en curso, abonar a sus accionistas un total de $303 millones en concepto de reparto de parte de las utilidades de 2011. La novedad sorprendió al mercado, en virtud de que ello va a contramano del deseo del Gobierno Nacional de reinvertir en el proceso productivo. Y el hecho también es llamativo, debido a que la Casa Rosada ha venido sugiriendo a las empresas privadas que reinviertan sus utilidades sin girar dividendos, para apuntalar el proceso de "reindustrialización".
El pasado viernes, se conoció que, en las próximas semanas, podría tener lugar una sentencia que condenaría a YPF a pagar un juicio por las interrupciones del suministro de gas a generadoras brasileñas. Nada tuvo que ver la actual gestión con aquel proceso, ocurrido cuando la compañía se hallaba en manos de la española Repsol; no obstante, debería afrontar el pago de, aproximadamente, 1500 millones de dólares en concepto de indemnización.
En lo que respecta a resultados financieros, Galuccio señaló que su gestión canceló deudas por $22.960 millones y que renegoció la totalidad del pasivo financiero con instituciones bancarias locales y extranjeras. Bajo el empleo de este discurso, evitó -según afirma- la caída en default de la empresa.
Asimismo, la Nueva YPF avanzó en negociaciones con la estadounidense Chevron para que esta petrolera se involucre en el proceso de inversión necesario para poner en marcha el megaproyecto de Vaca Muerta, y se prevé que técnicos de la firma argentina se reúnan en Houston con sus homólogos norteamericanos para avanzar en este propósito. Desde luego, sin importar que, durante las últimas horas, se conociera que Repsol presentó una demanda contra Chevron, debido a que se sentó a la mesa con YPF para poner manos a la obra en el estratégico megayacimiento.
Pero no todo son pálidas para la petrolera estatal: durante los pasados seis meses, logró incrementarse la producción de combustibles líquidos. En el documento que sirvió de base para la presentación del CEO Miguel Galuccio, YPF corrobora que, en el tercer trimestre, la compañía elevó la producción de crudo en un 0,6% respecto del tercer trimestre de 2011, al tiempo que refrendó el 4,7% de suba interanual acumulado en ese rubro. Por otra parte, el tercer trimestre concluyó con 36 equipos de perforación, frente a los 29 con que se contaba en el trimestre número dos, lo que permitió incrementar de manera significativa la cantidad de pozos perforados.
Ciertamente, no son la capacidad técnica ni el expertise de Galuccio las variables bajo fuego. El CEO es un profesional de prestigio, y resulta ser un hombre más que idóneo para el puesto (a contramano de la dirección camporista de Aerolíneas Argentinas y otros espacios). En cualesquiera de los casos, sí resulta evidente que el hombre arribado desde Londres jamás se ocupó de evaluar el deshonor que, inevitablemente, acompaña el codearse con una Administración tan proclive a la improvisación, como lo es la que encabeza la Presidente Cristina Kirchner. Valga la redundancia: por historia, YPF "merece" ser estatal, pero las intenciones del Ejecutivo de expropiar la compañía al mejor estilo chavista solo ha logrado traer por resultado el ruidoso alejamiento de las inversiones en el país. Este contexto de carencia de atractivos para invertir se complementa con otras iniciativas económicas disfuncionales, como ser el cepo cambiario, las restricciones a las importaciones (que generan perjuicios a empresas y comerciantes mayoristas/minoristas), la reforma a la carta orgánica del Banco Central y las futuras modificaciones al régimen operativo del mercado de capitales, etc. Tales programas solo persiguen la meta de girar dinero hacia un Estado cada vez más voraz, anémico e inoperante.
Verdad de perogrullo: una nación sin una política seria de inversiones carece de futuro. No faltarán quienes argumenten que las compañías foráneas se han sentado a negociar con YPF muy a pesar de la abrupta expropiación, pero siempre corresponde recalcar que este proceso no es nada sencillo, y la flamante demanda de Repsol contra Chevron representa un claro ejemplo. No alcanza con tener un excelente management en YPF; se exigen políticas y reglas de juego claras. Esto es, precisamente, lo que brilla por su ausencia, y en este factor puede rastrearse la falta de inversiones en el sector.
El error cometido en 1992 por el gobierno peronista de Carlos Saúl Menem fue refrendado en 2012 por otro gobierno peronista, el de Cristina Elisabet Fernández Wilhelm de Kirchner. Existen coincidencias: YPF estaba llamada a ser estatal, en virtud del valor estratégico del petróleo para cualquier nación medianamente seria (o que se precie de serlo).
Infortunadamente, la recurrencia de desatinos a lo largo de diferentes gobiernos -no todos ellos muy distintos, al tratarse cuestiones de fondo- han logrado arrojar a la política petrolera (y energética) de la Argentina al final de un obscuro callejón sin salida.
* El autor es Licenciado en Ciencias Políticas y Licenciado en Periodismo