México: Nuevo presidente Enrique Peña Nieto asume el cargo
Con enorme fanfarria, México invistió el pasado sábado a su nuevo presidente.
Con enorme fanfarria, México invistió el pasado sábado a su nuevo presidente.
El presidente saliente Felipe Calderón -del Partido Acción Nacional (PAN)- entrega las llaves de la presidencia a Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que iniciará así un mandato de seis años.
El presidente Peña Nieto ganó las elecciones del pasado 3 de julio, pero no obtuvo un voto mayoritario de parte de los mexicanos, y tampoco obtuvo una mayoría en el Congreso. Además, su elección estuvo rodeada de acusaciones de fraude.
Las promesas de la campaña presidencial y los cinco meses del período de transición deben verse ahora reflejados en el liderazgo del ejecutivo. Peña Nieto prometió un México más próspero y seguro, y también se ha comprometido a hacer de su país un firme aliado de Estados Unidos.
Peña Nieto tiene el beneficio de no ser el presidente Calderón, cuya reputación se vio dañada como resultado de su controvertida decisión de enfrentarse a las organizaciones criminales transnacionales directamente con las fuerzas armadas, episodio que los críticos mexicanos etiquetaron como la “guerra por elección” del mandatario saliente. Por desgracia, después de más de 60 mil homicidios relacionados con las drogas, el legado de Calderón será la continuación de la crisis de seguridad pública de México.
Muchos pasarán por alto las normativas y reformas de Calderón que ayudaron a restablecer el crecimiento económico de México (hasta el punto de que ha empezado a superar a Brasil) y el compromiso subyacente con la reforma de las fuerzas de seguridad públicas y de la judicatura así como otras medidas para el fortalecimiento institucional.
¿Podrá el nuevo presidente evitar el escollo de la cesión del control de la acción política a los jefes de la vieja escuela (los dinosaurios) del PRI, además del de los arraigados intereses laborales, tales como los de los profesores y los trabajadores de la industria del petróleo?
¿Producirá su promesa de cosechar importantes avances en la lucha contra la corrupción resultados en lugar de retórica?
¿Podrá el nuevo jefe de estado promover una agenda de reformas para la competitividad estructural que incluyan una mayor libertad económica y reformar el sector energético?
Por otro lado, Peña Nieto espera haber sido capaz de establecer las pautas adecuadas para las futuras relaciones entre Estados Unidos y México, en ocasión del encuentro del pasado 27 de noviembre en Washington con el presidente Barack Obama. El nuevo presidente de México espera también que Obama II pueda moldear una política de actuación no partidista respecto a México, cuyos logros incluyen el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la mejora de la administración fronteriza y la cooperación frente al narcotráfico (la Iniciativa Mérida).
Tanto Estados Unidos como México mantendrán su cautela sobre algunas líneas rojas indelebles, tales como la soberanía nacional, la seguridad fronteriza, la inmigración ilegal y el Estado de Derecho. Otros aspectos negativos que enturbian las relaciones entre Estados Unidos y México incluyen la política de nacionalismo y proteccionismo, así como el consumo de estupefacientes en Estados Unidos y la corrupción rampante en la nación mexicana.
El día de la investidura fue un día para celebrar la transición democrática de Calderón a Peña Nieto, y el comienzo de lo que se espera que sea una presidencia productiva y próspera. Sin embargo, el trabajo no ha hecho más que empezar.