POLITICA: MATIAS E. RUIZ

La partitura de la anarquía

"Una operación False-Flag ('Bandera Falsa', o 'Bandera Negra') tiene lugar cuando un gobierno recurre a un grupo de operaciones especiales de élite para atacar al propio estado-nación, mientras ese grupo flamea la bandera de un espectro o país diferente..."

07 de Diciembre de 2012

"Una operación False-Flag ('Bandera Falsa', o 'Bandera Negra') tiene lugar cuando un gobierno recurre a un grupo de operaciones especiales de élite para atacar al propio estado-nación, mientras ese grupo flamea la bandera de un espectro o país diferente. (...) En tanto representa una 'herida autoinflingida', se emplea a modo de operación psicológica para conmover el inconsciente colectivo de la ciudadanía y, consecuentemente, sacar ventaja de los resultados".

* * *
El 2012 -que aún no ha bajado su telón- se ha visto coloreado por un sinnúmero de situaciones y escenarios de remarcable impacto, sin importar el cristal con que se aprecie. Ya sea éste el utilizado por el Gobierno Nacional o el empuñado espontáneamente por la ciudadanía.

La recapitulación de episodios de alto calibre (a falta de un eufemismo más descriptivo) se vuelve casi imposible, en virtud de la cadencia con que se han Twitter, Matías E. Ruizvenido produciendo. Baste computar, sin embargo, que la dinámica exhibida por éstos parece haberse potenciado significativamente hacia finales del período anual en curso.

Así las cosas, la concatenación de circunstancias merecedoras de grandes letras en los medios masivos de comunicación sinergizan con un factor común, esto es, que su efervescencia se torna acumulativa: para los referentes políticos y funcionarios que comulgan con el oficialismo, los evidentes malos resultados cosechados a partir de iniciativas políticas fallidas se traducen en desazón y desconcierto; en la perspectiva de la sociedad, el input de malas noticias termina derivando en un output consolidado a base de cada vez más elevadas cuotas de malhumor y desprecio en su dialéctica con la Administración.

Desde cualquier perspectiva analítica, el proyecto de Cristina Elisabet Fernández Wilhelm se exhibe inconducente y con pobres chances de continuidad. Fundamentalmente, porque el modelo carece de posibilidades de desarrollo y supervivencia más allá de 2015. En tal sentido, juega una doble carrera contra el tiempo: sus personeros ejecutan cabriolas políticas para que los restantes tres años no se perciban como eternos, y tratan -en un esfuerzo declaradamente fútil- de recuperar terreno en la consideración ciudadana, endilgando responsabilidad e intenciones destituyentes a terceros. Destaca, en este punto, una conclusión a la que muchos habían arribado ya: el gobierno -después de años de manipular la agenda nacional a discreción- se ha abroquelado en una estrategia de neto corte defensivo, en la cual ni siquiera soslaya la necesidad de ocultar las propias debilidades y las de sus embajadores. Antes bien, las reconoce. Blanqueando que ya no controla los servomecanismos del perception management social.

Desde lo táctico, desde Balcarce 50 se ordena triplicar la apuesta comunicacional, sobrecalentando la radicalización del mensaje. La verborragia expuesta por 678, Tiempo Argentino, Página 12 y otros catalizadores de la propaganda del régimen conduce a la estigmatización, el acoso y la descalificación de todo aquel que el agent provocateur Horacio Verbitsky sindique como el próximo oponente de moda. El problema reside en que, en el núcleo de aquella radicalización, se expone un reconocimiento tan tácito como explícito: la Administración Fernández Wilhelm sabe que el círculo externo al propio espacio político se ha vuelto ideológicamente inalcanzable. Ergo, lo que se exige es reforzar la variable de convencimiento hacia adentro del propio espectro, para evitar -o neutralizar de antemano- las fugas y potenciales cruces de vereda.

Existe, de igual modo, otro aspecto de la táctica kirchnerista/cristinista que rara vez es explorado con la debida profundidad por los medios de tirada masiva. Se trata de acciones de inverificable causalidad que la Casa Rosada ha sabido explotar para que sean interpretadas como ataques contra las Sergio Berni | Perfil.commetas y objetivos del subsistema de gobierno, en tanto fueron aprovechadas eficientemente como maniobras de distracción. Solo para contabilizar algunas:

* Los promocionados secuestros de los ciudadanos Jorge Julio López, Luis Gerez y Alfonso Severo.
* El episodio del artefacto explosivo localizado en el teatro Gran Rex, luego desactivado, en donde cobrara protagonismo el controvertido magistrado federal de computable filiación oficialista, Norberto Oyarbide.
* La revelación del contenido de comunicaciones surgidas del espectro radioeléctrico que, registradas desde el helicóptero presidencial, convocaban a terminar con la vida de la Presidente de la Nación.
* La infiltración de las masivas demostraciones del 8N con elementos de extracción camporista, para contaminar los contenidos del reclamo ciudadano. Acompañada de agresiones en vivo y directo contra la humanidad de noteros de canales de televisión.
* Las acusaciones vertidas por Andrés Larroque en perjuicio de Hermes Binner, Antonio Bonfatti y su espacio político, al que tildara de "narcosocialista". Culebrón que se complementara con el escarnio público acometido contra el ex jefe de la Policía de Santa Fe, Hugo Tognoli.
* Las recientes declamaciones del Ministro Julio De Vido, defendiendo públicamente la hipótesis de la existencia de maniobras de sabotaje contra el Sistema Interconectado Nacional (que concentra la provisión de energía eléctrica para todo el país).
* El también reciente incendio de un contenedor que almacenaba -de acuerdo a declaraciones oficiales- productos químicos de 'baja peligrosidad' (pesticidas), y donde el Teniente Coronel Sergio Berni se convirtiera en actor principal.
* La pérdida -fuego mediante- de un importante número de motocicletas recientemente adquiridas, propiedad de Gendarmería Nacional.

Sin importar que los eventos recapitulados aquí se distribuyeran en el tiempo a lo largo de las presidencias de Néstor Carlos Kirchner y Cristina Fernández Wilhelm -la distinción es relevante, conforme se analizará-, un rasgo común a todos ellos ha sido el tratamiento mediático fugaz que oportunamente los caracterizare. Con la única excepción del Caso Julio López, cuyo nivel de exposición trascendió ampliamente lo planeado, puesto que sirvió como alimento para la extrema izquierda -claramente desinformada respecto de la cuestión, y separada del Gobierno Nacional-, para dotar a sus objetivos y acción política de un nuevo eje de posicionamiento. A la sazón, complementando este esfuerzo con la sobreexplotación de las derivaciones del homicidio del militante del PO, Mariano Ferreyra. Nuevamente, con miras a reforzar su lucha ideológica contra sectores del sindicalismo peronista.

Mientras que algunos de los hechos citados líneas arriba tuvieron lugar entre 2003 y 2007, si bien la credibilidad exhibida por aquéllos obsequió espacio para múltiples interrogantes, lo cierto es que la Administración Kirchner no observaba un nivel de desaprobación tan perturbador como el que caracteriza actualmente a la gestión de Cristina Fernández. En ese orden, el kirchnerismo en su primera versión podía permitirse el empleo de 'globos de ensayo', para motorizar sus objetivos político-tácticos de cooptación del derechohumanismo y otros aliados de amplio espectro, sin arriesgar a perder demasiados puntos en aprobación ciudadana.

Hoy día, el escenario es otro. La ejecución de operaciones de contaminación en el terreno han disminuído en número, pero conllevan una desprolijidad por momentos sorprendente, holgadamente más palpable que las observadas hasta 2007. Con el solo objetivo de continuar generando titulares, el Gobierno Nacional ha optado por reposar mayormente en la multiplicación de la arenga militante y una grotesca amplificación del discurso/relato. Así, pues, la combinatoria devuelta por operaciones motorizadas in situ y por la radicalización discursiva terminan complotando contra los propios objetivos de permanencia. Los resultados de ello son palpables: el nivel de aprobación de la Presidente oscila, en el actual moméntum, entre los 25 y los 28 puntos porcentuales (y con ligera tendencia a la baja). Así lo certifican estudios de opinión públicos, privados, y los que estudia a consciencia el círculo áulico en la Quinta Presidencial de Olivos.

Esculpida a base del meduloso aporte semiótico compartido por el pensador londinense Ernesto Laclau, la programación dialéctica gramsciano-hegeliana del cristinismo aterriza ahora de bruces en una imposición igualmente spenceriana, en la que se exige colonizar de manera inconsulta a todo aquel que piense distinto. Pero es dable recordar que los tropiezos estratégico-tácticos de cualquier subsistema suelen partir de errores iniciales de diagnóstico: no mediando oponentes con peso específico de relevancia, los dignatarios de la Administración solo lograron dotar de cohesión molecular a sus enemigos de extracción multipolar. Caceroleros y sindicalistas -por nombrar solo a dos núcleos- ven acrecentada su capacidad de adhesión y, ahora, casi remite a un imperativo categórico el oponer resistencia a un gobierno que muchos comienzan a catalogar de régimen. Paralelo cada vez más cercano al concepto de dictadura.

Al cierre, también es lícito completar que, en su obsesión compulsiva por la propaganda -y habiendo abandonado la gestión-, la Casa Rosada termina convirtiéndose en rehén de un sinfín de escenarios anárquicos con alta probabilidad de ocurrencia que podrían derivar en un desastre institucional de proporciones. Ya se trate de apagones masivos (con interrupciones en la provisión de agua potable y el incremento exponencial de la delincuencia mediante), el aprovechamiento de condiciones idóneas para el saqueo de supermercados, la configuración de renovadas protestas ciudadanas de alcance tan masivo como las registradas el próximo-pasado 8 de noviembre e, incluso, acontecimientos de represión policial descontrolada que gatillen una secuencia de hechos imposibles de atenuar y que muten en una sinergia negativa entre la totalidad de los factores anteriormente referidos.

Supo decir Winston Churchill -célebre ex primer ministro británico-: "La estrategia puede ser muy atractiva pero, ocasionalmente, es aconsejable detenerse a analizar los resultados".

 

Matías E. Ruiz, Editor