Todo y Nada
“Vamos por todo” susurró Cristina Elisabet Fernández Wilhelm a los militantes agrupados en el Monumento a la Bandera. En segundo plano, quedaban tanto la efeméride –bicentenario del primer izamiento del Pabellón Nacional- como las palabras de la anfitriona local, Mónica Fein.
“Vamos por todo” susurró Cristina Elisabet Fernández Wilhelm a los militantes agrupados en el Monumento a la Bandera. En segundo plano, quedaban tanto la efeméride –bicentenario del primer izamiento del Pabellón Nacional- como las palabras de la anfitriona local, Mónica Fein.
Para entender el “vamos por todo” –cita que quedará en la historia de este país–, hay que apelar a otras dos grandes frases políticas. “Todo dentro del Estado, todo para el Estado. Nada fuera del Estado, nada contra el Estado”; así ilustraba la base donde se yergue una autocracia el líder italiano Benito Mussolini. El Gobierno argentino, por su parte, ha expresado con palabras -y con hechos mucho más vehementes- su decisión de estar en todo y, al mismo tiempo, lograr que, frente a su poder, no exista nada. El Estado va por todo, todo el tiempo, y a todo o nada.
El círculo discursivo se cierra con el contenido que Cristina le reconoce a la palabra “Estado”. “L'État, c'est moi” o “El Estado soy yo”, es una frase atribuída a Luis XIV, verdadero corolario del pensamiento totalitario. Nuestra Presidenta dejó esta semana un claro mensaje en este sentido cuando, acusando a los jueces –nueva ballena blanca del Gobierno– les dijo que ELLA era, en definitiva, quien le pagaba los sueldos. No los contribuyentes, no la sociedad, no el Estado: ELLA.
El kirchnerismo ha logrado mezclar los conceptos políticos en pos de crear un Estado-Partido-Persona, nuevo leviatán enorme, pesado y peligroso. Este nuevo monstruo de la mitología política argentina es quien que “va por todo”. Sin embargo, tres obstáculos lo separan del “todo”: los medios, la Justicia y la oposición.
Los medios de prensa no la tienen fácil, y es de lamentar que se hable más de la forma –cautelar, per saltum, recurso extraordinario– que del fondo: dos artículos abiertamente inconstitucionales que amenazan con destruir la libertad de prensa y convertir a los medios en repetidores del mensaje oficial. La mentada “multiplicidad de voces” es en realidad un esquema donde todo es discurso oficial y las voces críticas se reducen a la nada.
La Justicia –que lejos está de tener una organicidad que le permita actuar corporativamente, tal como dice el oficialismo– sufre y seguirá sufriendo embates terribles. Seremos expectadores de cómo el kirchnerismo intentará poner a la sociedad contra los jueces. En el medio, habrá fallos para uno y otro lado, porque, como se ha dicho, los jueces no operan como un “todo” como le gustaría al Gobierno. La figura del Dr. Ricardo Lorenzetti pasa a ser central en una Corte Suprema que tendrá protagonismo constante por diversos motivos.
Por último, la oposición. Hoy, la nada misma. Tal es la nada de la oposición, que la gente tuvo que salir a la calle a autorrepresentarse el 13-S y el 8-N. ¿Se arrepienten los referentes de la oposición que le dieron el manejo de Aerolíneas Argentinas o la viabilidad de la Ley de Medios a este Gobierno? ¿Veremos la misma dispersión que vimos en 2011, en las elecciones 2013? ¿Seguirán discutiendo por diferencias, en lugar de aunar criterios? Cada vez falta menos y, sin embargo, nadie capitaliza la caída de imagen de Cristina y su Estado-Partido-Persona.
Cabe arrimarle a la oposición una expresión de deseo en este año que termina: frente a un kirchnerismo que va por todo, los referentes opositores deberían juntarse y construir una verdadera barricada en torno de la defensa irrestricta de los principios constitucionales.
Logremos que se cumpla realmente la Constitución Nacional, eso es el todo. Lo demás, es nada.