La (extrema)unción de Scioli y el Factor Rabolini
"La traición nunca prospera. ¿Cuál es la razón? Si prosperase, nadie osaría llamarla traición" (epigrama político de Sir John Harrington, poeta inglés)
El alumbramiento del nuevo año 2013 sobrevino en compañía de novedades particularmente perturbadoras para los protagonistas del escenario político. Intendentes, gobernadores -y hasta la mismísima Presidencia de la Nación- se han unido en una silenciosa plegaria para que el pandemonio de los saqueos no se extendiera más allá de la cuenta. Sin embargo, esa frugalidad estratégica -desvanecidos, de momento, los ataques contra supermercados y almacenes- no ha dejado de quedar expuesta, de la mano de otra serie de episodios: explosión estacional del dólar Blue, caída de casi el 50% en la comercialización de bienes inmobiliarios, los recurrentes apagones, las declamaciones impunes de Hebe Pastor de Bonafini contra la Corte Suprema de Justicia y la poco feliz barbacoa del Ministro de Justicia Julio Alak en la ex ESMA. El condimento foráneo que enrarece el endiablado panorama local -por si acaso faltaba algo- fue aportado por la inevitable agonía del bolivariano Hugo Chávez Frías y el consiguiente estado de pánico que azota a los personeros del subsistema cristinista y los embajadores de la revolución izquierdoesquizoide que intercambian ideología por un refulgente consumerismo.
En cualesquiera de los casos, los cultores del "Todo Pasa" volverán a prestar oídos sordos a las problemáticas que la ciudadanía cuantifica como primarias, para recordarnos a todos que la campaña electoral ha comenzado (otra vez). Pero sucede que 2013 se presenta, aún para la ciudadanía despolitizada, como un período clave. Desde luego que la cuestión remite a las Legislativas pautadas para octubre pero, en esta oportunidad, los aspirantes a puestos electivos de uno y otro espacio deberán vérselas -tal vez como nunca antes- con el elevado índice de intolerancia exhibido por los potenciales sufragantes. Si acaso algo ha terminado por exponer el 8N (más allá de sus resultados), es que la paciencia se agota. Acaso sea sugerible disminuir los decibeles de la tradicional petulancia dirigencial.
Así las cosas, la dialéctica peronista vuelve a poner la identidad de Daniel Osvaldo Scioli en la palestra. Angel o demonio -según la óptica empleada-, el Gobernador de Buenos Aires es percibido por algunos como la 'gran esperanza blanca' del espacio. Otros, bastante menos crédulos, se esmeran en recordar que Scioli no es otra cosa que el garante de la continuidad del modelo oficialista y el obscuro emblema detrás del cual se reposicionarán los albaceas del derechohumanismo que ha sabido obsequiarse una suculenta caja desde el flamígero speech setentista pro-revolucionario y anti-clase media.
El sciolismo aspira, precisamente, a que el escenario quede huérfano de candidatos justicialistas con el combustible necesario para traccionar el voto partidario. Como refuerzo, el taciturno residente de Dardo Rocha juguetea ahora con la posibilidad del patriótico 'paso al costado' que estudia dar Mauricio Macri. Hastiado de la faena política y de una larga gestión, el jefe de Gobierno porteño contabiliza importantes dolores de cabeza a raíz de los pobres resultados devueltos por la operatoria de Emilio Monzó en la Provincia: no queda ya margen para que Propuesta Republicana pueda articular una ingeniería de orden nacional mínimamente potable. Al cierre de los comicios de octubre, el PRO asistirá a un destino de desbande. No debería extrañar, a la postre, que Jesús Cariglino y Gustavo Posse terminen encolumnando aquella abstracción denominada PROperonismo, usufructuando sobre las migajas.
Ya en el terreno operativo, el nativo de Villa Crespo acusa falencias tácticas que remiten a la proverbial cuadratura del círculo. Pretendido defensor de la clase media y la propiedad privada, el bueno de Daniel Osvaldo respalda un esquema gubernamental que arenga a combatir furiosamente a ambas. Cercano a los hombres del campo, se apoya en un subsistema que expropia La Rural y que hace de la expoliación y destrucción de la producción agropecuaria un estilo de vida. Crítico de la delincuencia desde el atril, el Gobernador ha reconocido públicamente -en ocasión del Caso Píparo- tener "las manos atadas frente al problema de la inseguridad". Declama representar a los enardecidos caceroleros, pero resiste sus justos reclamos por mayor institucionalidad, privilegiando el status quo. En esta instancia, se impone, pues, la pregunta: ¿cómo descifrar el enigma que hace a la verdadera personalidad del cónyuge de Karina Rabolini? ¿Será cierto que reduce su ambición presidencial al reclutamiento electoral conductista de las masas pauperizadas del conurbano bonaerense y a la asistencia que el cristinismo residual pueda aportarle en esa herrumbrada empresa? ¿Se ha convencido realmente de que la ignota -y repudiada- Alicia Kirchner es una opción viable para acompañarlo en la fórmula con miras a 2015?
Como fuere, el principal desafío para el sciolismo proviene de las confesiones compartidas por los traficantes de información del mundillo político. Estos reportan que el propio Gobernador confiesa ante íntimos que la Presidente de la Nación lo ha ungido para continuarla -si acaso ella no llegara a garantizarse el número necesario de legisladores para allanarse el camino hacia una reforma constitucional, claro está-. Y la prenda es, como no puede ser de otra manera, el compromiso de la impunidad individual. Para el camino (y a la libre discrecionalidad y piacere de los magistrados del orden federal) quedarán apellidos célebres como De Vido, Jaime, Schiavi, Verbitsky, Zaffaroni, Bonafini, Parrilli, Moreno, Echegaray, D' Elía, Carlotto y demás. Porque el boleto hacia el horizonte de la tranquilidad judicial tiene una sola destinataria: y esa es la viuda, Cristina Elisabet Fernández Wilhelm. El resto -para poner blanco sobre negro- deberá arreglárselas por su cuenta.
No obstante, baste corroborar que, en el presente contexto, la opinión que observa mayor peso es aquella que la 'Rubia del Avión' trae consigo (así gustan llamarla sus muchos detractores). La bella Karina Rabolini ambiciona convertirse en primera dama, pero su inenarrable odio contra la Presidente la arrastra a priorizar el reclamo para que su esposo la haga trizas, ni bien arribe la oportunidad. A la hora de las conclusiones, apúntese que Daniel Osvaldo Scioli observa chances valorables de convertirse en jefe de estado. De todas formas, aunque el Governator pueda prometerle tranquilidad a la viuda, cuando los tiempos sean oportunos, le soltará la mano. Nuevamente, la que manda, ordena y ejecuta, es Karina. Recobra certificación la vieja sentencia: "Detrás de todo gran hombre..." (¿O habrá que decir, antes bien, 'Delante'?).
Por demás, huelga apuntar marginalmente que el ciclo cristinista toca a su fin. La Dama del Castillo se encuentra en jaque por razones públicamente conocidas, en donde destacan las inocultables dificultades de caja, la caída de la actividad económica (apuntalada por una presión impositiva récord), el desplome en la producción de soja, la indetenible emisión monetaria que ha llevado a escalar la inflación y al dólar paralelo a cruzar abruptamente la frontera de los siete pesos, los apagones de energía y la incidencia negativa de variables cualitativas como la violencia urbana/suburbana y la corrupción en la evaluación confeccionada por el ciudadano promedio. Desbarajustes que la Presidente intentará amortiguar -bordeando ya el abuso- con anuncios de tonificada grandilocuencia, pero con escasa aplicación práctica y peor resultado.
Refunfuñando de tanto en tanto debido a la lejanía de las elecciones de octubre, el oficialismo estudia a consciencia la factibilidad de la antelación. Pero, ante esa hipótesis, la Casa Rosada no mide las dificultades técnicas inherentes al adelantamiento del proceso para antes del mes de julio, dado que la Justicia Electoral no daría abasto con los tiempos. Otro peligro a considerar, por cierto, es que la modificación del calendario electoral pueda traer consigo un efecto derrumbe, como el que se observara en las celebradas durante junio de 2009. Con el agravante de que el actual escenario -en lo que a percepción de la figura presidencial respecta- es bastante más negativo que el que despuntaba cuatro años atrás.
El séptimo mes del año en curso también se esboza -muy a pesar de la ironía- en una instancia clave. Julio de 2013 es la fecha límite para el oxígeno del subsistema, conforme lo declarado en off por reputados operadores del Frente Para la Victoria. O, para que se entienda mejor: ese es el instante designado en que las finanzas del poder podrían flaquear hasta alcanzar el punto cercano a la ebullición.