Una iniciativa denominada "Contrarrestando a Irán en el Hemisferio Occidental" (Acta de 2012) logró pasar en ambas cámaras del congreso estadounidense durante el pasado otoño y fue firmada por el presidente Barack Obama el 28 de diciembre. Desde entonces, expertos en el tema se han preguntado sobre si el jefe de estado ha capitulado ante los halcones del Capitolio, alarmado por las actividades iraníes en América Latina, o si acaso él considera que la medida servirá para ejercer presión sobre los líderes de Irán a criterio de que transparenten su programa nuclear. El vocero de la cancillería iraní, Ramin Mehmanparast, declamó: "Esto evidencia que los Estados Unidos aún viven en la era de la Guerra Fría, y que considera a Latinoamérica como su patio trasero".
En rigor, ninguna de estas visiones da en el blanco. El proyecto -que no involucra fondos- otorga al Departamento de Estado ciento ochenta días para estudiar las actividades de la República Islámica de Irán en el hemisferio occidental y desarrollar una estrategia para salvaguardar los intereses de Estados Unidos.
Afortunadamente, mucho trabajo se ha realizado a lo largo de los años, confeccionado por organismos de inteligencia y reportándolo a los estudios de la Biblioteca del Congreso. Pero necesita ser revisado y organizado. Y, finalmente, la parte estratégica aún brilla por su ausencia.
El citado proyecto -aunque se hace esperar- está justificado. A lo largo de los años noventa, los dignatarios iraníes de Hezbollah se han encontrado activos en las naciones del continente, desde Canada hasta los Estados Unidos, pasando por el área de la Triple Frontera, compartida por la Argentina, Brasil y Paraguay. Hezbollah reclamó crédito por el ataque en la embajada de Israel en Buenos Aires en 1992 y quedó implicado en el bombardeo de un centro comunitario judío en esa misma ciudad en 1994, en tanto que lo propio ha sucedido con varios funcionarios iraníes. Aún cuando Hezbollah pareciera no encontrarse muy activo en la actualidad, Irán ha expandido su influencia, gracias a las relaciones encarnadas por el presidente venezolano Hugo Chávez.
Lazos significativos se contabilizan, principalmente, entre los miembros de la Alianza Bolivariana de Chávez -naciones tales como Bolivia, Ecuador y Nicaragua-. Numerosos expertos consideran que se trata de una manera ideada por Irán para contrarrestar a la influencia de los Estados Unidos en Medio Oriente. La aproximación iraní incluye proyectos para construir hospitales y cementeras, consolidar negocios conjuntos en la exploración de petróleo y minerales (incluyendo uranio) y, en Venezuela, la inauguración de fábricas para construir motocicletas, automóviles y tractores. No obstante, la Guardia Revolucionaria de Irán se encuentra involucrada en algunas de estas empresas, y tropas iraníes han sido invitadas a entrenar patrullas ecuatorianas y bolivianas en lo relativo a técnicas antinarcóticos. Más aún, el desarrollo y ejecución de acuerdos y comercio brinda oportunidades a Irán para adquirir materiales sancionados y tecnología aplicable a sus programas para la industria militar.
Fuera de la Alianza Bolivariana, a Irán le han sido impedidas ciertas conexiones. El presidente Mahmoud Ahmadinejad recibió una negativa para autoinvitarse a Brasil un año atrás, y luego fue desinvitado para reunirse con el jefe de estado guatemalteco Otto Pérez Molina, en ocasión de la asunción de éste. Las relaciones con la mayoría de los países en el hemisferio continúan llevándose a cabo a bajo nivel. Y, en lo que respecta a la enfermedad terminal del mandatario venezolano Hugo Chávez, la República Islámica podría ver cercenada la relación con su interlocutor regional. En tal sentido, ¿es necesaria una dosis de atención extra y una estrategia de cara a amenazas potenciales?
Dada la hostilidad de Irán frente a los Estados Unidos, Israel, los estados árabes moderados y las democracias occidentales en general, la respuesta es afirmativa. En virtud del deseo de la República Islámica de ocultar sus intenciones nucleares, la respuesta es sí. La complacencia podría resultar algo irresponsable. Pero algunas formas de hacerlo pueden ser más efectivas que otras. La Administración Obama no debería sobreestimar ni subestimar la amenaza que Irán representa para los Estados Unidos y sus vecinos. Contrarrestar las amenazas de Irán no debería convertirse en una única estrategia de aproximación, como lo fueron las actividades antinarcóticos en los años noventa. De hecho, los Estados Unidos pueden contrarrestar gran parte de los avances iraníes, solo colaborando más con sus vecinos. Y, al cierre, si el Congreso realmente desea que el Departamento de Estado dedique más tiempo y personal para investigar el tema y formular una estrategia, debería proveer más recursos.
Traducido al español por Matías E. Ruiz
Link directo: http://csis.org/blog/iran-americas-bill-call-study-and-strategize
* El autor es Investigador Senior del Programa CSIS Para las Américas