La espiral inflacionaria y las verdaderas cifras del Banco Central
No resulta una novedad para nadie que, desde que Cristina Elisabet Fernández Wilhelm se hizo cargo del Gobierno Nacional el 10 de diciembre de 2007, el país se ha visto envuelto en una espiral económica descendente.
No resulta una novedad para nadie que, desde que Cristina Elisabet Fernández Wilhelm se hizo cargo del Gobierno Nacional el 10 de diciembre de 2007, el país se ha visto envuelto en una espiral económica descendente.
Luego de la salida de Roberto Lavagna y de su equipo técnico del Ministerio de Economía (acontecida en un 2005 que hoy parece demasiado lejano), el kirchnerismo tomó una doble posición: consolidar un escenario de alta inflación, con el objetivo de sostener el nivel de empleo y mejorar situación de las clases menos pudientes, o bien -al decir de los propios referentes del oficialismo- aplicar el "ajuste" por la vía del enfriamiento de la economía. Iniciativa por demás denostada por el catecismo populista.
El resultado es el que no pocos argentinos vienen padeciendo año tras año y, cada vez, con peores perspectivas. En la edición del matutino La Nación del 29.01.2011 se publicó -sobre la base de datos originados en el propio Banco Central de la República Argentina- que el volumen de billetes en circulación creció desaforadamente: en 2003, era de 488,8 millones de billetes y pasó a quintuplicarse en enero de 2011 hasta alcanzar los 2258,7 millones de billetes en la plaza. A la postre, este dato expresa con contundencia el severo proceso inflacionario, en virtud de que la cifra de papel impreso (circulante) se incrementó, en un término de siete años, casi cinco veces.
Esa emisión sin control ha continuado barajándose con el mazo de las mismas pautas inflacionarias a lo largo del próximo-pasado año de 2012. A tal efecto, vale la pena recordar información recientemente publicada por medios de prensa nacionales y que refieren a los dieciocho billetes de cien pesos que el Gobierno Nacional imprime por segundo. Más claramente: solo en billetes con denominación de cien pesos, se imprimieron un total de 56.802.466.800, más otro tanto por lo menos en papeles de menor valor absoluto ($50, $20, $10 y $5).
La simpleza del ejercicio matemático empuja a los analistas a traducir el número citado en el párrafo anterior a dólares estadounidenses. Para ello, solo bastará con dividir esa cifra por 5, que ha sido el valor promedio del tipo de cambio oficial en los últimos meses. El resultado exhibe un total de u$s 11.360.493.300 (más de once mil millones de dólares), al cual también le cabe añadirle la emisión de billetes en menor denominación. Se llega, finalmente, a la friolera que roza con veinte mil millones de dólares en el espacio de un solo año. El procesamiento de esta información no solo será útil a título de referencia, sino que también expone las consecuencias no deseadas de la reforma de la Carta Orgánica del BCRA, promocionada -como no podía ser de otra manera- por Balcarce 50. A fin de cuentas, la conclusión es obvia: las reservas de la primera institución financiera del país se encuentran indefensas, rehenes de la discrecionalidad de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner y sus funcionarios.
Sin embargo, cabe destacar que la problemática no es nueva, sino que fue incubada pocos años atrás: las tarifas congeladas durante casi diez años, sumado ello a los "acuerdos de precios" (control) implementados por el polémico Guillermo Moreno, llevaron a que cualquier intento por amortiguar el incremento de precios al consumidor se vuelva una misión imposible. La grosera manipulación de los índices del IPC publicados por el INDEC viene a cumplir con otra de las "puntas" del plan. La genialidad en materia de dibujo discrecional de las estadísticas oficiales fue, en su oportunidad, impulsada por el desaparecido Néstor Carlos Kirchner, con los buenos oficios del siempre leal Moreno.
Miradas atentas han venido repasando, desde pocas semanas atrás, la composición real del activo del Banco Central de la República, y la información ha sabido filtrarse en varios ámbitos. Esa descripción coincide con un 30% de letras intransferibles del Estado Nacional, de los cuales un 22% se compone de adelantos transitorios al Estado y otro 3% de bonos que observan cotización de mercado. Las letras se justifican en las recurrentes maniobras que tienen por meta tomar dólares del Central para pagar deuda. Esas letras son ni más ni menos que pagarés de un Estado Nacional insolvente que se presentan de la mano de una tasa cercana a cero. El stock total a fines del 2012 consistía de unos u$s 34 mil millones y, en 2013, se le sumarán unos u$s 8 mil millones más. Entiéndase, un total de u$s 43 mil millones, cifra similar a las reservas que actualmente el Central declara tener.
Una vez producida la salida de Martín Redrado de la Presidencia del BCRA, y con la llegada de la economista heterodoxa Mercedes Marcó del Pont, la política de emisión monetaria se disparó desprolijamente. En anteriores oportunidades, no se había recurrido a esta acción para cubrir el déficit y la trama recuerda, en mucho, al Caso Ciccone. Capítulo en donde -conforme muchos recordarán- se imprimían billetes en la Casa de Moneda a comienzos de 2012 y en la planta de Ciccone Calcográfica S.A.. A posteriori, el Gobierno Nacional ordenó la expropiación de la imprenta de capitales privados, para salvar la cabeza del todavía Vicepresidente Amado Boudou.
Las evidencias compartidas por los datos económicos y financieros aquí expuestos anticipan un futuro sombrío, fundamentada su factibilidad en la espiral inflacionaria que la ciudadanía hoy puede verificar sin mayor dificultad. Resultado que no puede disociarse de las fallidas políticas económicas que se han visto en la Argentina de los últimos años.
Una multitud de reputados economistas han planteado hasta el cansancio que la emisión espuria de papel moneda es la causa más evidente de la inflación. Mientras la mala praxis exhibida por las autoridades a cargo y la falsedad de las estadísticas se encuentran a la orden del día, el silencio del espectro opositor de cara a este tema no deja de ser llamativo. Especialmente, de parte de aquellos que se desempeñaran oportunamente no solo en el BCRA sino también en el Ministerio de Economía.