Italia: La herencia ambigua de Mario Monti y sus prospectos problemáticos
Las próximas elecciones generales de Italia se esperan para febrero. Con la contracción económica prevista para este año y la deuda pública en el 126 por ciento del PIB, el país necesita con urgencia una desregulación y finanzas públicas creíbles.
Alberto Mingardi es Director General del Instituto Bruno Leoni, Milán.
Las próximas elecciones generales de Italia se esperan para febrero. Con la contracción económica prevista para este año y la deuda pública en el 126 por ciento del PIB, el país necesita con urgencia una desregulación y finanzas públicas creíbles. Se trata de un conjunto de políticas que a menudo se asocia con una plataforma conservadora al estilo de Margaret Thatcher. ¿Podría Mario Monti, el saliente primer ministro tecnócrata, brindarlo?
Un ex profesor de economía y miembro de la Comisión Europea, el señor Monti, ha gobernado por poco más de un año. En noviembre de 2011, fue nombrado senador de por vida por el presidente Giorgio Napolitano, para protegerlo de la influencia política. Una semana más tarde, fue nombrado primer ministro al frente de un gobierno tecnócrata, tomando el lugar de Silvio Berlusconi, cuya reputación fue arruinada por un sinnúmero de escándalos.
Trece meses después, el señor Monti dimitió el 21 de diciembre tras lograr que sea aprobado el presupuesto de su gobierno para 2013 en el parlamento. Primero se le solicitó explícitamente lanzar su candidatura para primer ministro por el Partido Popular Europeo en una reunión de ese partido en Bruselas a principios de diciembre. Ahora está bendiciendo a una coalición de partidos de centro que quieren que se quede como primer ministro en el próximo gabinete.
El señor Monti es muy bien estimado fuera de Italia, también. Pero aunque él parezca ser el epítome de la responsabilidad respecto a su predecesor, el récord de Monti en la administración fue mixto: una exitosa reforma de pensiones, impuestos más altos —y no mucho más. Antes de las elecciones, está tratando de reunir apoyo en torno a la plataforma de políticas que publicó a finales del mes pasado.
Pero en su manifiesto, conocido como la Agenda Monti, no ofrece verdaderas reformas para la apertura de los mercados y para la reducción del tamaño del Estado. Es un documento escrito en gran medida con un espíritu bipartidista, pero el bipartidismo no es una garantía de que aporte con soluciones.
Esto debería haber quedado claro para el señor Monti a lo largo de los últimos meses. Liderando un gobierno apoyado tanto por la izquierda como por la derecha, la impresión general fue que el primer ministro fue a menudo rehén de poderes de veto convergentes. Sin embargo, ahora que tiene la oportunidad de perfilar su propio programa en lugar de aquel de otros partidos, está ofreciendo muy poca sustancia.
Por ejemplo, ahora está proponiendo recortes de impuestos moderados, una promesa que es difícil creerle. El señor Monti no se apartó de la línea de los gobiernos anteriores en materia fiscal. El plan de austeridad de su gobierno tomó en gran medida la forma de impuestos más altos, practicando lo que el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, llamó “mala consolidación” en una entrevista con el Wall Street Journal el año pasado —en lugar de “buena consolidación”, bajo la cual “los impuestos son más bajos y el menor gasto público está en infraestructura y otras inversiones”.
Este tipo de austeridad ha mostrado escasos resultados en Italia: En los primeros 10 meses de 2012, el endeudamiento neto del gobierno italiano fue de €74.000 millones, según el Banco de Italia. Eso es €10.000 millones más de lo que se necesitaba en el mismo período del año 2011 e incluso un poco más que en 2010.
Acerca de la regulación, el señor Monti ha defendido consistentemente la liberalización de la economía italiana de la burocracia, pero su gobierno logró poco en este frente. La única “liberalización” visible fue la división de la red de gas natural de la gigante, y parcialmente estatal, empresa de energía Eni. Sin embargo, incluso esto tomó la forma atroz de una renacionalización de facto a través del banco estatal, Cassa Depositi e Prestiti.
En la Agenda Monti, la palabra “privatización” no se menciona ni una sola vez. Eso es apropiado, ya que el gobierno de Monti evitó cuidadosamente emprender cualquier privatización. Las referencias ambiguas acerca de una “valorización” adecuada de los bienes públicos italianos difícilmente constituye una clara determinación de desmantelar las empresas estatales. Vender incluso parte del gran stock de bienes públicos de Italia podría ayudar a recortar la deuda del gobierno a corto plazo, sin gravar más una economía que ya está sobrecargada con impuestos.
A pesar de haber logrado una reforma de pensiones sólida que elevó sustancialmente la edad de jubilación, la agenda de Monti no incluye muchas reformas a los programas de prestaciones sociales. La reforma de la atención médica es a todas luces una prioridad para una sociedad envejecida como la de Italia.
Después de años de conservadurismo fiestero, Italia necesita desesperadamente un partido creíble de centro derecha: que predique e implemente la responsabilidad fiscal, las regulaciones más ligeras y mercados más libres. El señor Monti es la credibilidad personificada, pero sus políticas no están concebidas para llenar este vacío.
Por supuesto, podría ser que la intención del señor Monti no es conseguir los votos de los antiguos votantes de Berlusconi. Italia es un paisaje político peculiar hoy en día. A pesar de que Italia tiene, en general, un sistema bipartidista, cuenta con una ley de representación electoral proporcional que le da a los partidos pequeños un importante poder de negociación en el proceso de formación de coaliciones.
La otra opción para el señor Monti sería aliarse con el Partido Democrático de izquierda, el probable ganador de las próximas elecciones. El contenido de la agenda del señor Monti no es incompatible con una plataforma socialdemócrata. Pero, si realmente quiere satisfacer una demanda política verdadera, el señor Monti debería ser más audaz y ofrecer a los votantes de centro-derecha una alternativa seria frente a Berlusconi. Tanto el legado de su gobierno y la tentación de ir a lo seguro puede encaminarlo en la otra dirección.
Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal Europe el 8 de enero de 2013.