Estados Unidos y el legado de Ronald Reagan: fortaleza militar
Igual que honramos el liderazgo y la visión del presidente Reagan en el día de su nacimiento (6 de febrero), también es esencial reconocer su inamovible compromiso con el fortalecimiento del poderío militar de Estados Unidos.
Igual que honramos el liderazgo y la visión del presidente Reagan en el día de su nacimiento (el 6 de febrero), también es esencial reconocer su inamovible compromiso con el fortalecimiento del poderío militar de Estados Unidos. Reagan veía esta fortaleza como algo necesario para conservar la seguridad, la estabilidad y, finalmente, la paz mundial, una fortaleza afianzada por su confianza en la bondad de la nación y el pueblo estadounidense.
Antes de Vietnam, la política exterior americana se dividía entre realistas e idealistas. Los realistas creían que Estados Unidos tenía que practicar la moderación cuando promoviese sus principios fundamentales de libertad y democracia en el ejercicio de su política exterior, muy particularmente cuando esta incluía la aplicación de la fuerza militar. Veían que el involucramiento desenfrenado estaba llevando a que Estados Unidos socavase sus posiciones morales, al rebajarse ante la política de poder practicada, en particular, por las naciones europeas. Por otro lado, los idealistas creían en una política exterior enérgica que aceptara las considerables pérdidas de vidas humanas y dinero, por no mencionar el capital político, con el fin de promover en el extranjero los principios estadounidenses. Veían que el involucrarse de manera firme a nivel internacional era una afirmación de los ideales propios, y un modo de liderar al resto del mundo en el camino hacia la elevación de sus estándares hasta el nivel de los de Estados Unidos.
Sin embargo, estas ideologías confrontadas sobre política exterior compartían una creencia esencial: una confianza moral en Estados Unidos como una nación fundada sobre una idea, que hacía de ella una nación excepcional dentro del panorama mundial.
Pero la Guerra de Vietnam rompió este consenso fundamental y llevó a una nueva línea divisoria: entre aquellos con una confianza moral en Estados Unidos y su estatus excepcional y aquellos que se mostraban escépticos acerca de la posición moral de Estados Unidos en relación con otras naciones.
Naturalmente, las fuerzas de la autoconfianza moral veían en la fuerte capacidad militar y en la disposición a utilizarla un medio para alcanzar la seguridad, la estabilidad y la paz. Las fuerzas que dudaban de la confianza moral de Estados Unidos pensaban que esa misma capacidad sería o podría ser usada para fines cuestionables y que implicaba menos seguridad, inestabilidad y una guerra perpetua.
Sin duda, el presidente Reagan fue uno de los principales líderes de las fuerzas de la autoconfianza moral. Cuando asumió la presidencia en 1981, comenzó a cumplir con su compromiso de fortalecer las fuerzas armadas de Estados Unidos. Sus críticos argumentaron en contra del incremento de la financiación militar y de armar a quienes luchaban por la libertad en lugares como Nicaragua y a favor de congelar la escalada nuclear con la Unión Soviética.
Si avanzamos hasta nuestros días, veremos cómo en los debates sobre política exterior aún perdura la misma línea divisoria que surgió tras Vietnam. Sin embargo, en este caso la presidencia está en manos de uno de los principales líderes de las fuerzas que dudan de nuestra confianza moral. En primer lugar, el presidente Barack Obama se presentó para presidente en 2008 apelando a los votantes que etiquetaban al presidente George W. Bush como criminal de guerra, luego afirmó que Estados Unidos emprendió la Operación Libertad Iraquí -Iraqui Freedom- (o Segunda Guerra del Golfo) con el fin de confiscar el petróleo iraquí y finalmente se mofó de la política de creación, por parte de Estados Unidos, de una defensa frente a los ataques con misiles.
Además, después de las elecciones de 2008, Obama realizó su particular gira para pedir perdón. Y ahora, tras la campaña para su reelección, el presidente está iniciando la tarea de reducir y debilitar a las fuerzas armadas.
Si el presidente Reagan estuviese hoy aquí con nosotros, reconocería cuán equivocadas están las políticas tanto exterior como de defensa del presidente Obama y lo que conllevan dichas políticas. Las combatiría con uñas y dientes. Y como hizo a finales de los años setenta y ochenta, argumentaría que Estados Unidos es una fuerza para la defensa del bien en el mundo y que unas fuerzas armadas poderosas conducirían a la seguridad, la estabilidad y la paz.
Como es habitual, la visión del presidente Reagan da esperanza y confianza al pueblo estadounidense, de igual modo que el pueblo estadounidense puede ofrecer esperanza y confianza al mundo en general. Sin embargo, al día de hoy, apenas existe esperanza o confianza, ya sea en nuestro país o en el extranjero.