El Lebensraum de Cristina Kirchner: Irán y controles de precios
Parámetros para redondear una hipótesis preocupante: de cómo la Presidente de la Nación fagocita a la política, destruyéndola en el proceso.
La Administración Fernández Wilhelm se ha propuesto dar inicio al mes de febrero con otra decisión polémica. Se trata de un sistema de control de precios que, además, se complementa con un subterfugio oportunamente anticipado por este medio: el congelamiento de salarios. El enfriamiento de la economía, dirán algunos, ha llegado para quedarse, y no será necesario referir que estas iniciativas sobrevuelan la flaqueza estructural de la caja. A fin de cuentas, otros apuntarán que CFK se ha ocupado -consciente o inconscientemente- de entorpecer el funcionamiento de aquellos motores que otrora impulsaban la economía en tiempos de su difunto esposo: la industria de la construcción y el combo surgido de la producción y comercialización de vehículos. Rubros del PBI que hoy acusan índices de evolución negativa.
En el presente esquema de prefiguración obtusa, la persecución salvaje en perjuicio de empresas y particulares desatada por Ricardo Echegaray desde AFIP viene a solidificar aquella impostura de parálisis económica, por cuanto el organismo pone de suyo para bloquear cualquier intento de inversión en una tierra que solo parece haberse memorizado los mejores métodos para desalentarla. En simultáneo, Guillermo Moreno compite con sus colegas con el fin de promocionarse como el funcionario más antimercado de la Administración, desde el empleo de su ya bien conocido rigorismo, centrado caprichosamente en arrojar al freezer el comercio exterior de la República.
No sorprenderá, pues, que haya sido el propio Moreno quien encarnara la decisión de consensuar un congelamiento de precios ante unos pocos players del mercado, hasta el próximo 1 de abril. Plan que ha nacido ostensiblemente maltrecho, en virtud de que no solo eludió a los supermercados regenteados por las tríadas chinas (decisivos a la hora de dar forma al consumo de alimentos en numerosos barrios porteños y de la Provincia de Buenos Aires), sino que sobrevino con la prohibición de publicar ofertas para aquellas cadenas de hipermercados que recurrían a los periódicos de tirada masiva para potenciar el alcance de sus ventas minoristas. Vale decir que, minutos después de la caricia, el funcionario propinó el cachetazo: medida y contramedida. Próximamente, el ciudadano de a pie podrá corroborar los resultados en los olvidables cartelillos que invitarán a no acarrear más de un producto por consumidor. La gente también terminará notificándose de lo disfuncional de este ideario, ni bien las góndolas comiencen a vaciarse. En resumidas cuentas, Guillermo Moreno parece trabajar tiempo completo para promover la especulación y la retención de productos, conforme ya se ha visto en épocas anteriores de la Argentina. Se refritarán las bromas relativas al insensible tendero que escondía los pollos bajo el mostrador.
Por cierto, las bondades de la Administración Kirchner invitan a repasar un puñado de ejemplos de la Historia en los que el control de precios fracasó, citados por la publicación Forty Centuries of Wage and Price Controls, ('Cuatro Mil Años de Controles de Precios y Salarios') de Robert Schuettinger y Eamon Butler:
- Egipto, siglo III a. C.: la omnipresencia del estado condujo a un escenario en donde un verdadero ejército de inspectores se aseguraba de que los precios del grano -fijados por decreto para todos los niveles de producción, almacenamiento y comercialización- se cumplieran. Los granjeros egipcios se enfurecieron con los agentes estatales, llegando muchos de ellos a abandonar sus granjas. Al cierre del siglo, la "economía egipcia se derrumbó, igual que su estabilidad política".
- Roma, año 284: el emperador Diocleciano disparó el crecimiento de los precios, tras haber puesto en circulación cantidades excesivas de dinero. A posteriori, "fijó los precios máximos a los que podían venderse carne, grano, huevos, ropa y otros artículos, y prescribió la pena de muerte para quienes dispusiera de sus productos por un precio superior". La consecuencia: "la gente dejó de llevar provisiones a los mercados, ya que no podían obtener un precio razonable para ellas y esto aumentó mucho la escasez hasta que, tras morir mucha gente por ello, tuvo de abandonarse la ley".
- Francia, 1793: la dirigencia puso en vigor la "Ley del Máximo" imponiendo, inicialmente, controles de precio en el grano y luego en una larga lista de otra serie de productos. Finalmente, y como era previsible, "en algunos pueblos, la gente estaba tan mal alimentada que se derrumbaba en la calle por falta de sustento". Una delegación de varias provincias escribió al gobierno de París que, antes de la nueva ley de control de precios, "nuestros mercados estaban provistos pero, tan pronto como fijamos el precio del trigo y el centeno, dejamos de ver esos granos. Los otros tipos no sujetos al máximo eran los únicos que aparecían". El gobierno vióse obligado a abolir su ley de control de precios, después de matar -literalmente- a miles. Cuando Robespierre era trasladado por las calles en camino a su ejecución, la masa gritaba: "¡Ahí va el sucio Máximo!".
- Hacia fines de la Segunda Guerra Mundial, los planificadores centrales observaban rasgos aún más totalitarios en lo referente a la política económica, de lo que lo eran los antiguos nazis. Durante la ocupación de posguerra de Alemania, los planificadores estadounidenses gustaban bastante de los controles económicos nazis, incluyendo los controles de precios que estaban, en rigor, neutralizando la recuperación económica. Hermann Göring (fundador de la GESTAPO y líder clave del partido nacionalsocialista) relató al corresponsal de guerra estadounidense Henry Taylor: "Su América está haciendo muchas cosas en el campo económico que hemos descubierto nos causaban muchos problemas. Están tratando de controlar los salarios y los precios de su gente... el trabajo de la gente. Si hacen eso, deben controlar la vida de la gente. Y ningún país puede hacer eso parcialmente. Yo lo intenté y fracasé. Tampoco ningún país puede hacerlo totalmente. Yo lo intenté y fracasé. Ustedes no son mejores planificadores que nosotros. Debería pensar que sus economistas entenderían lo que pasó aquí". A la postre, el ministro de finanzas Ludwig Erhardt puso fin a los controles en un domingo de 1948, momento en que las autoridades de ocupación estadounidenses se hallaban fuera de sus oficinas y se hallaban imposibilitados de detenerle. Decisión que dio origen al llamado "milagro económico alemán".
Resulta, cuando menos, curioso que la correlación entre el nazismo y la intervención estatal sobre la economía esté llamada nuevamente a repaso, precisamente en un contexto en el que la Casa Rosada ha blanqueado su pacto con la República Islámica de Irán, con miras a la constitución de una "comisión de la verdad" tendiente a examinar la participación de Teherán en el ataque de 1994 contra la mutual AMIA.
En su más reciente alocución por Cadena Nacional de Radio y Televisión, la Presidente Cristina Elisabet Fernández Wilhelm notificó a la teleaudiencia respecto de su decisión de comunicar unos pocos puntos del acuerdo con el gobierno de Mahmoud Ahmadinejad al parlamento argentino. En tanto el arco político ha reaccionado con tibieza ante la prerrogativa oficial de asociarse con un país cuyo líder ha arengado públicamente a "borrar al Estado de Israel del mapa", lo cierto es que el carácter secreto del convenio ha encendido luces de alarma en Occidente. En este preciso momento, tanto en Europa como en los Estados Unidos de América han comenzado a reforzarse ciertas dudas, como ser: ¿hasta qué punto el gobierno en Buenos Aires ha decidido nutrir esa cooperación con los iraníes? ¿Conlleva esta novedosa simbiosis el potencial y tenebroso aspecto del incremento en la cooperación nuclear, con el INVAP como eje? En este punto, se amplifica la gravedad del secretismo de cara a lo que Cristina Kirchner y Héctor Timerman se esmeran sospechosamente en no revelar, y la oscuridad que ensombrece al asunto extiende una invitación para que los servicios de inteligencia del extranjero inventen aquello que, en la práctica, tal vez no puedan confirmar. El país, en tal caso, retrocedería a las épocas del Proceso de Reorganización Nacional, moméntum histórico en que el país optó por no adherir al sistema de salvaguardas nucleares ejecutadas por los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Peor aún: si acaso la República Islámica termina involucrándose de lleno en un teatro de operaciones bélico versus los Estados Unidos y la OTAN, ¿cómo quedaría la Argentina frente al globo? Sobra decir que esta alternativa se deconstruye día a día, bastante lejos del tradicional amateurismo compartido por la diplomacia local, potenciada su ya de por sí paupérrima labor por la poco sutil infiltración montada por agentes del cristinismo en su seno.
Aunque carente de soluciones reales para las problemáticas de orden nacional, el círculo íntimo de la Presidente ha implementado -lícito es decirlo- una faena brillante en el terreno propagandístico: cooptar a la política y a la sociedad hasta que éstas convergieron en un punto de no retorno. Con toda probabilidad (aún cuando ello roce con la insania), el Congreso de la Nación dará el visto bueno para el memorándum iraní, tal como ha sucedido con el tratamiento de Proyectos de Ley que perjudicaron al Estado Nacional y nublaron la existencia de sus instituciones en el pasado reciente.
La dirigencia en su conjunto (incluyéndose también al espectro opositor) ha perdido los reflejos y ha abandonado la reacción. No solo renunció a la capacidad analítica necesaria para advertir el real alcance de la agenda del cristinismo: incluso ha perdido de vista que uno de los objetivos no declarados del subsistema oficialista conlleva la colonización y la posterior implosión de la actividad política, así como también la enajenación del escaso margen de credibilidad que el público pueda asignarle.
En el fondo, de lo que se trata es de una narrativa que, aunque muy pocos se atrevan a decirlo a viva voz, conduce inevitable e invariablemente hacia el caos.
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Lebensraum: el concepto geopolítico del Lebensraum ("espacio de residencia") fue desarrollado por estudiosos antes de que Adolf Hitler llegara al poder. En 1871, por ejemplo, Lebensraum se refería a un popular eslogan político utilizado durante el establecimiento de una Alemania unida. En ese momento, el concepto remitía a la búsqueda de espacios adicionales para el asentamiento de colonias, siguiendo los ejemplos de los imperios británico y francés.
"En una era en que la Tierra ha comenzado a ser dividida gradualmente en estados, algunos de los cuales abrazan continentes enteros, no podemos hablar de un poder mundial en conexión con una formación cuya madre patria política se encuentre limitada a la idea absurda de unos cuántos miles de kilómetros cuadrados" (Adolf Hitler, Mein Kampf 2)
El agregado de espacio para la vida, según se creía, fortalecería a Alemania, ayudando a resolver problemas internos y a convertirla en más poderosa desde lo militar, empujando al país a alcanzar la autosuficiencia económica desde la incorporación de alimentos y otras materias primas.
El concepto de Lebensraum fue discutido y desarrollado a lo largo de las décadas siguientes, por escolásticos tales como Karl Karl Haushofer, Sir Halford Mackinder, y Friedrich Ratzel. En 1926, se publicó el libro Volk ohne Raum ("Pueblo sin Espacio"), de Hans Grimm. Esta publicación se convirtió en un clásico en una Alemania necesitada de espacio habitable, y el título referido rápidamente comenzó a emplearse como eslogan en el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei o NSDAP (partido nacionalsocialista).
En la presente columna, el autor se propone que el lector trace el correspondiente paralelo entre el concepto nacionalsocialista de Lebensraum y la colonización de espacios ajenos por parte del actual subsistema gobernante, siempre teniendo en la mira no solo a la actividad política, sino también social, económica y cultural de la República Argentina.