Malvinas: la Argentina ha perdido su gran oportunidad
La República Argentina, por intermedio de su Canciller, cometió nuevamente un grave error diplomático y estratégico, si la idea consistía en lograr un acercamiento hacia los ciudadanos británicos que residen en las Islas Falkland (Malvinas).
La República Argentina, por intermedio de su Canciller, cometió nuevamente un grave error diplomático y estratégico, si la idea consistía en lograr un acercamiento hacia los ciudadanos británicos que residen en las Islas Falkland (Malvinas).
Es que el sumiso ministro de relaciones exteriores argentino, siguiendo órdenes de su presidenta, se negó a una reunión tripartita en la que participaban el Canciller inglés, representantes de los kelpers y él, desaprovechando la gran ocasión para generar un acercamiento y la posibilidad de ofrecerles beneficios de los cuales carecen y que podrían disfrutar a pocos kilómetros en territorio argentino (salud -pues actualmente hacen uso del Hospital Británico de Montevideo-, educación, abastecimiento, conectividad con el mundo, turismo, etcétera).
Pero el canciller Héctor Timerman decidió que era más importante la cuestión territorial y las riquezas de las islas, antes que la relación y el bienestar de quienes allí habitan.
La Argentina debe decidir cuál es el orden de discusión en el tema Malvinas, si acaso debe girar en torno de la soberanía o de la participación en las riquezas existentes en el área. Si Buenos Aires decide poner el foco sobre la soberanía, directamente perderá en las tratativas. Ello, debido a que la discusión en términos de "soberanía hoy, o nada" es la excusa perfecta para los británicos. Estos se verán tentados de elegir "nada".
Ante la imagen de Argentina en el mundo, hoy los habitantes de Malvinas no desean siquiera imaginar su futuro, si el gobierno argentino los trata -en algún futuro- como lo hace con sus provincias y con la vecina República Oriental del Uruguay.
El gobierno argentino no admite que hoy carece de fuerza como para triunfar en un conflicto diplomático: necesita no menos de veinte años para generar en las partes un espíritu de sincera concordia y confiabilidad. A la Casa Rosada le compete dejar de vender expectativas a su pueblo, creando una política de Estado hacia adentro y fortalecerse en el frente externo. Al menos, si su objetivo es superar diplomáticamente al Reino Unido.
A partir del 2 de abril de 1982 y hasta la fecha, la República Argentina ha recorrido -y continúa recorriendo- un sendero pleno de equivocaciones y contradicciones.
Tan contradictoria es la actitud de Buenos Aires, que exige al Uruguay efectuar un bloqueo contra el archipiélago bajo control británico cuando, 25 años después de la guerra, en 2007, las legislaturas del Chubut y Santa Cruz prolongaron hasta 2047 la concesión en Cerro Dragón. Este proyecto, que incluye parte del Mar Argentino, involucra a Pan American Energy, una firma conjunta compuesta por British Petroleum en un 60% y Bridas en un 40%.
Por otro lado, British Petroleum -con sede en Londres- cuenta dentro de su flota con el buque British Ruby, que participó en la carga de Gas Natural Licuado (GNL) hasta el puerto de Bahía Blanca para regasificar a bordo del Express -de bandera belga-, que lo aguardaba en el muelle de la compañía Mega, de la misma ciudad.
También debe considerarse dentro de esta ecuación a los grupos accionarios relacionados a la minería en la Argentina, compañías que controlan el 76 por ciento del paquete accionario de Barrick Gold. Esta opera varios yacimientos mineros argentinos, tiene el 33% de la petrolera Rockhopper Exploration y de Borders & Southern Petroleum, el 25% de Desire Petroleum y el 37,8% de Falkland Oil and Gas (NA).
Un tercer acto contradictorio, entre otros, es que los Tratados de Paz argentino-británicos relativos a la soberanía de las Islas Malvinas (instrumentado en el Acuerdo de Madrid que se signara el 15 de febrero de 1990, ocho años después de la guerra) otorga beneficios de garantía de inversión de nación más favorecida a innumerables empresas británicas que en la actualidad operan en territorio continental argentino. Mediante la Ley Nº 24.184 para la Promoción y Protección de Inversiones Británicas, promulgada el 24 de noviembre de 1992, se ratificaron los convenios suscriptos.
Por su parte, la República Oriental del Uruguay, antes de tomar una decisión relativa al apoyo que debe brindar o no, debe tener presente cuál será el eje de discusión del tema Malvinas desde Buenos Aires. Si los objetivos argentinos van por el carril de "primero, la soberanía", Montevideo debería alejarse de ese compromiso, pues la Argentina debería profundizar en el acercamiento hacia los isleños, como ya se dijo.
Para Occidente, la Argentina no es hoy confiable desde el punto de vista político y diplomático. Londres y los kelpers tienen el derecho de preguntarse por las razones para negociar con un gobierno que no cumple y que cambia de parecer permanentemente. Por caso, el Uruguay padece de estos recurrentes cambios de postura verificados en la Casa Rosada.
En este punto, es valorable consultar al canciller uruguayo Luis Almagro por el estado actual de los acuerdos firmados por el Señor Presidente Mujica con su par argentina, en virtud de que no está permitido divulgar los informes sobre UPM. Montevideo sufre la interposición de trabas para sus productos, la profundización del Canal de Martín García se encuentra estancado -y es previsible que jamás se concretará mientras Mujica y Cristina Kirchner sigan a cargo de sus respectivas presidencias-. Como me expresara oportunamente desde esta columna, el Uruguay siempre se ha caracterizado por firmar acuerdos "de historieta" con la Argentina, nunca "históricos".
Diplomáticamente, y de acuerdo a información que he podido intercambiar con personas idealmente vinculadas a los gobiernos británicos y de los Estados Unidos de América, la opinión generalizada es que la República Argentina no se encuentra en condiciones ni posición para presionar, y tampoco debe hacerlo. La sugerencia es que negocie a largo plazo.
Ante este panorama, también será de utilidad consultar al Canciller Almagro hasta cuándo considera él que Uruguay debería seguir acompañando el bloqueo reclamado por la Argentina en perjuicio de las Islas Malvinas y sus habitantes. En igual sentido, es dable conocer hasta cuándo Montevideo deberá seguir impidiendo que navíos ingleses puedan abastecerse apropiadamente en su puerto. En definitiva, hasta cuándo seguiremos en una postura de parálisis y de no negociación con las Malvinas/Falklands.
Fundamentalmente, el presidente del Uruguay deberá proceder a respetar el resultado del referéndum que se llevará a cabo el 10 y 11 de marzo en Malvinas, cuando los kelpers sean consultados respecto de si desean que las Islas conserven su estatus de territorio de ultramar del Reino Unido. Reconocimiento que es menester llevar a cabo, en virtud de que Buenos Aires ha perdido fuerza y razonabilidad en su planteo negociador con Gran Bretaña, respaldándose solo en la verborragia agresiva de Cristina Kirchner contra Londres. A Montevideo le corresponderá tomar distancia, por cuanto, cualquier posición que adopte, podría comprometer sus intereses diplomáticos en el futuro.
En lo que a la Argentina respecta, el gobierno en Buenos Aires ya no se halla en posibilidades de continuar vendiendo falsas expectativas a su propio pueblo y a América Latina; será hora de que fije una política de Estado integral. Uruguay deberá asistir a este conflicto desde una postura configurada en acuerdo con el conjunto de su arco político. Nunca volviendo a tomar partido por el vecino país, solo por la tan declamada "hermandad ideológica".