Latinoamérica y el retorno del personalismo
América Latina está transitando por un retroceso en sus libertades logradas luego de años de dictaduras en varios países del continente. Lo que sucede actualmente en Venezuela -como también en Cuba y en gran medida en Ecuador con Rafael Correa...
Víctor Pavón es Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros Gobierno, justicia y libre mercado y Cartas sobre el liberalismo.
América Latina está transitando por un retroceso en sus libertades logradas luego de años de dictaduras en varios países del continente. Lo que sucede actualmente en Venezuela -como también en Cuba y en gran medida en Ecuador con Rafael Correa, en Bolivia con Evo Morales y en la Argentina con Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner- muestra aquella afectación a las libertades con notorios efectos perjudiciales que se dan en una sociedad cuando se da rienda suelta al personalismo: se trata a una persona como si fuera un ser superior, despojado de toda limitación excepto la de su propia glorificación.
Venezuela es fiel testimonio de ello. Mientras Hugo Chávez Frías agoniza, o bien se encuentra recuperando su salud -cosa que nadie sabe con certeza excepto Fidel y Raúl Castro y algún que otro adepto al régimen-, los venezolanos viven su propia tragedia. La corrupción del régimen bolivariano-chavista ha empobrecido a la ciudadanía, enriqueciendo a los políticos allegados al régimen y a los falsos empresarios. La ansiada prosperidad terminó por confundirse con la ambición desmedida de su hombre providencial.
Desde que asumió el poder en Venezuela, Chávez se convirtió en un verdadero personaje político que no tardó en llamar la atención. Para sus allegados, se convirtió en el hombre que vino a salvarles de sus penurias. Para otros, sus detractores, no fue más que un nuevo populista con ínfulas de dictador.
Muy pronto, la realidad le daría la razón a estos últimos. Como todo sistema autoritario, el chavismo recreó en Venezuela un modelo parecido al que impera en Cuba con Fidel Castro. La centralización del poder en una sola persona, la sumisión de los demás poderes del Estado, la aberración hacia la libertad de prensa y el libre mercado, no son más que la prueba de que Castro, como Chávez, en el fondo son la misma cosa.
Pero como es menester guardar las apariencias, Chávez -en lugar de adscribirse de modo directo a Marx o a Lenín, factor que lo hubiese hecho aparecer ante la opinión pública como muy 'chapado a la antigua'- se adhirió a algo más moderno, el Socialismo del Siglo XXl. Este neocomunismo por supuesto no era tal; debido a que parte de la misma matriz, esto es, la creencia de que el ser humano es manipulable en los tubos de ensayo de un laboratorio.
No es así. Nuevamente, el experimento ha fallado. Sucedió en todas las épocas y lugares. Allí donde se intentó amoldar la condición del ser humano a una máquina capaz de responder a los dictados del mandamás de turno que promete la redención de todos, la sociedad se vuelve intolerante y excluyente. Todos los experimentos sociales como el nazismo, el fascismo, el stronismo, castrismo, el chavismo o el kirchnerismo, tienen como fundamento la exaltación del hombre o mujer providencial, de ese mesianismo que supone hay alguien o algunos seres humanos superiores a otros y que, en consecuencia, se les debe otorgar licencia absoluta a sus deseos, con todos los poderes habidos y por haber.
Esa exaltación mesiánica, sin embargo, tiene su precio. Trae consigo el mal del populismo. Ni el castrismo, ni el stronismo y tampoco el chavismo y el kirchnerismo lograron mejorar las condiciones de vida de la gente. Hicieron alguna que otra obra pública, pero no lograron concitar la prosperidad. El populismo que les caracteriza no ha sido ni solidario ni ha servido a los más necesitados.
Cuando Chávez llegó al poder mediante elecciones, el pueblo venezolano depositó su esperanza en que la solución era más democracia y libertad como remedio a la extrema corrupción en la que habían caído. Pero no fue así. En vez de promover las libertades, el chavismo hizo un golpe de timón. Y es aquí donde podemos comprobar que la historia se repite.
Al igual que Fidel Castro cuando traicionó a la revolución luego de derrocar a Batista, también Chávez hizo lo propio. Dio inicio al diseño de su propia criatura totalitaria. Si Castro Ruz se abasteció en aquellos años de la "guerra fría" con los recursos provenientes de la Unión Soviética para cimentar su régimen de terror, esta vez, los chavistas encontraron la veta de suministro en el mismo suelo venezolano con miras a alimentar su proyecto autoritario, la inmensa riqueza del petróleo. Chávez y sus seguidores, empero, no solo dilapidaron este recurso natural, sino que también lo utilizaron para exportar su revolución, derrochando recursos del pueblo venezolano a criterio de inmiscuirse en las decisiones soberanas de los países de la región.
Con Chavez agonizante o el grave deterioro en su salud, es notoria la extrema debilidad institucional al que ha llegado Venezuela. Esta nación ya no depende de su Constitución y de sus leyes, sino de la salud o muerte de una persona. Asistimos, así, a un nuevo episodio del ocaso del mesianismo, el mismo que ha fracasado antes, sin importar provenga de la derecha o de la izquierda políticas.
A contramano de lo que se esperaba de ellos, estos movimientos populistas utilizaron -y siguen utilizando- compulsivamente, el dinero de los contribuyentes, y no han logrado concitar la prometida prosperidad. El hombre o mujer providencial que se cree superior a los demás pierde la noción de su propia limitación; claramente, no le interesa la suerte de aquellos más desamparados que claman por justicia y de un pan en sus mesas. Lo que le interesa a ese hombre o mujer providencial es perpetuarse en el poder para enriquecerse con sus serviles.
Como ya hemos explicado, hoy Venezuela no depende ya de la ley, sino de una sola persona. Lo propio sucede en Cuba con los Castro, siguiéndoles muy de cerca Correa, Evo y Cristina, en sus respectivos países.
Latinoamérica, acaso de una vez por todas, debe deshacerse del mal del personalismo.