Venezuela: por qué importa la muerte de Hugo Chávez
Lágrimas rodaban ayer por el rostro del vicepresidente venezolano Nicolás Maduro cuando anunció que Hugo Chávez Frías, quien durante tantos años fue el líder de Venezuela, había muerto.
Lágrimas rodaban ayer por el rostro del vicepresidente venezolano Nicolás Maduro cuando anunció que Hugo Chávez Frías, quien durante tantos años fue el líder de Venezuela, había muerto. Es probable que la noticia no sorprendiera a nadie, pues Chávez había estado batallando contra el cáncer durante años y hacía tiempo que ya se pensaba que estaba en su lecho de muerte. De hecho, el líder venezolano no había sido visto en público desde diciembre.
Aunque no sea algo inesperado, el fallecimiento de Chávez observa implicaciones (algunas potencialmente peligrosas) de gran alcance para los Estados Unidos y el resto del mundo.
Dirigiéndose a la nación, Maduro pidió al pueblo venezolano que se aglutinara en torno a un espíritu de "amor, paz y disciplina", proclamando "Que no haya debilidad ni violencia. Que no haya odio". Resulta interesante que estas palabras sean del mismo hombre que sólo tres horas antes hizo afirmaciones irresponsables y peligrosas, respecto a que la mala salud de Chávez estaba causada por actos deliberados de los enemigos del régimen.
Además de implicar a Washington, Maduro también expulsó del país al agregado militar estadounidense David Del Mónaco, acusándolo de estar involucrado en "proyectos desestabilizadores" contra el régimen.
Debido a que suenan excéntricas a nuestros oídos, puede que estas declaraciones parezcan intranscendentes. Sin embargo, en Venezuela, estas ridículas declaraciones amenazan con convertir una situación ya de por sí mala en una aún peor.
Y también puede que sea difícil de comprender para muchos en los EE.UU. pero, a pesar de la naturaleza autoritaria y a veces brutal del régimen de Chávez, el fallecimiento del líder venezolano representará un momento complicado para la nación. Al gobernar Venezuela durante catorce años, la combinación única de populismo, autoritarismo, socialismo y combatividad de Chávez le permitió forjar todo un culto a su personalidad. Reforzado indudablemente por un sistema de subsidios socialistas y de patronazgo político, Chávez disfrutó de la adoración de las masas.
Con la nación ya de luto, las indignantes y provocadoras declaraciones del vicepresidente Maduro tienen el potencial de desencadenar una fuerte violencia antiestadounidense en Venezuela, tal como la que se vio por todo Medio Oriente a finales del año pasado.
Como comentaba ayer el Dr. Ray Walser, experto de la Fundación Heritage en asuntos latinoamericanos:
La Administración Obama deberá actuar con rapidez y firmeza refutando esta afirmación descabellada, buscando apoyo internacional y preparándose para proteger vidas y propiedades de ciudadanos estadounidenses y de venezolanos inocentes.
Teniendo en cuenta los conocidos lazos del país con los principales enemigos de Estados Unidos (concretamente Hizbolá e Irán) y el escenario actual, puede que éste se convierta en la primera gran crisis de política exterior para el recién confirmado secretario de Estado John Kerry.
De hecho, la amenaza de la influencia iraní en Latinoamérica no es algo nuevo. En octubre de 2011, dos ciudadanos iraníes fueron acusados de los intentos de atentado con bomba en un restaurante de la zona del D.C. y de asesinato del embajador saudí en territorio continental de EE.UU.. Ambos fueron detenidos cuando trataban de contratar a un miembro de un cártel de la droga mexicano para llevar a cabo el asesinato. Aunque Venezuela nunca ha sido implicada de forma directa en la trama, sí es cierto que debido al vuelo diario entre Teherán y Caracas, Venezuela sigue siendo el principal punto de entrada de Irán en las Américas.
Y, aunque Chávez declaró a Maduro como sucesor antes de su muerte, la constitución venezolana requiere que se celebren elecciones en el plazo de treinta días. Es probable que el anterior candidato presidencial y líder de la oposición democrática, Henrique Capriles, se presente frente a Maduro. La Administración Obama debería señalar a Venezuela que todo lo que no sea una elección libre y justa del nuevo presidente de la nación abrirá la puerta a posibles sanciones económicas y diplomáticas.
Con independencia de quien gane, el camino a recorrer será difícil. El nuevo líder de la nación heredará un país lastrado por una dependencia excesiva de la recaudación procedente del petróleo y una industria paralizada, por no mencionar una elevada inflación, una devaluación de la moneda y unos niveles extremadamente altos de homicidios y delitos violentos.
Puede que Chávez haya muerto, pero no así su espíritu antinorteamericano, ni los perjuicios causados por el gran calado de sus normativas socialistas. En los días y semanas venideros, tanto el recién confirmado secretario de estado John Kerry como el próximo presidente de Venezuela tendrán muchos retos entre manos.