INTERNACIONALES: ALBERTO MINGARDI

La revuelta populista en Italia

Los observadores internacionales han visto las elecciones italianas como el último síntoma de la enfermedad de la austeridad: los votantes van a las urnas para rebelarse en contra de la contracción fiscal impuesta por la élite de la Unión Europea sobre las poblaciones que no lo desean.

16 de Marzo de 2013

Alberto Mingardi es Director General del Instituto Bruno Leoni, Milán.

Los observadores internacionales han visto las elecciones italianas como el último síntoma de la enfermedad de la austeridad: los votantes van a las urnas para rebelarse en contra de la contracción fiscal impuesta por la élite de la Unión Europea sobre las poblaciones que no lo desean. Mientras que seguramente algo de cierto hay en eso, la película que estamos viendo en Italia no es simplemente la continuación de la que vimos en Grecia. Hay una lección para Europa en general —pero esta es una lección distinta.

La elección italiana presenció el importante surgimiento del Movimiento Cinco Estrellas que, liderado por el histriónico comediante Beppe Grillo, se convirtió en el principal partido del país en el parlamento siendo ésta su primera participación en una elección nacional. Esto sucedió en medio de la ignorancia Beppe Grilloacerca de prácticamente todos los candidatos y propuestas del movimiento. Habrán 108 miembros del parlamento del Movimiento Cinco Estrellas en la cámara baja y 54 senadores del mismo movimiento. La prensa nacional italiana no les prestó atención, hasta que fueron electos. Una fuerza parlamentaria de más de 150 (de un total de 945 miembros del parlamento) se ha fusionado —y los principales pensadores e intelectuales italianos influyentes en la opinión pública apenas se dieron cuenta.

La coalición del Sr. Grillo es una coalición de críticos del status quo. Esta incluye críticos de los impuestos altos, pero también profetas del llamado movimiento del 'de-crecimiento' —una profecía que la Italia contemporánea ya más o menos ha cumplido— y los críticos del capitalismo industrial en general. Entre ellos se encuentran miembros del Movimiento Cinco Estrellas que son partidarios de que las mujeres usen copas menstruales como una alternativa “natural” a las toallas sanitarias. Usted podría fascinarse o sentirse asqueado por estas ideas, pero Usted esperaría que estas sean discutidas —dado que el Sr. Grillo obtuvo tanto respaldo. Aún así, no fueron discutidas.

El caso de Italia es un ejemplo de las consecuencias no intencionadas. Tantos candidatos desconocidos aunque exitosos solo se explican en virtud del mismo sistema electoral: un sistema proporcional basado en las listas de los partidos que hace que las campañas electorales de los candidatos individuales sean virtualmente inútiles. Los italianos pueden votar solamente por un partido y su líder. Los principales partidos prefieren este sistema porque creían que podían consolidar su poder. Pero fue precisamente este mecanismo el que le permitió al Sr. Grillo obtener un cuarto de los votos.

Tal sistema restringe seriamente la libertad para elegir de los votantes. El jefe de estado de Italia, Giorgio Napolitano, hizo un llamado a los partidos, durante el gobierno de Mario Monti, a reformarlo. En 1994, 1996 y 2001, Italia votó con un sistema mixto que asignó 75% de los escaños, utilizando un mecanismo de mayoría simple. Dicha regla anclaba la política a sus raíces locales, mientras que el sistema actual hace que este sea un juego a favor de los líderes nacionales y de nadie más.

Los políticos, hasta ahora, se han salvado de los efectos de la austeridad. El sentido común sugiere que una reestructuración de la maquinaria del gobierno italiano podría ahorrar dinero y fomentar el crecimiento (facilitando así la vida de las personas). El gobierno de Monti intentó abolir las provincias italianas sin éxito, una capa administrativa entre los municipios y los gobiernos regionales. Aunque las responsabilidades de las provincias podrían dividirse entre los gobiernos de las ciudades y de las regiones, los partidos al final las mantuvieron intactas, para no ver disminuidas sus oportunidades de clientelismo. Los cálculos conservadores sugieren que alrededor de 2 mil millones de euros al año podrían ahorrase con la eliminación de las provincias y esto sin despedir a un solo empleado público.

Los privilegios crean privilegios y entonces Italia —como muchas otras democracias, para ser justos— ve una proliferación de entidades inútiles: organismos, agencias e “institutos” estatales que viven del dinero de los contribuyentes sin producir cualquier cosa que se parezca siquiera remotamente a un bien público. Algunos de estos organismos usualmente son señalados como potenciales candidatos a ser clausurados, pero la acción usualmente no procede luego de la intención. La burocracia es resistente.

Pero los tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias. Los italianos han vivido dolorosas alzas de impuestos durante los últimos años. Necesitaban ver a sus representantes dando un buen ejemplo. Pero no lo hicieron. El gasto de las instituciones representativas no fue reducido dramáticamente; las diferentes capas del Estado no fueron consolidadas; los organismos en los que los políticos nombran a sus amigos como miembros de juntas fueron mantenidos. Agréguele a esto la concientización de que usted no puede precisamente elegir a sus representantes, sino simplemente al símbolo de un partido y encontramos una receta fácil para el populismo.

Los italianos que invalidaron sus papeletas o votaron por el Sr. Grillo estaban, en gran medida, indignados por lo que ellos consideran una traición política por parte de sus propios líderes electos. Los partidos establecidos podrían detectar en estas elecciones una advertencia y trabajar juntos para permitirle a los italianos elegir a sus representantes de manera más efectiva y reducir el costo para los votantes de respaldar los estilos de vida de sus políticos. Si no lo hacen, pronto podría llegar el día en que los italianos consideren el uso obligatorio de copas menstruales como un precio que pagarían felizmente para desalojar a su propia élite egoísta.

Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal Europe el 27 de febrero de 2013.

 

Alberto Mingardi, Director General del Instituto Bruno Leoni, Milán | Para The Cato, sitio web