Paraguay: el bipartidismo rechaza el Socialismo del Siglo XXI
En la historia del Paraguay y de Latinoamérica, quedará como un hecho relevante que el proyecto bolivariano del socialismo siglo XXI -que se intentó, por todos los medios, imponer en este país desde Caracas, mediante el entonces presidente Fernando Lugo y sus seguidores- fue rechazado...
En la historia del Paraguay y de Latinoamérica, quedará como un hecho relevante que el proyecto bolivariano del socialismo siglo XXI -que se intentó, por todos los medios, imponer en este país desde Caracas, mediante el entonces presidente Fernando Lugo y sus seguidores- fue rechazado, recurriéndose a los instrumentos de la Constitución en dos ocasiones y en menos de un año. Terrible y desgraciado hubiera sido que prosperara en el país un populismo que impone el ideario colectivista que solo trae consigo el resentimiento como conducta personal y la violencia como modo de vivir en la sociedad.
El pueblo paraguayo le ha dado en sus recientes elecciones nacionales un categórico respaldo a los dos partidos tradicionales, el Colorado y el Liberal. La participación ciudadana y los resultados de la reciente compulsa electoral así lo demuestran. En unas elecciones considerada por los veedores internacionales como de "alta calidad cívica", Horacio Cartes (Partido Colorado) ha sido electo como presidente de la República, seguido de cerca por el candidato oficialista, Efraín Alegre.
La composición del Congreso confirma el saludable y fuerte bipartidismo en el Paraguay, con el Partido Colorado al frente, luego el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y con una tercera fuerza. Representando esta última al 10 por ciento del electorado, e identificada con una izquierda de varias aristas, entre las que se encuentra el "Frente Guazú", liderado por el destituído presidente Lugo.
Apenas un año atrás, el bipartidismo emitía su primera señal positiva. Colorados y liberales impulsaron el juicio político al entonces presidente Lugo, que provocó sanciones ilegales e injustas contra el país, como la suspensión del Mercosur que, por cierto, es un tema delicado y pendiente para los países miembros del bloque, más aún cuando aquella suspensión significó el espurio ingreso de Venezuela, violando la misma letra del Tratado.
No obstante, existe una lectura imposible de desmeritar puesto que ahora, en estas elecciones nacionales que dio el incontrastable resultado de ocho electores de cada diez hacia los partidos que finalmente destituyeron al anterior gobierno, se ha ratificado en las urnas aquella decisión constitucional de destitución presidencial. El mundo ahora sabe probadamente que nuestro pueblo considera injustos todos los castigos adoptados contra el Paraguay.
Y el rechazo a este modelo opresivo no se hizo con las armas, ni con la más mínima violencia. Se realizó apelando a los instrumentos de nuestra ley fundamental, ahora avalado con el voto en las urnas. Fernando Lugo y sus seguidores eran apadrinados del chavismo y su destitución en un proceso que concitó prácticamente la unanimidad de los diputados y senadores, significó abortar la instauración de lo que se denomina el 'Socialismo del siglo XXI'.
Estos dos hechos positivos, sin embargo, no debería ser un motivo para que colorados y liberales se siguieran aferrando a las prácticas políticas en la que han caído. También colorados y liberales deben saber que el poder no consiste en servirse del Estado para repartir privilegios y prebendas. Estos dos partidos tradicionales deben hacer una autocrítica frente a sus respectivas gestiones, ante cada ocasión en que han estado en control del gobierno de la nación.
Deberán retrotraer nuevamente sus miradas, sin aferrarse al pasado, hacia sus respectivas raíces, allá en el lejano año de 1887, época en que se iniciaba la lucha por el poder en el Paraguay bajo estas dos identidades políticas.
El Centro Democrático, que años más tarde pasó a llamarse Partido Liberal, y la Asociación Nacional Republicana, Partido Colorado, nacieron bajo la consigna del liberalismo como corriente universal de pensamiento cuyo objetivo es hacer del gobierno limitado a funciones constitucionales, garante de la libertad y de la propiedad privada, donde gobernar es administrar con honestidad y eficiencia.
Ciertamente, estos dos partidos no siempre se mostraron coherentes con sus idearios. También fueron inficionados en su momento del socialismo en boga por aquellos primeros años del siglo XX. En la década del cuarenta, ocasión del auge colectivista en Europa, se acercaron demasiado a posturas fascistas y nacionalistas que, finalmente, los fueron debilitando.
El bipartidismo, por historia y por resultado electoral, ya está instalado en el país. Pero este sistema -liberal y colorado- no podrá retribuir a la sociedad lo que sus principios enmarcados en sus actas fundacionales exigen, si no se da una genuina disputa por hacer realidad el buen gobierno, donde uno de ellos sea parte del mismo y el otro lo controle, tratando de impedir sus extra limitaciones, en la que los dirigentes expresen ideas, propuestas y paguen caro por defraudar a sus electorados.
El bipartidismo impidió el avance en el país del populismo continental mediante el uso del juicio político, y los resultados de estas últimas elecciones nacionales ratificaron aquella decisión constitucional. Pero el siglo XXI corre demasiado rápido. El mundo cambia a cada instante.
Hoy, el Paraguay necesita de instituciones sólidas para hacer estallar la prosperidad, y el bipartidismo no puede sustraerse de esta necesidad; caso contrario, decididamente verá afectada su trascendencia en la vida nacional; como, en efecto, ya ocurrió con el liberalismo en estas últimas elecciones. Por lo pronto, las recientes elecciones nacionales han ratificado la voluntad del pueblo paraguayo de rechazar en las urnas al socialismo del siglo XXI. ¡Salud, Paraguay!
Este artículo fue publicado originalmente en ABC Color (Paraguay) el 26 de abril de 2013.