INTERNACIONALES: ALEJANDRO CHAFUEN | PUBLICADO EN REVISTA FORBES

No llores por mí, Estados Unidos: comparando a la Argentina con la Unión Americana

Muchos observadores se preguntan si acaso Estados Unidos está transitando un sendero problemático, como la Argentina. En los años cuarenta, Juan Domingo Perón utilizó organismos del gobierno para obtener ventajas políticas, y creó una versión popular del fascismo, denominada "peronismo"...

16 de May de 2013

Muchos observadores se preguntan si acaso Estados Unidos está transitando un sendero problemático, como la Argentina. En los años cuarenta, Juan Domingo Perón utilizó organismos del gobierno para obtener ventajas políticas, y creó una versión popular del fascismo, denominada "peronismo". En Estados Unidos, la reciente revelación de que el Internal Revenue Service (IRS, la agencia de Impuestos del gobierno federal) persiguió a enemigos políticos es un mal presagio. ¿Estamos transitando el camino de la Argentina?

El camino hacia el derrumbe en mi tierra nativa, Argentina, comenzó con la implementación de una de las doctrinas colectivistas más poderosas del siglo XX: el fascismo. La Carta del Trabajo de 1927 -la Carta del Lavoro, promulgada por el Gran Concejo bajo el fascismo de Mussolini- es un documento guía sobre esta doctrina y promueve una economía basada en el control gubernamental. Este mismo documento recomienda la provisión gubernamental de la asistencia en materia de salud y seguro de desempleo. ¿A alguien le resulta familiar?

Desde adoptada su propia marca del fascismo -el "Justicialismo"-, la Argentina comenzó a caer en los ránkings económicos mundiales.

  • In 1930, las reservas de oro de la Argentina la ubicaban en el sexto lugar en el mundo. Luego de que los "expertos" tomaron el banco central, las reservas cayeron del 9o. lugar en 1948 (con US$ 700 millones), al puesto 16o. entre 1950 y 1954 (con US$ 530 millones), y al escalafón 28o. entre 1960 y 1964 (con US$ 290 millones).
  • El banco central argentino, creado en 1935, fue primero una corporación privada. Su presidente permanecía más tiempo en el cargo (siete años) que el presidente del país, y exhibía límites estrictos para adquisición de deuda oficial; la institución incluso tenía banqueros extranjeros en su directorio. Se convirtió en una entidad gubernamental en 1946.

Cuando Perón asumió el poder poco tiempo después, se precipitó en expandir el rol del gobierno, relajó las reglas del banco central y lo utilizó para facilitar sus políticas estatistas. En apenas diez años, el peso pasó de cotizar a 4.05 unidades por dólar estadounidense, a 18 en 1955 (alcanzando, durante ese mismo año, un pico de 36). Luego del gobierno de Perón, la Argentina devaluó aún más su moneda, llevándola a 400 pesos por dólar de Estados Unidos en 1970.

El bipartidismo orientado a políticas públicas erróneas puede ser particularmente dañino. Tal como algunas de las políticas monetaristas de corte intervencionista del presidente estadounidense Barack Obama precedidas por decisiones de la Administración Bush, las implementadas por Juan Domingo Perón fueron igualmente anticipadas: "Antes de que arribáramos al poder, dimos inicio a la reforma, con la aprobación y colaboración del régimen de facto anterior", diría el líder populista.

Perón fue removido del poder en 1955, pero sus políticas lo sobrevivieron. La proclamada "Revolución Libertadora" fue un esfuerzo orientado a regresar al sistema de libremercado determinado por la Constitución Argentina de 1853. Pero los argentinos optaron por un intervencionista, Raúl Prebisch, para Ministro de Economía.

Las políticas de resultado inflacionario y el uso político de la autoridad regulatoria monetaria, especialmente luego de la primera presidencia de Perón, devastaron la cultura económica y el estado de derecho en la Argentina. En los Estados Unidos, la Reserva Federal -la Fed- no tiene todos los poderes delineados por Perón, y no ha causado tanta destrucción como la compartida por el banco central argentino, pero el proceso ha sido similar y bastante más gradual. El dólar estadounidense compra menos del diez por ciento de lo que podía en 1913, cuando la Fed fue creada; el techo para endeudamiento se incrementa periódicamente -estimulando más la monetización de la deuda-, y las autoridades monetarias han incrementado sus intervenciones arbitrarias.

Bajo Perón, los órganos oficiales gradualmente se vieron involucrados en todas las áreas de la economía. Observamos un patrón similar en Estados Unidos -numerosos sectores de la economía dependen hoy del control, los estímulos gubernamentales, o la administración directa. Obamacare es el mejor ejemplo; es algo así como peronismo o corporativismo con esteroides.

Existen similaridades, más allá del reino de la economía. A diferencia de otros líderes populistas como Hitler o Mussolini, Perón no exhibió ambiciones imperialistas de objetivación beligerante. Lo propio piede decirse del presidente Obama. Sus críticos en el espectro conservador argumentan que él desea reducir la influencia estadounidense en el globo. Más aún, Perón rehuyó de los padres fundadores de la Argentina, que en su oportunidad promovieron ideas sustentadas en una sociedad libre. De igual modo, Barack Obama no es proclive a citar a Madison, a Washington o a Jefferson.

Pero algunas diferencias de importancia entre ambas culturas aún permanecen, como la del "culto al líder", atacándose a instituciones mediadoras (por ejemplo, contra las asociaciones católicas o la prensa), y apelándose a la izquierda tanto como a la derecha. Con respecto a esta última, Perón alcanzó una vasta influencia recurriendo a tres de los principales componentes del fascismo: los sindicatos, las corporaciones empresarias y el gobierno. No es probable que un líder en Estados Unidos asuma control sobre los tres en el futuro cercano. En los comienzos de la Administración Obama, pareció que gran parte del mundo empresario se había embarcado en sus programas pero, si acaso hubo una luna de miel, ésta no duró demasiado. La Cámara de Comercio, por ejemplo, dio a conocer su oposición hacia la mitad del primer período presidencial, y continúa haciéndolo hoy en varios frentes.

Otras diferencias, al momento, son:

  • El uso de fondos gubernamentales para esfuerzos partidarios en la Argentina es peor en la Argentina que en Estados Unidos.
  • El gobierno estadounidense es reacio a atacar al capitalismo en forma directa. Las políticas intervencionistas son promocionadas ante la opinión pública bajo el eslogan: "ir contra el capitalismo para rescatar al capitalismo".
  • En EE.UU., existe una comprensión mayor sobre los peligros del proteccionismo y las políticas económicas nacionalistas.
  • Existe un apoyo mayor para el estado de derecho en Estados Unidos. El control del sistema judicial por parte del gobierno argentino está observando alcances de tiranía.

Fuentes principales de esperanza en Estados Unidos son la fuerza y variedad de gobiernos a lo largo de los cincuenta estados de la Unión, y la riqueza de nuestra sociedad civil. El poder económico se encuentra más difundido en Estados Unidos y algo de él -como lo he citado en una reciente columna- está extendiéndose hacia el sur, hacia estados más conservadores. El gasto estatal y las regulaciones han crecido, pero el gobierno federal aún no tiene el poder para hacer que los estados sigan al pie de la letra sus dictados y sus caprichos.

Los pesimistas pueden declamar que el escenario está preparado para un presidente ambicioso -como sucedió previo a la llegada de Juan Perón en la Argentina, y para convertir a mayores porciones de la economía en dependientes del gobierno federal. Desde el año antes de asumir Perón en el poder y hacia finales de su mandato (1945-1955), el gasto total del gobierno central promediaba un 11% del PBI; comparándose con el 24% que hoy se ve en Estados Unidos. Los conservadores argentinos crearon órganos regulatorios pensando que serían usados para el bien común. Del mismo modo, los conservadores estadounidenses han agigantado el gobierno y ampliado sus regulaciones. El estado regulatorio es más grande hoy día en Estados Unidos que el la antigua Argentina peronista. Al igual que con el gasto gubernamental, puede ser empleado para controlar, estimular o desalentar a los negocios. Empleada por ambos países, la regulación excesiva se convierte en una modalidad subterránea para elegir a ganadores y perdedores, lo cual crea mayores oportunidades para la corrupción. Perón entendió que el gasto gubernamental y las regulaciones podían ser usadas como herramientas del poder para recompensar a los amigos y para castigar a los enemigos. Así lo hizo, y terminó arruinando el sueño argentino.

Lo que vemos hoy en muchos de los organismos y agencias federales de Estados Unidos, incluyendo la politización del IRS, demuestra que el país no es inmune a la enfermedad argentina. En efecto, si fallamos a la hora de preservar las instituciones de la república, el sueño americano estará en grave peligro.


* El Dr. Alejandro A. (Alex) Chafuen es presidente de The Atlas Economic Research Foundation, Washington, D.C.

* Traducción al español: Matías E. Ruiz, con permiso de Revista Forbes | Link al artículo original: http://www.forbes.com/sites/alejandrochafuen/2013/05/15/dont-cry-for-me-america-comparing-argentina-and-the-united-states/

 

 

Dr. Alejandro Chafuén, presidente de Atlas Economic Research Foundation | Publicado en sitio web oficial de la Revista Forbes