Paraguay: El señor Lindstrom, competidor del Ejército del Pueblo Paraguayo
Las sociedades que progresan exhiben elementos comunes. El primero de ellos es de carácter institucional. Hoy día, esto ya no es una teoría.
Víctor Pavón es Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros Gobierno, justicia y libre mercado y Cartas sobre el liberalismo.
Las sociedades que progresan exhiben elementos comunes. El primero de ellos es de carácter institucional. Hoy día, esto ya no es una teoría. Ronald Coase, Premio Nobel de Economía, demostró que las garantías a los derechos de propiedad inciden sobre los costos de transacción para, así, favorecer el funcionamiento de la economía y al de la misma sociedad.
También existe otro elemento. Se refiere al individuo en su relación con los demás. Esto es, la cooperación social. El ser humano ha avanzado a lo largo de miles de años de civilización, en virtud del fuerte impulso de desear vivir mejor, con mayores comodidades. Esto -que se da en llamar mejoramiento de las condiciones de vida- necesita de arduo esfuerzo, de la cooperación, de una educación de calidad y, por supuesto, del ahorro y la inversión.
Aquella cooperación social permite a las personas buscar sus propios beneficios. Y, al hacerlo, se termina por favorecer a personas a las que tal vez nunca conozcamos. Esta idea fue expuesta de manera brillante por los primeros filósofos de la Escuela Escocesa, con David Hume y Adam Smith a la cabeza. No existe modo —decían estos pensadores— para lograr el progreso que el respeto a la dignidad de la persona, reconociendo nuestras diferencias en tolerancia, y que somos proclives a ayudarnos unos a otros, en tanto no se dé a través de la violencia.
En su aplicación diaria, la cooperación social se manifiesta en las relaciones personales, laborales, educativas y hasta las que se hacen entre estados. Requiere que se deje a las personas cooperar para que cada uno consiga lo que mejor le conviene; pero, con una condición: a nadie le está permitido usar la coacción, ya sea el robo, el fraude, la extorsión o acabar con la vida de otro, con tal de lograr sus objetivos.
Desde el momento en que se establecen estas bases de carácter ético en la sociedad, los individuos que la componen saben que el mejor modo de salir adelante consiste en respetar aquellas reglas básicas de buen comportamiento. Para avanzar en nuestros propósitos de vida, necesitamos cooperar con otros, de diferentes niveles sociales, económicos, culturales y hasta de productividad.
En este tren de la vida, el rico puede volverse pobre y éste de un buen pasar puede convertirse en un potentado. En una conjunción de trabajo, disciplina, inversión y hasta de compasión hacia los menos favorecidos, es la gente la que va labrando su propio destino. Estimo que el Señor Luis Lindstrom representaba esta visión de la sociedad. Su forma de vida fue laboriosa y pacífica y ésto fue lo que lo llevó a ser asesinado, pocos días atrás.
Pero también están los transgresores de los derechos de los demás. Algunos consideran que el mejor modo para que otros les sigan, consiste en amedrentarlos con el miedo, la extorsión y la violencia. Estos son los delincuentes. Entre estos últimos -y en grado extremo-, figuran aquellos que hoy se aglutinan bajo el nombre de Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). Sus adherentes con ideas comunistas son lo contrario de lo que representaba Luis Lindstron.
A aquellos no les convenía tener cerca a un señor que enseñaba con su trabajo y ejemplo, con la persuasión y hasta con el cariño que se concreta con la ayuda hacia los menos favorecidos con alguna actividad laboral que los volvía responsables y dignos. A los miembros del EPP esto no les convenía. Lindstron era su competidor, lo contrario del EPP.
Este artículo fue publicado originalmente en ABC Color (Paraguay) el 11 de junio de 2013.