Socialismo: palabrerío e ineficiencia
El socialismo chavista es un estruendoso fracaso por donde se le mire. Uno de los titulares internacionales más difundido recientemente ha coincidido con la...
El socialismo chavista es un estruendoso fracaso por donde se le mire. Uno de los titulares internacionales más difundido recientemente ha coincidido con la escasez de papel higiénico y la consecuente importación de varios millones de rollos de papel, dato que se complementa con el de la escasez de alimentos. Toda clase de controles, obstáculos e intervenciones en la economía solo han traído como consecuencia graves perturbaciones en las actividades diarias de las empresas.
Resultaría risible lo que sucede con la banda de incompetentes a las que hago mención, sino estuviera de por medio el grave perjuicio que estos hacen al pueblo venezolano. Porque es para reírse que, quienes pretenden 'salvar al planeta' y que supuestamente 'refundaron a la patria' emerjan de este conglomerado de fracasados parlanchines. Pareciera ser que existe una relación directa entre el discurso grandilocuente y el desastre de los resultados surgidos de políticas gubernamentales.
Venezuela es un gran ejemplo de una dirigencia con una capacidad casi infinita para hablar horas y horas, llenar páginas y páginas de puras tonterías y que, paralelamente, mantiene al país con extraordinarias reservas de petróleo y gas en el más cruento subdesarrollo. Esta banda de incompetentes que dirige el gobierno ha logrado, en pleno auge mundial del precio de las materias primas, mantener quebradas y sumergidas en la ineficiencia a las industrias del complejo siderúrgico y del aluminio.
Esta dirigencia mediocre, portadora de un discurso grandilocuente y, por tanto, vacío de contenidos relevantes, es la misma que a todo pulmón vociferara su combate contra el latifundio. Es la misma que ha proclamado que el país se conducía hacia la plena soberanía alimentaria. Acaso para cumplir con su propósito, expropió millones de hectáreas de tierra, comercializadoras de productos agrícolas y empresas agroindustriales. Con todo, el resultado de la demente oleada expropiadora y multiplicadora de intervenciones en la economía ha sido una elevadísima inflación en alimentos y una acentuada escasez de los mismos. He aquí un claro ejemplo de un fracaso seguido de declaraciones delirantes, surgido de las declaraciones del Ministro Gil (Agricultura y Tierra): "Anunciamos la intervención de la planta de pescado de Puerto Cumarebo en Falcón, declarando la guerra a la corrupción e ineficiencia". Repasar el artículo de El Universal, en http://www.eluniversal.com/economia/130617/ministro-gil-anuncia-intervencion-de-planta-de-pescado
A lo largo de estos primeros seis meses del año en curso, la crisis se manifiesta con absoluta crudeza en la ausencia de productos esenciales. Las dificultades para conseguir productos de primera necesidad es una muestra acabada de lo terriblemente ineficiente que es el socialismo chavista: controles e intervención estatal que terminan perjudicando a los más pobres. Y, quién lo duda: son los ciudadanos que viven en la pobreza las primeras víctimas del desabastecimiento y encarecimiento de los productos.
La prepotencia socialista chavista demuestra que el gobierno es un pésimo administrador, declaradamente incapaz de garantizar el suministro apropiado y económico de insumos de primera necesidad para los ciudadanos. En estos últimos meses, ha quedado expuesto que, a pesar de poseer tierras, compañías agroindustriales, de controlar el suministro de materias primas a la agroindustria privada y de controlar hacia donde distribuyen sus productos finales, la Administración ha logrado propiciar la inflación y la escasez alimentaria.
Finalmente, y lejos de reconocer lo equivocado e inconducente de sus políticas -dado que bloquean la iniciativa privada, naturalmente más eficiente que el gobierno-, los hombres del chavismo apelan a la retórica barata, el discurso vacuo, la colección de pamplinas y, en consecuencia, vociferan que se trata de una "guerra económica", un "sabotaje", que los "empresarios fascistas conspiran", que "los especuladores son los responsables", que los empresarios son "hambreadores del pueblo". Sin importar que la respuesta sea bastante más sencilla: la responsabilidad del caos económico es pura y exclusiva del socialismo en su variante chavista.
Otro colorido ejemplo que involucró discurso rimbombante y trajo aparejados resultados calamitosos ha sido el relacionado con la generación y distribución de energía eléctrica. Estos personajes que gobiernan Venezuela contabilizan ya catorce largos años regenteando directamente buena parte de la industria energética y, más específicamente, desde hace seis años la totalidad de la industria, merced a la nacionalización de las empresas privadas que existían en el año 2007. Pues bien; ocurrió lo esperable: las empresas del sector no generan ganancias, salvo incompetencia, mientras compartes planes de inversión que jamás se ejecutaron. Y, como era previsible, sobrevino una crisis energética que llevó a racionar el suministro hacia finales de la década pasada, muy a pesar de que el gobierno nacional había lanzado con bombos y platillos su "Misión Revolución Energética". Propuesta que perseguía la eficiencia y la instalación de generación alternativa de energía. A criterio de cumplir con el programa, se enviaron brigadas a sustituir bombillos incandescentes por bombillos ahorradores, en todo el territorio nacional. Pero, nada: la crisis aterrizó de igual manera. Luego -a mediados de 2010-, se anunció que los racionamientos habían finalizado. Y hoy, en pleno 2013, la crisis de la energía vuelve a recrudecer: de nuevo, se anuncia la "Revolución Energética", acompañada de toda clase de promesas en materia de planes y grandes inversiones con miras a superar el obscuro panorama. Vuelve a aparecer en escena la incapacidad y la incompetencia, especialmente a la hora de reconocer y aprender sobre los propios errores. Debemos, los venezolanos y latinoamericanos, cuidarnos de los charlatanes y de sus delirantes propuestas. La realidad termina siendo un verdadero infierno.