Derecho a réplica: carta al presidente del Uruguay, José Mujica
Misiva que podría servir de inspiración para aquellos padres que han perdido a sus hijos e, igualmente, a hijos que perdieron a sus padres, por el solo pecado de trabajar en la nación uruguaya abandonada a su suerte por su propio presidente. Esto, en clara referencia a un jefe de estado que gusta de acompañarse de criminales quienes, en su conjunto, agravian a diario a todo un pueblo.
No merece, ni me sale que le llame Presidente, pues Usted solo me genera desprecio.
Usted, en tres oportunidades, nos tildó de "atorrantes", a todos los uruguayos (sus compatriotas).
Usted, desde sus mentirosas disculpas en el programa "Hablemos", volvió a asegurar que jamás vio a un "uruguayo diagnosticado por exceso de trabajo" y que "no nos caracterizamos por matarnos en el laburo".
Usted, con esas palabras, ha agraviado la memoria de mi hijo Marcelo, quien falleció porque el exceso de trabajo no le permitió controlarse un cáncer que terminó con su vida, y debió requerir asistencia en los Estados Unidos, porque su perverso sistema de salud mercantilista y corrupto no le cubrió el tratamiento.
Yo jamás le toleraré, Señor Mujica, estos agravios. Ante todo, deseo -a través de estas líneas- repudiar sus "hípicos" dichos. Repudio sus disculpas. Y lo repudio a Usted.
E insisto: yo jamás le aceptaré esas disculpas, pues me ha enseñado Usted a despreciarlo, no dejándome otro camino que condenarlo por su mediocridad.
Sepa Usted que mi hijo Marcelo falleció hace muy poco. Tenía solo 35 años, y supo trabajar durante 14 horas por día sin descansos.
Murió -como venía diciéndole- a los 35 años. Edad durante la cual Usted desconocía profundamente en qué consistía trabajar para ganarse la vida. La historia siempre recordará que Usted, a esa misma edad, se trasladaba de cloaca en cloaca para robar, asesinar y secuestrar.
Mi hijo supo ganarse su pan con honestidad y el exceso de trabajo le quitó la oportunidad de seguir viviendo. A él sí le fue diagnosticado "exceso de trabajo".
Estas son las injusticias de la vida; Marcelo tenía una vida plena y útil: tenía hijos y era un amante del trabajo.
Pero Usted nunca ha dejado de ser un vago; Usted continúa con vida, aunque cargando con notorios antecedentes salpicados de crímenes, homicidios y secuestros. Ahora, ha completado Usted su ambición, pues regentea un gobierno inapelablemente corrupto.
Exhibe Usted la costumbre de generalizar a todos los uruguayos, midiéndolos con los parámetros de sus propios defectos y falencias.
Así, pues:
No porque Usted sea alcohólico, todos los uruguayos somos borrachos.
No porque Usted sea un desalineado, todos los uruguayos somos mugrientos y desprolijos.
No porque Usted haya asesinado, secuestrado y robado, todos los uruguayos somos delincuentes.
No porque Usted haya sido un vago toda su vida, todos los uruguayos somos "atorrantes".
Como está claro que Usted carece del coraje más elemental para enfrentarse a nadie, jamás conocerá lo que significa que agravien la memoria de un hijo.
Con toda la falsedad de la que pudo echar mano, Usted le manifestó al periodista que lo entrevistara (quien no supo replicarle, o no quiso): "Si el pueblo uruguayo se sintió ofendido, le pido disculpas".
Pues, sepa Usted que sí nos hemos sentido ofendidos y, en lo que a mi respecta -como ya se lo he mencionado antes-, no pienso disculparlo. Lejos de aceptar esas disculpas, lo condeno por su mediocridad.
Señor José Mujica; Usted sabe muy bien dónde nos encontramos Usted y yo. Pero existe entre nosotros una diferencia insalvable: Usted dispone de la posibilidad de llegar a mí por varios medios, mas yo no puedo acercarme a su persona a través de canal alguno. Usted teme por su pasado y por su presente y, debido a ello -pocas dudas caben-, debe protegerse tras su custodia. En lo que a mí respecta, me basta y me sobra la memoria de mi hijo para sentirme protegido cuando transito por nuestras calles.
Es de estimarse que yo no debería mencionarlo, aunque considero que los uruguayos viviemos en un país libre. Pero, dado que sus reacciones matutinas siempre exhiben un carácter imprevisible, le hago saber que la presente misiva le es enviada bajo la protección del Artículo 19 de la Declaración de Derechos Humanos, que estipula: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión" (Declaración Universal de los Derechos Humanos; Asamblea General de Naciones Unidas, 10 de octubre de 1948).
Y, ¿sabe una cosa, Señor Mujica? Si se propone Usted violar esta Declaración, proceda a su gusto y criterio. Por mi parte, estimo que ha quedado bien claro que a quien esto escribe ya no le queda nada más grande qué perder.
* El autor es ex representante de la República Oriental del Uruguay ante Naciones Unidas.