Brusquedad cibernética: ecos de una presidente acorralada
En el fragor de un contexto político caracterizado por una decadencia sin paralelo, la cuenta de la Presidente Cristina Fernández Wilhelm en Twitter vuelve -infortunadamente- a convertirse en protagonista.
En el fragor de un contexto político caracterizado por una decadencia sin paralelo, la cuenta de la Presidente Cristina Fernández Wilhelm en Twitter vuelve -infortunadamente- a convertirse en protagonista.
Superada por el frenesí de sus propios exabruptos, la jefe de estado se las ha arreglado para barruntar contra el Papa Francisco ("Tome mate, Usted me entiende", o la misiva del "Bla, Bla, Bla"), contra los medios de comunicación y miembros del circuito opositor por igual, rematando con una oleada de incorrecciones con el objeto de tratar de dementes sin remedio a los líderes europeos que -siempre desde la escuálida versión del presidente boliviano- prohibieron que Evo Morales sobrevolara el espacio aéreo de Francia y Portugal en horas recientes. Olvidó Cristina Kirchner que su socio del altiplano montó una evidente maniobra de victimización, exponiéndose adrede con su periplo protocolar a Moscú. Así las cosas, resultaba obvio que el retorno de Morales se vería atiborrado de inconvenientes, a partir del ahora célebre Caso Snowden. Consideraciones geopolíticas aparte, a no pocos les parecerá curioso o, cuando menos, digno de atención que el vapuleado conglomerado del ALBA se rasgue las vestiduras por un episodio menor como el apuntado, mientras evita condenar al mandatario de Bolivia por su inocultable sociedad en el tráfico a gran escala de cocaína de alta pureza que utiliza a la Argentina como mercadillo de tránsito y comercialización del sobrante. Pero, nuevamente, el espectrograma bolivariano difícilmente pueda apreciarse desde su coherencia.
En cualquier caso, a la moradora de Balcarce 50 hace ya un tiempo que han dejado de interesarle los pormenores del molesto protocolo; es natural que ella misma se vea hoy insoslayablemente afectada por la prerrogativa de ajustarlo todo "hacia abajo". Si los argentinos no se encuentran en posibilidad de esperar de su presidente un comportamiento acorde a su investidura, tampoco deberá esperarse lo propio de sus ministros y colaboradores, y viceversa. Se pasa por alto que, toda vez que el elenco de una Administración quebranta el ceremonial más elemental, sus referentes terminan siendo percibidos por la ciudadanía y su inconsciente colectivo (la opinión pública) como una gavilla portadora de un gen violento y objetivación autoritaria. A fin de cuentas, el viralizado "Tome mate" no es más que un peligroso acercamiento a la confesión cabal del "Todo me importa un bledo".
En tal sentido, los ciudadanos argentinos parecen haber tropezado con el pecado venial de haber pretendido rastrear atisbos de normalidad en una persona que lo encarna todo menos eso. Sustanciación que permitiría colegir que, si una nación se halla bajo el comando de una primera mandataria que se explaya con soltura desde el exabrupto y la chabacanería, quizás no sea tan malo que sus potenciales electores se muestren proclives a encumbrar a cualquier dirigente que hasta hoy no haya pronunciado palabra (ejemplo: el "Fenómeno Massa"). Como fuere -y en este proceso mental de inevitable comparación-, el diálogo político-social queda fuera de la ecuación: nada se conoce de las propuestas o del programa de los herederos del subsistema. Tal vez sea mejor que éstos no hablen. O quizás sucede que nadie observa mayores ganas de escucharlos.
A riesgo de insertar racionalidad allí donde ésta brilla por su ausencia, los analistas deberían prestar mayor atención a la disyuntiva presidencial del momento: Cristina Fernández Wilhelm ha visitado Tolosa, solo para ser verbalmente ultrajada por los damnificados de la inundación; trasladóse posteriormente a Lomas de Zamora para recibir idéntica bienvenida de parte de sus vecinos. Los actos que ella ha cancelado (habiéndosele anticipado que podría ser sometida al escarnio) superan, en mucho, a los que programa. Sintomatología que no permite entrever salida visible: CFK termina apersonando a sus subalternos en actos que transmutan en patentes pesadillas para ellos. Con la excepción de presentaciones públicas confeccionadas a medida -en compañía de los aplaudidores de rigor- y declaradamente prescindente del recurso de la conferencia de prensa, la Presidente se respalda en Twitter para exteriorizar una creciente impotencia. Los resultados conducen a una jefe de estado encarcelada, inapelablemente autoexcluída de la realidad, y refugiada en la cobija provista por el espacio cibernético. Cristina se desconecta, "conectándose", y su lugar en el mundo ya ni siquiera es El Calafate: son las redes sociales. Bajo esta configuración, sus arrebatos solo pueden empeorar. La diatriba autorreferencial y de baja estofa se circunscribe, invariablemente, a ceros y unos.
Finiquitados los comicios de octubre -a los que el oficialismo no asistirá en su mejor hora-, y conforme se amplifique exponencialmente la percepción de crisis de gobernabilidad, los tweets de la Presidente de la Nación darán bastante más que hablar.
* Foto: Agencia Telam